viernes, 11 de agosto de 2023

EL ENCUENTRO SEXUAL EN EL MATRIMONIO

El encuentro sexual como cultivo del matrimonio

Sepan que las relaciones sexuales son también expresión de una profunda comunión espiritual. Necesitamos el cultivo de esa comunión espiritual; si no lo hacemos, si no utilizamos ese medio, el matrimonio correrá el peligro de desintegrarse. Y eso también en vista del planteo que podría hacerse entonces uno u otro de los cónyuges: «¡Si no puedo tener esto aquí, iré a buscarlo a otra parte!»

J.Kentenich, 27.03.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20

 

Encuentro sexual como camino hacia Dios

No digamos que queremos ser esposos y cultivar nuestra vida conyugal como algo accesorio. No; todo eso debe ser para nosotros un camino hacia Dios. Incluso el acto conyugal no tiene que ser cualquier cosa, algo accidental, no; él es un camino hacia Dios.

J.Kentenich, 16.01.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20

 

Sexualidad como relajamiento natural

Contemplemos la vida moderna que bulle a nuestro alrededor. Observaremos que las dificultades son hoy más grandes que antaño. La vida de hoy con sus problemas presiona a los cónyuges, con mayor intensidad que en el pasado, a mantener relaciones sexuales.

Pensemos un poco en el varón… ¡A cuánto desgaste nervioso lo expone su profesión u oficio! ¿Y la mujer? ¿Acaso no le sucede lo mismo? Hay que reconocer que en una situación de este tipo las relaciones sexuales, incluso cuando ya no se pueda tener más niños, traen consigo una relajación natural. Incluso habrá tiempos en que las relaciones sexuales sean para uno u otro cónyuge el mejor medio de relajación, de alivio de las fatigas nerviosas.

Prosigamos examinando nuestro tiempo a la búsqueda de una segunda causa de la crisis del matrimonio. Observen cómo ha cambiado el trato entre los esposos en relación con lo que era antes, en tiempos de los abuelos. Por entonces se vivía inserto en una familia grande, que incluía parientes y conocidos. Hoy en cambio se va perdiendo ese sentimiento de pertenencia a una comunidad más amplia. La vida actual fragmenta la vida comunitaria. Vivimos inmersos en una dura lucha por la existencia, en la cual cada uno compromete hasta sus últimas fuerzas. La consecuencia de este estado de cosas es que el individuo, el esposo y la esposa, dependen mucho más de la relación con su cónyuge. La acogida, la tranquilidad y la complementación que no se encuentra fuera del hogar se buscan con mayor intensidad que antaño en el cónyuge. De ahí la sensación de que mediante el acto conyugal, a través de esa fuerte unión, se calma especialmente la necesidad de tranquilidad, acogida y complementación.

J.Kentenich, 27.03.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20

 

En libertad regalarse mutuamente

Deténganse un poco en este punto y reflexionen sobre la siguiente situación: mi esposa no experimenta placer sexual alguno —está muy cansada— al contrario, siente un rechazo interior. Realizar el acto sexual en tales condiciones significará ciertamente un contacto de los órganos, pero no una fusión de las almas…

Deben reflexionar qué difícil es cuando uno obliga al otro al acto o cuando no se tiene en cuenta la vida sensible del otro en ese momento …….

En su calidad de esposos, no olviden que cuando realizan de la manera correcta el acto conyugal son, más que nunca, un reflejo de Dios. Pero, repito, siempre y cuando lo lleven a cabo en el modo correcto. Que sea un acto de la persona. Observen que allí entonces tenemos al Dios Trino: tres personas y un solo Dios. Algo similar ocurre también en el matrimonio, en el acto conyugal. Naturalmente la propuesta no es que en el acto conyugal nos concentremos de tal modo en la Trinidad que no pensemos ya en lo demás ni nos permitamos sentir placer.

Adviertan pues que el Dios Trino se entrega a su vez totalmente, y de tal manera que las tres personas conforman un solo Dios.

J.Kentenich, 06.02.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20

 

Conquistar al otro: agradar a mi esposo

Ahora tienen que pensar en términos humanos. Si yo (como mujer) soy tan espiritual que exijo a mi marido que no (tenga) placer en mi estatura, en mi forma de vestir, (eso no está bien). Así que mantengan las líneas de humanidad. ‘Cuidado que no quiero complacer a otros hombres.’ Es evidente que el deseo de complacer se despierta cuando de alguna manera encuentro una figura masculina que corresponde a mi naturaleza. Pero ¡no lo cultives! Lo que deben cultivar sin embargo es: Quiero que mi marido sienta placer por mí, que le guste.

J. Kentenich 04.06.1966 – A familias en el Berg Schoenstatt


 

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