viernes, 25 de noviembre de 2022

¿Cuál es la causa del mal en el mundo?


Una de las asiduas lectoras del Blog ha enviado un comentario para la reflexión. Dice así. En estos tiempos de desarraigo, el estar arraigado en esa confianza en el amor de Dios es como un bálsamo. Sin embargo, hay una mirada que debe ser producto de la época: decir que Dios Padre nos manda el sufrimiento y las caídas, sería admitir que Dios es causa del mal en nuestras vidas, aunque sea indirectamente. Ahí podríamos discutir con nuestro Fundador, porque Dios no puede ser ni directa ni indirectamente causa del mal. En todo caso habría una permisividad indirecta, pero nunca una acción voluntaria de Dios contra el hombre.”

Recuerdo haber escuchado decir a uno de mis familiares – era un sacerdote – que el sufrimiento en este mundo era fruto del pecado. Dios creó al mundo en armonía y felicidad, y el demonio consiguió que el hombre pecara. Nosotros hemos pecado también. Y ahora, en esta tierra nos toca sufrir. Pienso que Dios tiene que ser consecuente con sus propias leyes. Ni siquiera liberó a su Hijo del sufrimiento y muerte en la cruz. Me viene a la mente la Carta que escribió Pedro a los que andaban en la diáspora. Allí dice: “Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.” (1 Pedro 4,1)

Nuestro Fundador explica también esto en su jornada pedagógica que venimos leyendo en estas semanas. En una de las conferencias dice así:

“Detrás de estas terribles catástrofes está la influencia directa del demonio. Por el Apocalipsis sabemos que detrás de todo este acontecer, está la influencia extraordinaria de los poderes anti-divinos. No sólo está actuando la maldad humana, sino que también la maldad diabólica.

Si aquí hacemos una comparación con la época actual, tenemos que señalar que las barbaridades que vemos hoy en el mundo no se pueden explicar por medios naturales. ¡Detrás de esto tiene que esconderse una influencia tremendamente grande del demonio! En el mundo existen muchas desgracias, muchas deficiencias, mucha propensión al pecado y mucha crueldad, lo que se puede explicar con el daño ocasionado por el pecado original a la naturaleza. Para esto no se necesita suponer que haya existido una influencia directa del demonio. Pero ahora yo estoy hablando intencionadamente de una influencia directa de los poderes anti-divinos. La influencia indirecta siempre existe; mientras el mundo sea malicioso y maligno, siempre estará indirectamente expuesto a la influencia del demonio, desde que el demonio, en el principio, indujo a Eva al pecado en el cual Adán también cayó. Sólo así podemos explicar el tremendo mal, la crueldad que ocurre en el mundo. Todas estas situaciones suponen la influencia indirecta del demonio.”

Siguiendo la lectura de la semana pasada comprobamos que el Padre Kentenich quiere ahondar en el pensamiento de que Dios es amor y actúa por amor; habla de que Dios tiene contados todos nuestros cabellos:

“¡El Padre sabe incluso que ha caído un cabello de tu cabeza! El Señor nos quiere decir con esto que el amor de Dios está detrás de todo. ¡Y cuánto más amor de Dios tenemos que ver detrás de todas las dificultades que Dios deja caer sobre nosotros! El Señor se esfuerza parábola tras parábola para hacernos entrar en la cabeza esta ley fundamental del amor.”

Para explicarlo nos recuerda algunas parábolas, y entre ellas la de la oveja perdida (Lc 15, 4-7):

“Si ustedes se adentran en esta parábola, encontrarán la misma situación. El pastor deja a las noventa y nueve ovejas en el desierto para ir detrás de la oveja perdida. Entiendan por favor: ¿No es paradójico dejar a noventa y nueve ovejas solas y exponerse al peligro de perderlas, sólo por una oveja? Esta parábola también se entiende sólo cuando captamos lo que el Señor nos quiere decir: Dios es tan buen Padre que se preocupa de cada uno, y tanto como si estuviera sólo para esa persona. ¡Él se preocupa de los detalles más pequeños! Por lo tanto, tratándose de una completa y perfecta reforma interior, en la vida católica, encontrarán personas que como Pablo estén compenetradas del pensamiento: ¡Él me ama como a la pupila de sus ojos!

…… Tarde o temprano surgirá también la pregunta: el Padre ama también a su Hijo unigénito ¿y cómo deja que lo maltraten? ¿Y se supone que eso es amor? Quien ha comprendido cabalmente nuestro mundo católico, está convencido de que la sabiduría de Dios tiene como meta para todos nosotros el asemejamiento y la incorporación al Dios hecho hombre. Cada vez tenemos que ser hombres más configurados por Cristo y más configuradores de Cristo conforme al ser, en la actitud y en la vida. ¡Esta es una meta tremendamente grande para nuestra autoeducación!”

  

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