Sigo comentando las pláticas que el Padre Kentenich
ofrece a los matrimonios y demás personas que asisten a las celebraciones de
los días dieciocho en el Santuario de Milwaukee, en las que se refiere a las
rosas y a toda una simbología relacionada con la santísima Virgen, la ‘rosa
mística’. El 18 de junio del año 1956, fecha a la que hoy me refiero, coincide
con el lunes de esa semana. Esta coincidencia le permite a nuestro fundador extenderse
con el tema elegido aprovechando también la charla de la tarde. Hoy me quiero
referir sólo a lo hablado en la mañana de este día, dejando para la semana que
viene el comentario sobre lo expuesto por la tarde.
Elige en esta ocasión al tallo de la rosa para hablar de
la fe, de la fe de María y de la nuestra. Comienza reconociendo que algunos de
sus oyentes, de los asiduos a las charlas de los lunes por la tarde, han
comenzado a plantearse la consistencia de su espíritu de fe. Se han dado cuenta,
en el transcurso de los meses pasados y de las reuniones tenidas en el grupo,
que eran católicos de rutina, haciéndose ahora la pregunta sobre lo que
verdaderamente significa creer. A ellos se dirige en esta plática.
“Por eso pienso que debería plantear primeramente la
siguiente pregunta: ¿qué significa creer o vivir de la fe? …… Significa tener
un órgano para captar lo divino o un sentido perceptivo para lo divino, ¡en
todas partes! En todas partes olfateo la presencia de lo divino en mi vida.
Naturalmente, como Dios no está frente a mí vestido con hermosas ropas y
diciéndome: ¡Hola!, sino que siempre y en todas partes se encuentra en la
oscuridad, tener un sentido perceptivo para Dios significa descubrir a Dios en
todas partes a pesar de que está detrás de la nube, a pesar de que está en la
oscuridad”.
Subraya que este órgano para captar
lo divino se nos regala en el bautismo y que va unido al entendimiento de la
persona. Lo aclara el comentar que son tres los órganos de conocimiento en la
persona: el ojo sensible, lo puramente natural; se dispone también de un
segundo órgano de conocimiento que es el entendimiento, y por fin, se nos ha
regalado un tercer órgano, el ojo de la fe. Compara este último a un catalejo
por el que todas las cosas se pueden ver mejor y más claramente; con ese
catalejo, el ojo de la fe, vemos a Dios en todas partes. Un acto de fe no es
tanto un acto del corazón, sino primariamente un acto del entendimiento.
Esta realidad y el hecho de nuestra
propia condición humana explican los claroscuros de la fe. Pareciera que en la
praxis divina se dan dos movimientos: en el primero Dios nos atrae y nos regala
su luz, después permite la oscuridad pareciendo que se aleja de nosotros.
“Y así lo hizo
también con la santísima Virgen. (¡En realidad, aquí debía comenzar la
plática!). Nos imaginamos a la santísima Virgen de una forma totalmente
errónea. Pensamos siempre que ella vivió in dulci iubilo,
que tuvo siempre todo claro, que su corazón estuvo siempre lleno de ardor y que
no tuvo ninguna falta de claridad en su entendimiento. ¡Oh, es un gran error!
Tal vez ahora
entiendan un poco mejor cómo puede decírsele a la santísima Virgen la frase:
"Feliz de ti, porque has creído", a pesar de la oscuridad para el
entendimiento. ¡Feliz de ti, que en tu vida siempre has creído!”
Para explicar lo que significa tallo
por tallo, fe por fe, aprovechará la charla de la tarde a la que asisten los
matrimonios del grupo; en ella expondrá con detalle la fe de María. Mientras
tanto, y comparando nuestra fe con la de Ella, nos invita a rezar para que “aumente
en nosotros la fe”.
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Para leer o escuchar la
plática mencionada haz 'clic' en el siguiente "Enlace":
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