Son pequeñas cosas las que forman el alma
Supongamos
que es de mañana y, por lo tanto, suena la campanilla. En realidad, la mañana
debería comenzar con la noche. Destaco ahora un par de puntos que son
importantes también para nosotros como varones. Por ejemplo, levantarse según
el horario. Si consideran detenidamente la oración de la noche de ‘Hacia el
Padre’, verán que ahí dice “a la hora señalada”. Detrás de ello se esconde una psicología y pedagogía muy profunda.
(….) ¿Por qué razón? Antes solía decir en tono jocoso: de otro modo, tenemos ya
la primera manzana podrida, la primera pera podrida que le arrojamos a la cara
a Dios nuestro Señor. (El P. Kentenich recurre aquí a un juego de
palabras evocador: faul en alemán, significa “perezoso” y, también “podrido”,
“en mal estado”. El acto de pereza matinal significa arrojarle a Dios un primer
“fruto perezoso” o una primera “fruta podrida”).
En
efecto, es muchísimo lo que depende de cómo es el primer acto de nuestra
jornada: pero es también muchísimo lo que depende de cuál es el primer
movimiento de los sentimientos a primera hora de la mañana. Desde luego, estas
cosas que estoy diciendo son puramente psicológicas. Por eso, no es algo
obligatorio. Son todas indicaciones de lo que, por ejemplo, podría hacerse.
Y
como es normal que, a la mañana, el primer sentimiento o, si ustedes quieren,
el primer pensamiento que surge esté determinado por aquello que haya hecho
antes de quedarme dormido, de dormirme, mucho depende de que la noche, es
decir, los últimos actos de mi jornada sean tales que durante el sueño el
subconsciente pueda seguir tejiéndolos y, luego a la mañana bien temprano,
afloren nuevamente.
En la
santa misa - esté relacionado con el ofertorio, con la consagración o con la
comunión - se plantea una y otra vez la pregunta: ¿qué le ofrezco al Salvador?
Quiero llegar a ser semejante a él.
Él es
ofrecido en sacrificio. ¿En qué sentido, de qué manera quiero ser semejante a
él como aquel que es ofrecido en sacrificio? O bien, cuando se trata de la
lectura espiritual.
Sobre
estas cosas tenemos que decir de nuevo algunas palabras porque en general, como
hombres modernos tendemos muy fácilmente a tomarlas a la ligera.
J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten,
t. 5, 602 ss.
Prestar atención a la
salud
Tenemos
que establecer nuestro horario espiritual de forma lúcida. […] No tienen que ser
solamente prácticas religiosas. Un ejemplo: trabajo día y noche, pero ¡la salud….! Entonces, el cuidado de la salud tiene que formar parte de mi horario espiritual.
Hay que asegurar aquello que exige de mí todavía un ‘agere a proposito’ [actuar en virtud de un propósito].
J. Kentenich, 1935, en
Die religiösen Übungen, t. 1, 56
Dormir lo suficiente
Desde
una perspectiva psicológica, todos ustedes saben, probablemente por
experiencia, que, por lo común, hay en nuestra vida puntos acerca de los
cuales, en virtud de una larga experiencia, hay que decir: si este punto está
asegurado, está asegurado todo mi horario espiritual. (….) ¿Qué puntos pueden
ser aquellos de los cuales yo me diga que, si estos están asegurados,
normalmente mi horario espiritual estará asegurado en líneas generales? ¿Qué
puntos podrían ser? ¡Oh, pueden ser muy distintos puntos! Incluso algunos, que
inicialmente parecerán erróneos. Yo podría decirme: mi horario espiritual estará
asegurado si he dormido lo suficiente.
Ustedes
podrán decir: “sí, sí, ya quisiera yo, pero no puedo”. Yo solo quiero mostrar
la teoría. Si he dormido lo suficiente, entonces estoy seguro de que mi vida
religiosa permanecerá en orden. ¿Qué indica esto? Esto presupone que en mi
interior vive una corriente religiosa que solo se ve interrumpida, reprimida,
si la naturaleza está demasiado sobrecargada.
¿Qué
tendría que hacer yo entonces? Presuponiendo esa situación, tendría que
procurar dormir más. Incorporar ese punto en mi horario espiritual me ayudará
después más - hablo una vez más en hipérboles - que si me flagelara veinte veces
al día. ¿Comprenden lo que quiero decir? Tenemos que ser sabios en la
regulación de nuestra vida religiosa.
Otra
pregunta para permanecer en esta línea - son cosas que, en apariencia, no
tienen absolutamente nada que ver con la vida religiosa -. Yo podría decirme,
en virtud de la experiencia, que si, en la medida en que no me apremien
absolutamente las obligaciones, me tomo realmente cada semana un día o medio
día para descansar, para hacer alguna vez lo que me gustaría, de modo de
aflojar, alejar de mi vida lo mecánico, la presión, el apremio, es muy posible
que me diga: sí, este es el mejor medio para mí.
Así
pues, en una situación semejante no me propondré, no juraré - en la mayoría
de estos casos se trata de perjurio – que, a partir de ahora, pase lo que pase,
mantendré estas prácticas de mi horario espiritual. Sí, sí …. pero no
funcionará. Tenemos que tomar la vida tal como es para nosotros. […]
Si
pueden y quieren seguir desarrollando la idea, de lo que aquí se trata es de tomar
en consideración el cuerpo, también la salud. Por supuesto, estas cosas solo
funcionarán si, de todos modos, es fuerte en mí la corriente religiosa.
J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten,
t. 5, 598 ss.
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