viernes, 18 de noviembre de 2022

POR SOBRE TODO, EL AMOR DE DIOS


En las últimas semanas venimos considerando algunos aspectos de lo que nuestro Fundador denominaba ‘tiempos apocalípticos’ en su jornada pedagógica del cincuenta y uno. También hoy nosotros vivimos en tiempos difíciles, trátese de las guerras, del encarecimiento de la vida, de los extremismos de los políticos, del cambio climático, en fin, del olvido generalizado de Dios en nuestras sociedades. Ante tantas ‘señales apocalípticas’ podríamos caer en la tentación de desvanecernos interiormente de miedo y de angustia por todo lo terrible que pueda ocurrirnos a nosotros mismos. Según el Padre Kentenich, nosotros, como personas apocalípticas, deberíamos cultivar el espíritu de una profunda y cálida fe en la divina Providencia. Ya dijimos que esa fe considerada como “la ley de la puerta abierta” quiere determinar esencialmente nuestra concepción de la vida, nuestra tarea de vida y nuestra forma de vida. Seguimos meditando en lo que el Fundador nos dice. En una comparación entre lo que él llama el fatalismo, el Deismo y el Teismo, anima a sus interlocutores a ser hombres que sepan decidirse por sí mismos desde dentro y a luchar contra el hombre-masa, a ser seguidores del Teismo. Él nos lo aclara:

“El teísmo es un reconocimiento práctico al amor como ley fundamental del mundo. Asegura que Dios ha elaborado desde toda la eternidad un gran plan mundial y un pequeño plan de mi vida como un plan de amor, de sabiduría y de omnipotencia y que realiza este plan por amor a través del tiempo con todos sus detalles.

Por eso es que la persona católica con fe en la divina Providencia siempre está rodeada de Dios, incluso también cuando en su vida carga una cruz pesada y pesadísima. La persona católica providencialista construye su vida sobre el amor como la gran ley fundamental del mundo. Está convencida de que todo, absolutamente todo lo que Dios hace, manda y dispone, ocurre hasta en sus más íntimos detalles por amor, a través del amor y para el amor, incluso cuando la justicia divina remeza y sacuda al hombre aquí en la tierra.

Detrás de todo está el convencimiento de que el amor es la fuerza fundamental y de que éste mueve también a la justicia. Todo ocurre por amor también cuando la justicia divina hubiere estipulado al final de nuestra vida la posibilidad de la eterna perdición en el infierno, la última razón sería solo el amor. Dios no quiere que los hombres se vayan al infierno, por eso es que no siempre ni en todas partes el demonio tiene poder sobre los hombres. A veces Dios también quiere lograr sus metas mediante grandes caídas en el pecado. Al final, Dios siempre vence al demonio. También en los casos donde el hombre recibe un golpe tras otro, Dios persigue definitivamente sólo una meta: el amor. A través de todo esto el hombre debe llegar a una gran y profunda unión con Dios en el amor. Acuérdense de los contenidos que hemos estado meditando hasta ahora.

¿Cuál es el sentido de las confusiones apocalípticas? ¡Ellas tienen que ser acelerados obstetras, no acelerados cavadores de tumbas! ¡Deben ayudar a dar a luz a Cristo en la humanidad actual de manera acelerada y perfecta! Preocúpense de que la historia universal actual sea una historia de amor de los hombres con Dios. Esto no sólo es válido para las grandes catástrofes mundiales, sino también para las pequeñas dificultades de cada día, ya sea de la vida matrimonial, profesional o familiar. Todo debe llevarnos a una unión más profunda en el amor con Dios.

El amor como ley fundamental de la vida nos exige no sólo que todo lo hagamos por amor, sino para el amor. La vida práctica a menudo tiene la apariencia de que todo está al revés. Por eso, ustedes se preguntarán de dónde sabemos todo esto. Y es muy comprensible que lo hagan. ¡El hombre actual está cada vez más desarraigado, despersonalizado! ¿Y todo eso debe ocurrir por amor? ¿Entienden ahora lo grande que es la tarea que asume la educación? La educación debe preocuparse de volver a anunciar a los hombres el correcto concepto de Dios, la verdadera imagen de Dios, y así volver a despertar el amor recíproco. Debe preocuparse de que el Dios eterno sea reconocido como Dios-Padre, el Dios del amor. Entendamos cómo san Juan reproduce con una palabra la esencia de Dios, ésta es: ¡Dios es amor! No sólo quiere decir: ¡Dios es justicia! La espiritualidad occidental vive como si la esencia primera de Dios estuviera en la justicia, no en el amor. La Sagrada Escritura protesta rotundamente contra eso. También protesta contra eso la esencia de Dios, la esencia del Salvador del mundo, que se hizo hombre por amor y que como tal asumió cosas terribles y que sufrió por amor a nosotros. …..”

1 comentario:

  1. Hola Paco! Gracias por el texto! En estos tiempos de desarraigo, el estar arraigado en esa confianza en el amor de Dios es como un bálsamo. Sin embargo, hay una mirada que debe ser producto de la época: decir que Dios Padre nos manda el sufrimiento y las caídas, sería admitir que Dios es causa del mal en nuestras vidas, aunque sea indirectamente. Ahí podríamos discutir con nuestro Fundador, porque Dios no puede ser ni directa ni indirectamente causa del mal. En todo caso habría una permisividad indirecta, pero nunca una acción voluntaria de Dios contra el hombre. Qué opinás? Te lo dejo para la próxima entrega!!!

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