Durante el mes de febrero de 1964 el Padre Kentenich habló ampliamente a los matrimonios de Milwaukee sobre la ética del instinto sexual. Sus explicaciones y consejos son de una enorme riqueza también para el mundo de hoy. Dado la extensión de este texto iniciaremos hoy la trascripción del mismo y la concluiremos en la semana que viene.
"Decir sí al instinto sexual
[Quisiera] indicarles una serie de tres frases:
El instinto sexual es un don de la creación y del Creador
A través
del instinto sexual, el Creador nos da participación en su fuerza creadora
desde dos puntos de vista: nos da participación en la fuerza generadora y en la
fuerza del amor. […] Por el hecho de que como padres se nos concede engendrar y
amarnos mutuamente de una manera especial y de que detrás de ello anida un
cierto instinto, Dios nos ha dado participación en su poder de Creador.
El instinto sexual es un don del Salvador
El
instinto sexual como instinto de la naturaleza es un don del Salvador. ¿Qué
significa eso? Significa que el Salvador convierte ahora el despliegue del
instinto sexual en una suerte de sacramental. De modo que cuando nos unimos
sexualmente se trata de una suerte de sacramental. ¿Qué quiere decir esto en la
práctica? Quiere decir que, en sí, todo lo que Dios nos ha regalado y nos ha
ofrecido en ello es santo.
El instinto sexual es un don del cielo
El
instinto sexual es un don del cielo. Cuando en el marco del matrimonio
cristiano querido por Dios satisfacemos el instinto sexual ¿qué estamos
haciendo? Estamos ganándonos el cielo. ¿Por qué nos estamos ganando el cielo?
Porque estamos ayudando a Dios a conservar y educar al género humano. […]
Lo resumo
nuevamente: tenemos que decir sí al instinto sexual mientras permanezca dentro
de sus límites, mientras, por lo menos en principio, realice su doble función.
Tratar correctamente el instinto sexual
Después,
en segundo lugar: no basta con decir sí al instinto sexual. También tenemos que
procurar tratarlo correctamente. ¿Qué significa tratar correctamente el
instinto sexual? Al igual que todo instinto, también el instinto sexual es de
por sí salvaje y ciego. Y, por ser el instinto más fuerte, es el que más hace
salvaje al ser humano.
Aprender a dominar el instinto sexual
Si
comparan eso con el instinto sexual en el animal, verán que, en este último, la
naturaleza ha regulado el instinto sexual. En el animal, el instinto sexual
solamente está activo en determinados tiempos —activo
con la
fuerza de los elementos—. Pero, en el caso del ser humano, ese instinto está siempre
activo. En general son muy pocos los intervalos en los que el instinto sexual
calla. ¿Qué se quiere decir con esto? Lo que en el animal es realizado por el
instinto, el hombre tiene que alcanzarlo con el tiempo en su propia libertad a
través de la educación.
Eso vale
para nosotros mismos mientras existamos. Naturalmente, en el caso de nuestros
hijos tenemos que hacernos cargo de procurar que aprendan a tratar
correctamente su instinto sexual. […]
Hablar del instinto sexual es lícito y no hay que avergonzarse
Naturalmente,
esto no significa, primero, que no debamos saber nada acerca del instinto
sexual y que no nos sea lícito hablar sobre él. Desde luego, y lo dice Pablo,
no hay que hablar sabe Dios cuánto sobre el tema. Esto vale en especial cuando
se trata de nuestros hijos. Pero, en sí, es lícito hablar sobre el tema, pues
todo viene de Dios.
De nuevo:
[dominar] el instinto sexual no significa [, en segundo lugar,] que debamos
avergonzarnos de él. ¿Por qué no debemos avergonzarnos de él? Porque es un
instinto natural, o sea, algo bueno en sí mismo. Es más, incluso podemos
agregar que quien tiene un instinto sexual débil tiene hasta que temer que su
toda su personalidad no se desarrolle con suficiente fuerza. En efecto, es así:
donde hay instintos fuertes hay también una vitalidad fuerte.
Dominar el instinto sexual: luchar contra su despliegue desenfrenado
Naturalmente,
esto no quiere decir que debiéramos […] dejar que [el instinto sexual] se
despliegue de manera desenfrenada, sobre todo cuando está presente en mí de
manera fuerte, extraordinariamente fuerte. […] Tendríamos que aprender a
controlarlo y dominarlo. Desde luego, dominarlo y controlarlo no significa
aplastarlo. Se trata de darle la dirección correcta, reconocerle aquello a lo
que tiene un derecho plasmado por Dios. Pero cuando [el instinto sexual] quiere
traspasar los límites, tenemos que adquirir la fuerza para también contenerlo.
[…]
Dominar el instinto sexual significa que crezca la fuerza moral
Si logro
dominar mi instinto sexual crece en mí la fuerza moral. Entonces, con el tiempo
también podré dominar mucho más fácilmente todos los [demás] instintos, por
ejemplo, la envidia, el odio, el desenfreno en el comer y el beber.
En
general, si mi alma posee fuerza en algún ámbito, la fuerza se transfiere a
toda el alma. Y eso vale doblemente cuando se trata del instinto más fuerte.
Seguramente lo entendemos: si llego a dominar ese instinto, entonces dominaré
también en general tantos y tantos otros instintos de mi naturaleza.
Si consideran
esto detalladamente —piensen, por ejemplo, en su hija, en su hijo — y realmente
han logrado, si la Santísima Virgen ha logrado educarlos a ambos como nos
gustaría, como le gustaría a la Santísima Virgen, [entonces ellos estarán
preparados para otros sacrificios].
Verán, de
una chica que haya logrado dominar el instinto [sexual] antes del matrimonio
puedo esperar con certeza que, más adelante, cuando esté casada, sabrá hacer
los sacrificios nada desdeñables del matrimonio.
Lo mismo
vale acerca del muchacho que lo haya logrado. También él ofrecerá los difíciles
sacrificios que le exigirá más tarde la fidelidad a su esposa.
Y así
podría continuar. Desde luego, ahora estoy esbozando el ideal. Esto no quiere
decir que, si he tenido un evento desdichado e intento repararlo, no pueda
esperarse después también mucho fruto. Solamente tenemos que orientarnos
siempre por el ideal a fin de tener presente todo el conjunto. ¿Qué es lo que
debemos hacer, entonces? Dominar el instinto sexual, o sea, cuidar de que no se
despliegue de forma desenfrenada.
Educar el instinto sexual en orden a un fin
En
segundo lugar, educar el instinto sexual en orden a un fin. ¿De qué fin se
trata? Ya lo sabemos: solo nos es lícito desplegar el instinto sexual de
acuerdo a su sentido en el marco de un auténtico matrimonio cristiano. ¿Qué
quiere decir desplegarlo de acuerdo a su sentido? Ustedes mismos pueden
explicárselo: quiere decir desplegarlo en el marco de las funciones que Dios ha
querido, o sea en el sentido de la correcta educación y del correcto amor.
Dicho de otro modo, no nos es lícito satisfacer el instinto sexual por el solo
instinto, o sea, buscar el placer sexual solamente por el placer. Sí me es
lícito querer el placer, pero no sin la doble función. Me es lícito querer la doble
función, pero siempre en relación con el placer.
¿Qué
significa esto, en la práctica? Por ejemplo, si en la satisfacción sexual busco
solamente el placer sin que ese placer sea expresión del amor real, ¿comprenden
lo que significa? En ese caso no se está cumpliendo el sentido del instinto. Y
eso es muy importante. Pero tan pronto como la satisfacción sexual es expresión
del amor mutuo real es un acto de elevado valor moral. Ahora bien, me es lícito
satisfacer estos instintos sexuales, con esa limitación, solamente en el seno
de un matrimonio cristiano. Fuera del matrimonio la satisfacción del instinto sexual
está, en sí, contra la naturaleza, y, por eso, es pecado. Pienso que con eso
les he resumido brevemente lo que puede decirse sobre la ética del instinto
sexual."
J. Kentenich, 10.02.1964, Lunes por la tarde, Tomo 29
Paco, estos textos hay que trabajarlos a fondo... iluminan de una manera tremenda la sexualidad en el matrimonio. Por mi parte, ya te estoy citando en un libro que Patris me esta por publicar sobre la mujer y los feminismos... Estos textos me sirven para los cursos de la Universidad... gracias! Es enorme el aporte que estás haciendo!!!!!
ResponderEliminar¡Que el Espíritu Santo te ilumine! Nos encomendamos a tus oraciones.
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