El encuentro
sexual como cultivo del matrimonio
Sepan que las
relaciones sexuales son también expresión de una profunda comunión espiritual.
Necesitamos el cultivo de esa comunión espiritual; si no lo hacemos, si no
utilizamos ese medio, el matrimonio correrá el peligro de desintegrarse. Y eso
también en vista del planteo que podría hacerse entonces uno u otro de los
cónyuges: «¡Si no puedo tener esto aquí, iré a buscarlo a otra parte!»
J.Kentenich,
27.03.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20
Encuentro
sexual como camino hacia Dios
No digamos
que queremos ser esposos y cultivar nuestra vida conyugal como algo accesorio.
No; todo eso debe ser para nosotros un camino hacia Dios. Incluso el acto
conyugal no tiene que ser cualquier cosa, algo accidental, no; él es un camino
hacia Dios.
J.Kentenich,
16.01.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20
Sexualidad
como relajamiento natural
Contemplemos
la vida moderna que bulle a nuestro alrededor. Observaremos que las
dificultades son hoy más grandes que antaño. La vida de hoy con sus problemas
presiona a los cónyuges, con mayor intensidad que en el pasado, a mantener
relaciones sexuales.
Pensemos un
poco en el varón… ¡A cuánto desgaste nervioso lo expone su profesión u oficio!
¿Y la mujer? ¿Acaso no le sucede lo mismo? Hay que reconocer que en una
situación de este tipo las relaciones sexuales, incluso cuando ya no se pueda
tener más niños, traen consigo una relajación natural. Incluso habrá tiempos en
que las relaciones sexuales sean para uno u otro cónyuge el mejor medio de
relajación, de alivio de las fatigas nerviosas.
Prosigamos
examinando nuestro tiempo a la búsqueda de una segunda causa de la crisis del
matrimonio. Observen cómo ha cambiado el trato entre los esposos en relación
con lo que era antes, en tiempos de los abuelos. Por entonces se vivía inserto
en una familia grande, que incluía parientes y conocidos. Hoy en cambio se va
perdiendo ese sentimiento de pertenencia a una comunidad más amplia. La vida
actual fragmenta la vida comunitaria. Vivimos inmersos en una dura lucha por la
existencia, en la cual cada uno compromete hasta sus últimas fuerzas. La
consecuencia de este estado de cosas es que el individuo, el esposo y la
esposa, dependen mucho más de la relación con su cónyuge. La acogida, la
tranquilidad y la complementación que no se encuentra fuera del hogar se buscan
con mayor intensidad que antaño en el cónyuge. De ahí la sensación de que
mediante el acto conyugal, a través de esa fuerte unión, se calma especialmente
la necesidad de tranquilidad, acogida y complementación.
J.Kentenich,
27.03.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20
En
libertad regalarse mutuamente
Deténganse un
poco en este punto y reflexionen sobre la siguiente situación: mi esposa no
experimenta placer sexual alguno —está muy cansada— al contrario, siente un
rechazo interior. Realizar el acto sexual en tales condiciones significará
ciertamente un contacto de los órganos, pero no una fusión de las almas…
Deben
reflexionar qué difícil es cuando uno obliga al otro al acto o cuando no se
tiene en cuenta la vida sensible del otro en ese momento …….
En su
calidad de esposos, no olviden que cuando realizan de la manera correcta el
acto conyugal son, más que nunca, un reflejo de Dios. Pero, repito, siempre y
cuando lo lleven a cabo en el modo correcto. Que sea un acto de la persona.
Observen que allí entonces tenemos al Dios Trino: tres personas y un solo Dios.
Algo similar ocurre también en el matrimonio, en el acto conyugal. Naturalmente
la propuesta no es que en el acto conyugal nos concentremos de tal modo en la
Trinidad que no pensemos ya en lo demás ni nos permitamos sentir placer.
Adviertan
pues que el Dios Trino se entrega a su vez totalmente, y de tal manera que las
tres personas conforman un solo Dios.
J.Kentenich,
06.02.1961 en: Lunes por la tarde, Tomo 20
Conquistar
al otro: agradar a mi esposo
Ahora tienen
que pensar en términos humanos. Si yo (como mujer) soy tan espiritual que exijo
a mi marido que no (tenga) placer en mi estatura, en mi forma de vestir, (eso
no está bien). Así que mantengan las líneas de humanidad. ‘Cuidado que no quiero
complacer a otros hombres.’ Es evidente que el deseo de complacer se despierta
cuando de alguna manera encuentro una figura masculina que corresponde a mi
naturaleza. Pero ¡no lo cultives! Lo que deben cultivar sin embargo es: Quiero
que mi marido sienta placer por mí, que le guste.
J.
Kentenich 04.06.1966 – A familias en el Berg Schoenstatt
Querido Paco... de nuevo una lección de humanidad matrimonial. Gracias...!!
ResponderEliminarEspectacular, Paco!!!
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