El problema más difícil para la cristiandad actual es la fe práctica en la Providencia […] A muchas personas no les cuesta creer en la divina Providencia tal como ha actuado en los siglos pasados.
La dificultad […] comienza cuando, aquí
y ahora, es decir, en el acontecer mundial actual, se trata de [creer en] una
planificación del amor, la sabiduría y la omnipotencia divinas o de [creer en]
un Padre Dios que tiene en sus manos las riendas del acontecer mundial y que
conduce todas las cosas hacia una meta claramente reconocida y querida. Esto es
lo que llamamos fe práctica en la Providencia.
J. Kentenich, 1952-53, en
Texte zum Vorsehungsglauben, 26
Este tanteo y esta búsqueda del plan
divino, la escucha atenta de los deseos de Dios y la obediencia alegre son
siempre la nota característica de la Familia [de Schoenstatt]. Por eso decimos
también que el mensaje de la fe en la Providencia es el mensaje de Schoenstatt
sin más.
J. Kentenich, 1952, en
Texte zum Vorsehungsglauben, 60
Es muy valioso que nos acostumbremos a
examinar retrospectivamente en el pasado cómo Dios nos ha marcado el rumbo en
cada caso; que yo mantenga firmemente solo esto: ¡Dios me quiere!, y yo quiero
regalarle mi amor […]; que yo responda a la cruz y al sufrimiento solamente con
amor: [la cruz y el sufrimiento] son un saludo de Dios.
Esto vale también para las comunidades
religiosas cuando sobrevienen dificultades. Dios tiene con ellas intenciones
determinadas. Mi propia visión no llega lejos, pero Dios ha diseñado un plan
universal y también el pequeño plan de vida [individual]. Él conduce día tras
día la vida del individuo y de las comunidades. Solo es preciso que hagamos una
cosa: querer a Dios.
J. Kentenich , 28-11-1937, en
Das Lebensziel des Christen, 37
Detrás de todas las cosas está la
voluntad paterna de Dios. Me sé amado; el destino de mi vida no se ve arrojado
ciegamente de un lado a otro: detrás de ese destino se encuentra el Padre Dios
[…] Pero yo quiero estar también convencido de que Dios pronuncia un sí
personal a mi destino. El Dios que pronuncia ese sí es un Dios personal. Eso es importante.
J. Kentenich,
28-11-1937, en Das Lebensziel des Christen, 42 s..
DECIR SÍ A DIOS Y A
SUS DESEOS
Superar la angustia
Si como psicólogo analizo la condición
humana y cristiana pienso tener que decir que está llena de tensiones, y estas
tensiones se ven constantemente alimentadas por un temor y una angustia muy
profundos. Así pues, el psicólogo ve asociados a la condición humana un temor y
una angustia implacables. No estará de más que descorramos ahora el misterioso
velo de nuestra alma. También nosotros nos vemos mucho más torturados por el
temor y el miedo de lo que lo admitimos […].
¿Qué entendemos por angustia? La
angustia es un malestar psicofísico enormemente fuerte a causa de la
inferioridad frente a algo indeterminado, de la impotencia que sentimos en
nosotros frente a una oscura omnipotencia […].
Aprender a decir sí de forma filial
Si me permiten […] decir algo sobre los
remedios […], notarán que los remedios contra [la angustia] no son conducentes
si no se agrega a ellos el arrojo de la filialidad […].
Hasta el fin de la vida tendríamos que
esforzarnos por grabar en los sentimientos, el corazón y la voluntad el arrojo
de la filialidad. […] Otra expresión para ello es: el arrojo de decir sí.
Cristo también pronunció este sí en una difícil situación de su vida: ¡Sí,
Padre! Decir sí con audacia. […]
Observen la vida de grandes hombres,
observen su propia vida: ¿acaso no llegamos periódicamente a un cierto límite,
a una cierta barrera [ante la cual nos preguntamos] «y ahora qué»? En cualquier
caso, sentimos el corte, notamos que saltar por encima de esa barrera es, en
cierto sentido, un acto de arrojo; sentimos que las cosas ya no son tan
tranquilas, tan confortables y sosegadas: hay que pasar a un plano más alto.
Antes habíamos sentido los límites: ahora hay que hacerlos saltar […].
Todos nosotros […], que nos encontramos
en la vida moderna, deberíamos movernos constantemente en estas
consideraciones. ¿Qué quiere Dios? Si el ser humano necesita arrojo ya en su
desarrollo puramente natural, ¡qué arrojo será necesario para entrar en la
oscuridad de la fe! […]
¿Sienten ahora la grandeza que anida en
nuestra filialidad? No tenemos que pronunciar un sí desesperado, sino un sí
audaz y alegre —aunque asociado a una gran opresión—.
J. Kentenich, 1937, en Kindsein vor Gott, 236, 241, 291
s.
Siga siendo siempre el niño despreocupado
¿Qué he de responder a sus afectuosas
líneas? Dios lo ha conducido a través de la noche oscura del alma. Fue bueno
que así fuese. Ahora volverá a resultarle más fácil regresar a la antigua
sencillez, simpleza y derechura de la aspiración a la virtud. Hágalo pronto.
Dicho concretamente: no se deje atomizar más por lo que escucha o lee. Y
después, siga siendo, como era antes, el niño despreocupado tomado de la mano
de nuestra Madre del cielo.
J. Kentenich,
10-06-1920, en Brief an Fritz Esser