¡Cuántas
cosas soporta el verdadero amor conyugal! Piensen en las desgracias que nos
afectan personalmente, y las que afectan a toda nuestra familia…
¡Sobrellevarlos juntos! Incluso las infidelidades mutuas… El amor lo soporta
todo.
¡Qué
bello Canto al Amor! Sí; y ya hacia el final san Pablo nos presenta un último
pensamiento. ¿Cuánto habrá de durar este amor? ¿Sólo mientras seamos jóvenes y hermosos?
¿Sólo mientras el hombre conserve su vigor? Si el amor únicamente durase
mientras existiesen tales condiciones, no tendría mucho valor. No; el amor
tiene que durar toda la vida, más aún, toda la eternidad. ….
Muchos
piensan que cuando estemos allá arriba le podremos decir al cónyuge: «Si te he
visto no me acuerdo… Ahora nuestras aspiraciones son las de amar sólo a Dios y
no hay razones para relacionarnos de nuevo. Ya tuvimos que soportarnos bastante
allá en la tierra; al fin estamos libres el uno del otro y no necesitamos
mortificarnos mutuamente por toda la eternidad».
Sin
embargo, san Pablo nos dice que el amor permanece para siempre, por toda la
eternidad. Un pensamiento maravilloso. Se trata siempre de lo mismo: el amor de
Dios es eterno. Y como el amor al prójimo se fundamenta por esencia en el amor
de Dios, nosotros, el esposo, la esposa y los hijos, nos amaremos por toda la
eternidad con un amor aún más profundo. Nuestro afecto mutuo perdurará por
siempre. No sé qué expresiones de cariño utilizaremos allá arriba. Tampoco sé
en qué idioma hablaremos. Pero sí que nos amaremos y estaremos el uno junto al
otro y en el otro. Y eso es lo principal. ….
Aspiremos
a la santidad como matrimonio, como familia. Alcanzaremos esta meta en la
medida en que nos esforcemos en hacer de nuestra vida matrimonial una escuela
superior de amor mutuo y heroico.
J.
Kentenich 13.03.1961 en: “Lunes por la tarde”, Tomo 20, Págs 165 y ss
"Aspirar a que nuestra vida matrimonial sea una escuela superior de amor mutuo y heroico"... qué profundidad y qué desafío diario... gracias Paco por tus palabras!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu reflexión, querido Paco!
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