viernes, 14 de julio de 2023

El matrimonio, escuela superior del amor

El Padre Kentenich durante los primeros años de su destierro en Milwaukee los dedicó en gran parte a escribir. Poco a poco familias alemanas católicas que vivían en Milwaukee y sus alrededores, empezaron a acercarse al Padre para escuchar sus consejos y obtener ayuda espiritual. Es así como tuvo la oportunidad de acompañar a estas familias, y surgieron las conocidas “Charlas de los lunes”. El tomo 20 de esta serie es muy conocido entre los matrimonios de Schoenstatt, y por ello traemos a menudo a este Blog textos del mismo. Hoy transcribimos algunos de sus pensamientos, tan fundamentales para la vida matrimonial.

“En realidad, no existe otro amor humano que pueda ser tan perfecto como el conyugal. Porque el amor conyugal genera entre los esposos una unidad en la que se asocia lo corporal, lo psicológico y lo espiritual. Se trata de una unidad tan especial que podemos hablar con propiedad de una «biunidad». Les repito que no hay otro amor humano que genere una biunidad tan profunda como lo hace el amor conyugal. ¿Por qué? Porque presupone y entraña una biunidad corporal, psicológica y espiritual. De ahí que también podamos afirmar que no existe otro amor terreno que sea reflejo tan fiel del amor divino intratrinitario como el amor conyugal.

Por supuesto, no confundan amor con goce, vale decir, no todo amor está unido automáticamente a un goce de los sentidos. A menudo el amor conyugal exige los mayores sacrificios. El sacrificio es parte de la esencia de todo amor. Sí, todo amor entraña sacrificios. Porque si el amor significa entrega al otro exige a la vez un salir de nosotros mismos.

Que el amor de Jesús hacia su Iglesia sea siempre la norma para nosotros, los esposos. ¿Y cómo es el amor de Cristo hacia su Iglesia? El Señor dio su vida, su sangre por la Iglesia, su esposa. Por lo tanto, yo también debo hacerlo por la mía. Que no llegue a casa sólo para descansar un poco, disfrutar de mi mujer y luego ir a entretenerme con mis ocupaciones favoritas. Tengo que dar la vida por mi esposa, lo que significa ser capaz de darle mi tiempo, de manifestar interés por sus problemas y preocupaciones. ….

En mi condición de esposa, ¿cómo debo amar a mi cónyuge? Sirviéndolo como la Iglesia sirve a Cristo, cultivando la comunión entre los esposos. Que la esposa le brinde a su esposo un amor servicial y abnegado. ……

Alimentemos para ello el amor de Dios en nosotros; hagámoslo continuamente. En la medida en que crezca mi amor a Dios crecerá también mi amor a mi esposa. Si ceso de alimentar mi amor a Dios, vendrá el día en que mi relación con mi cónyuge se tornará fría y distante. …..

Para responder a la pregunta de cómo valora y asegura Jesús el amor al prójimo hay que fijarse en cuál es la norma según la cual se juzgará al hombre en el juicio final. Allí no se nos preguntará si fuimos humildes o guardamos la castidad. …. En aquel día Jesús nos dirá: «Tuve hambre y no me diste de comer. Estaba desnudo y no me vestiste… etc.». Y el hombre le responderá: «Pero ¿cómo? si yo no te vi, Señor». Entonces resonarán aquellas palabras llenas de gravedad y misterio: «Lo que has hecho con uno de estos más pequeños lo has hecho también conmigo».

Apliquemos a nuestro amor conyugal lo que Jesús nos dice en este pasaje sobre la importancia del amor al prójimo. Recordemos que seremos juzgados por el grado del amor que nos hayamos dispensado mutuamente en nuestra condición de esposos. …. “

J. Kentenich 13.03.1961, "Lunes por la tarde", Tomo 20, P. 171 y ss

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