viernes, 2 de octubre de 2020

Nuestra espiritualidad tridimensional

El Padre Kentenich llama a su espiritualidad una espiritualidad tridimensional. En tiempos del Padre no era normal usar la palabra “espiritualidad”, por eso encontraremos en muchos textos la palabra “piedad” o “santidad” en su lugar. Hoy traigo a nuestra atención un texto publicado en “Kentenich reader – tomo 2” en el que el P. Kentenich hace una reflexión sucinta sobre este tema, y “en la cual presenta la relación interna y complementaria existente entre las tres dimensiones de nuestra espiritualidad a modo de definición”. Los autores del “Kentenich-reader” han tomado este texto de una carta al Superior de los Palotinos, el P. General Turowski SAC, del 8 de diciembre de 1952, la así llamada “Turowskibrief”. A continuación, el texto:  

“La originalidad de nuestra espiritualidad está caracterizada por tres términos claves: santidad de la vida diaria, santidad del instrumento y santidad de alianza. ……. ¿Cómo es el entramado interno de la espiritualidad tridimensional?

Quien conozca el desarrollo histórico de las tres facetas de nuestra ascética comprenderá con facilidad y rapidez su entramado interno.

La santidad de la vida diaria marca más fuertemente el rumbo en la vida cotidiana; la espiritualidad del instrumento establece con mayor conciencia el contacto con Dios; y este último, en virtud de la espiritualidad de alianza, cobra con mayor claridad el rasgo de una decidida vinculación de amor entre dos personas que se aman.

…….  ¿Cómo son nuestras formas de santidad? Somos capaces de enumerarlas sin vacilar, pero… ¿conocemos su real envergadura? Santidad de la vida diaria, espiritualidad de alianza y espiritualidad del instrumento. ¿Qué quiere decir todo esto?

En primer lugar, santidad de la vida diaria

Vuelvan a estudiar el libro “La santificación de la Vida Diaria”. ¿De qué se trata en este punto?

Sanctus est qui sancte vivit. Santo no es quien fantasea santamente. Santo es quien vive santamente, reza santamente, trabaja santamente, se mortifica santamente.

O bien recordemos aquellas otras palabras: Deum quaerere, Deum invenire, Deum diligere in omnibus, cum rebus, cum personis. (san Ignacio)

…….. Buscar a Dios… ¿Dónde? Aquí no se trata de buscar a Dios dentro de nosotros mismos, porque eso se da por supuesto, sino que aquí se pone de relieve lo siguiente: ver a Dios en su vinculación: la causa primera en su vinculación con la creatura, la causa segunda. Éste es el problema de la actualidad. Buscar a Dios, hallar a Dios, amar a Dios… en todas las cosas. Detengámonos pues en la creación; no ascendemos directa sino indirectamente a Dios. Se trata siempre de la mediatez de Dios. No como si no se buscase también la inmediatez de Dios. La definición de la santidad de la vida diaria nos ofrece una respuesta en este sentido.

Reitero la idea: si contemplamos directamente a Dios, cara a cara, verán que, tarde o temprano, Dios no será ya nada para nosotros. O ascendemos a Dios a partir de las criaturas o perdemos a Dios. El problema de la época actual es la relación entre causa primera y causa segunda. ……

Volvamos a escuchar la definición de santidad de la vida diaria, para saber cómo nos presenta la santidad: "Armonía entre una vinculación cálida y personal a Dios, al trabajo y a las personas".

En segundo lugar, espiritualidad de alianza

¿Conocen una teoría abarcadora de la espiritualidad de alianza? Nosotros, sacerdotes, hemos de tener continuamente esos conocimientos al alcance de la mano, para dar una respuesta sustentada en la riqueza de nuestros conocimientos y vivencias.

Ahora me limitaré a decirles lo que actualmente reviste importancia para nosotros: integrar todo al contexto contemporáneo. Por ejemplo, hoy se busca un nuevo principio moral. Cuando nosotros éramos más jóvenes (por lo menos en el caso de nosotros, los mayores), sólo se conocía el principio "es pecado" o "no es pecado"; "pecado grave" o "pecado venial". Hoy se buscan principios desde una visión integral de la realidad. Quizás no hayan observado aún cómo los teólogos tienden a lo que nosotros llamamos "espiritualidad de alianza". Ésta no se funda sólo en un principio ascético, más bien el principio ascético pasa a ser aquí principio moral: fidelidad a la alianza de amor. "Yo hago siempre lo que le agrada al Padre" (Jn 8,29).

Naturalmente se corre el peligro, propio de los tiempos modernos, de separar violentamente las cosas y decir: "Por eso ya no hay más pecado; por eso ya no hay más que lo siguiente: sellamos una alianza contigo y queremos ser fieles a esa alianza". Sin embargo debemos mantener ambas cosas, unir ambas cosas. Es así que seguirá vigente el principio "pecado": veniales y graves. Pero desde el punto de vista de la alianza de amor se pueden unir perfectamente ambas cosas. No damos alegría alguna a Dios Padre cuando le volvemos la espalda esporádica o continuamente.

Y, por último, espiritualidad del instrumento. Sí; nuestra espiritualidad es marcadamente una espiritualidad de instrumentos. Cuando se refiere a la nueva manera de realizar el apostolado, el concilio apoya particularmente la espiritualidad del instrumento. ¿A qué apunta ese apostolado? A hacer presente a Dios mediante nuestra persona. Detrás de ello se encuentra toda la teoría de la espiritualidad del instrumento: que el instrumento esté unido al artífice, y que nuestra vida cotidiana sea una ilustración clásica de la fuerza, del ser y de la esencia del artífice.”


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