viernes, 9 de agosto de 2024

¿Vienes conmigo, Señor? PEDAGOGÍA DE ALIANZA

En un tiempo en que la fe en Dios parece esfumarse, la pedagogía de alianza posibilita una nueva relación con el cielo.

Ahora te toca a ti.

El verdadero educador tiene que estar totalmente arraigado en el mundo de la fe.

J. Kentenich

Si no me equivoco, todos ustedes tienen un interés muy especial en sus hijos, en su propia carne y sangre. Por un lado, estamos desvalidos frente al desarrollo de nuestros hijos. Por el otro, hay innumerables coeducadores, que son varias veces más fuertes que nosotros. Piensen cuántos coeducadores hay hoy. Podrá ser la escuela, la radio, la televisión, el deporte, los amigos, la atmósfera pública. […] ¡Fíjense qué gran potencia es esa! Y ahí estamos nosotros, solos frente a esa gran potencia.

Ya quisiera yo conocer a aquel que tome en serio esto y no utilice todos los medios para sellar una alianza con el mundo trascendente. Por eso considero como algo evidente que queramos hacer valer nuestras exigencias de amor ante la santísima Virgen especialmente en el sentido de que ella tome en sus manos a nuestros hijos y continúe la educación cuando nosotros nos vemos desvalidos.

J. Kentenich, 07.05.1956, en Am Montagabend, t. 2. 150 s.

¡Es asunto tuyo!

Si tengo todavía hijos relativamente pequeños sigo teniendo aún bastante influencia en ellos por el lado religioso. Pero si los hijos ya son mayores, son a menudo muy susceptibles cuando queremos influir en ellos religiosamente. Entonces tenemos que retener esto: yo invoco mi alianza de amor con la santísima Virgen. Pienso que no podría inculcarles con suficiente frecuencia que la alianza es una realidad, una verdadera realidad. Es decir, la santísima Virgen ha asumido realmente la responsabilidad por todos mis intereses. Por ejemplo: ahora ya no puedo influir suficientemente en mis hijos en cuanto a lo religioso. Entonces tengo que decírselo también a ella y ¡tirar de su delantal! ¿Qué tengo que decirle, entonces? «¡Es asunto tuyo, es asunto tuyo! ¡Tienes que hacerlo tú!»

J. Kentenich, 15.05.1961, en Am Montagabend, t. 21, 102

Ascender hasta el corazón de Dios.

El pequeño corazón humano es tan grande, tan inmensamente grande, que no está nunca del todo satisfecho con la entrega a un ser humano, y aunque fuese el más noble. ¡Con los hombres y más allá de las debilidades humanas, ascender hasta el corazón de Dios!

¡Nos hacemos superfluos en todo, por lo menos en cuanto a la actitud! ¿Cómo lo hago? ¿Cómo actúa eso? Tan pronto como noto que alguien puede andar solo, me retiro. Tiene que andar solo. […] Entonces tranquilamente puedo hacer experimentos y ver si tropieza. Y si tropieza, veo si puede levantarse de nuevo solo. Y entonces dejo tranquilamente que se levante solo. Ni pestañeo. En cualquier caso, tienen que hacerse superfluos. Si quieren no llegar nunca a ser superfluos tienen que hacerse siempre superfluos.

Por eso, primero: tan pronto como note que alguien puede andar solo, retirarse conscientemente. Es preferible hacerlo demasiado pronto que comenzar demasiado tarde a hacerlo.

Segundo y esto también es esencial: nunca hacer algo por ganarse el favor del educando.

J. Kentenich, 28 al 31.05.1931, en Ethos und Ideal in der Erziehung, 245 s. 

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