El ser humano tiene que decir «tú».
En un tiempo de relaciones inseguras, que desarraiga
psíquicamente a la persona y la deja sin hogar, hay que aprender a brindar amor
y estima.
Está en la naturaleza del ser humano aspirar desde dentro
a la vinculación, a la vinculación a personas. El tiempo actual ya no sabe de
eso, conoce la masificación de la personalidad, pero no la vinculación personal
querida por Dios. Recuerden, por favor, que el ser humano está estructurado de
tal modo que solo encuentra su plenitud en la entrega a una persona. Solo en la
entrega a un tú personal se hace pleno el ser humano. Por supuesto, el Dios
viviente ha cuidado de que, según la ley de transferencia, los seres humanos no
deban vincularse solamente a él, [sino] que hasta deban vincularse a sus
representantes. ¡Vinculación personal! Nosotros hemos representado toda una
psicología de las vinculaciones. Quiero decir: los tesoros que Dios nos ha
regalado y ha depositado en nuestro regazo hemos de reconocerlos con gratitud y
anunciarlos al mundo. Tenemos que luchar por esa vinculación personal, por una
cierta «pedagogía personal».
En realidad, Don Bosco vio correctamente esta vinculación
personal. Él estaba convencido de que, entonces, tenemos el educador correcto,
el método de educación correcto. Los educadores son amantes que no dejan nunca
de amar. Podré ser interiormente todo lo agudo que quiera, la agudeza de vida
puede hacer que todo un mundo se asombre, pero solo educaré en la medida en que
ame realmente a mis seguidores y esté dispuesto, en el amor, a regalarme
desinteresadamente.
J. Kentenich, 17.10.1946, en Krönungswoche,
167 s.
Queremos regalarnos mutuamente un lugar en el
corazón. Por último, no deben olvidar lo que en el pasado les
dije tan a menudo: no hay en el mundo lugar más hermoso que el corazón de un
ser humano noble, íntimamente compenetrado de Dios. […] Procuren que su corazón
llegue a ser cada vez más noble, más puro, más fuerte, más íntimamente
compenetrado de Dios. […]
J. Kentenich,
25.12.1941, en Karmelbriefe, 24
La educación solo es posible en la medida en que se ha
establecido una vinculación interior.
J. Kentenich, 28 al 31.05.1931, en Ethos und
Ideal in der Erziehung, 117
Donde no se dé este afecto personal, cordial, se podrá
ser un caudillo, pero no existe una relación personal. De modo que tenemos que
mantener una relación cordial, personal y de afecto también hacia las personas
de nuestros seguidores.
J. Kentenich, 28 al 31.05.1931, en Ethos und
Ideal in der Erziehung, 148
Los educadores son amantes que no dejan nunca de amar.
J. Kentenich
Amor vigoroso.
Donde solo hay bondad y esa bondad se convierte en blandura, no existe nada
vigoroso. En ese caso podrán hacer lo que quieran, que nunca habrá una
consciencia de cobijamiento.
J. Kentenich, 28 al 31.05.1931, en Ethos und
Ideal in der Erziehung, 118
Amor cálido. Peter Dörfler, un
escritor popular alemán, relata sobre su juventud. Su padre era granjero.
Tenían una granja grande y podían tener un buen pasar. Él estudió, quería ser
sacerdote. Y cuando venía de vacaciones, era evidente que colaborara mucho en
casa. […] El padre era un auténtico padre. Después [de las vacaciones] le dijo
el padre: dime, muchacho: ¿cuánto necesitas para el próximo semestre? Y extrajo
su cartera. El joven se dijo: ahora he visto de nuevo cuánto tienen que
trabajar y afanarse mis padres día y noche. […]
Más adelante, siendo el joven ya sacerdote, recordó hasta
su vejez la imagen de las encallecidas manos de su padre. […] A pesar de que en
aquella ocasión el padre estaba en la flor de sus años, sus manos temblaban.
Después le entregó el dinero.
¿Cómo son unas manos de padre? Son manos que cuidan
vigorosamente, manos de bondad paternal. ¿Dónde se muestra esa bondad? No le
daba largos sermones morales, sino que conocía a su muchacho: lo que necesita,
ha de tenerlo. ¿Por qué temblaban sus manos? Era su cálido amor al muchacho y a
la vocación del muchacho.
J. Kentenich, 19.06.1961, en Am Montagabend,
t. 21, 227 s.
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