Entre
los católicos de todo el mundo está despuntando un nuevo sentimiento ante la
vida. Es el sentimiento vital de la humanidad actual que ha comenzado a cundir
también por las filas católicas. La conclusión es que debemos colocar más en
primer plano las cosas terrenales. E indicarle al laico caminos para asumir,
utilizar y valorar las cosas terrenas y cómo llegar a la santidad a través
de ellas ... Por eso: proponemos entonces una espiritualidad
específicamente laical.
Amor conyugal
como camino hacia Dios
Esto
no vale sólo para la vida familiar sino también para la vida conyugal, para
nosotros en nuestra condición de esposo y esposa, para nuestra mutua relación.
Nuestra vida conyugal no es un añadido, sino parte de mi ser, de mi esencia. No
digamos que queremos ser esposos y cultivar nuestra vida conyugal como algo
accesorio. No; todo eso debe ser para nosotros un camino hacia Dios. Incluso el
acto conyugal no tiene que ser cualquier cosa, algo accidental, no; él es un
camino hacia Dios.
Ustedes
advierten que ésta es una espiritualidad específicamente laical, más aún, que
se trata de una espiritualidad específicamente conyugal y familiar. …. Por otra
parte, leemos y escuchamos que Jesús no sólo santificó la vida familiar sino
también la específicamente conyugal. Retornemos a la vida familiar y meditemos
sobre el hecho de que el Señor permaneció treinta años en el seno de su
familia. El católico activo de hoy no puede entenderlo. ¡Por favor! ¡Cuántas
cosas podría haber hecho a lo largo de esos años! ¡Hubiese podido cambiar la
faz del mundo! Quizás se habría podido quedar algunos años en casa… ¡pero
treinta!
Dejemos
por ahora el tema y volvamos a enfocar la vida específicamente conyugal, a la
que Jesús en el evangelio de ayer (Jn 2, 1-12) ponía especialmente en primer plano.
En este punto sería oportuno comentarles brevemente el contexto cultural de la
boda de aquellos tiempos. Pero lo haré más tarde. Espero hacerlo, siempre y
cuando no me olvide.
Lo
que me interesa destacar más en esta tarde —ya comenzamos tocando ese tema— es
estudiar la espiritualidad específicamente laical en relación con la vida
específicamente conyugal. La vida conyugal no debe ser una trampa para mí. La
familia no es un sacramento, pero el matrimonio sí. Por lo tanto, tengo que
aprender a aprovechar mi vida específicamente conyugal para sumergirme más
hondo en Dios. ….
Pensamiento
que me gusta volcar en la siguiente formulación: el matrimonio es una comunidad
de amor y de vida lo más profunda y duradera posible. Recalco que sobre todo es
una comunidad de amor. Por ejemplo, supongamos que padecemos un problema de
fertilidad y no podemos tener hijos. ¿Qué nos queda entonces? La comunidad de
amor del matrimonio. Más aún, una comunidad de amor permanente.
Naturalmente
mantiene su vigencia el otro fin, el de la satisfacción del instinto. También
aquí existe entre los católicos la sensación de que la satisfacción del
instinto es una mera concesión a la debilidad humana. Observen que se trata
nuevamente del desprecio de los valores de la naturaleza "misuse"
(mal uso). En la satisfacción de la apetencia sexual subyace también un valor.
Y en el matrimonio nos concedemos un derecho mutuo a ello. Desarrollemos una
nueva visión de estas cosas.
Analogía
entre el ser de la Santísima Trinidad y el matrimonio
En
nuestra calidad de personas somos, en primer lugar, imágenes del Dios Trino; en
segundo lugar, y en razón de nuestra condición de seres sexuados, los esposos
estamos llamados a complementarnos mutuamente, tanto en lo corporal como
espiritual y anímico.
Siempre
se trata de la misma consigna: que lo que hagamos esté en armonía con la
dignidad de la persona. En el acto conyugal debo salvaguardar mi propia
dignidad personal y la del otro, la de mi cónyuge. De lo contrario no estaré
respetando el orden de ser ni el núcleo mismo del acto conyugal, que ejecutan
personas y no animales.
Como
les decía más arriba, somos imágenes del Dios Trino. Un solo Dios que es tres
personas. Seamos razonables y tengamos la valentía de contemplar los procesos
vitales con total sinceridad. En el acto conyugal ambas personas, esposo y
esposa, varón y mujer, constituyen, integran una unidad peculiar, una unidad
corporal. En ese momento tenemos dos personas distintas, pero a la vez una
unidad.
Estos
son los dos pensamientos que ahora debemos examinar para comprender mejor en
qué contexto debemos ser comunidad de amor y qué sentido tiene que realicemos
el acto sexual - qué sentido tiene el acto sexual desde el punto de vista:
somos imágenes del Dios Trino. Imagen del Dios Trino. Es decir, tres personas y
un solo Dios. De forma semejante es aquí: en el matrimonio tengo que conservar
el carácter personal ..... y al mismo tiempo ser una sola carne con el cónyuge.
¿Qué significa eso ahora? Tengo que mantener el carácter personal incluso en el
acto conyugal .....
J.
Kentenich 16.01.1961, Lunes por la tarde, Tomo 20
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