Siguiendo las conferencias de la jornada pedagógica que mantuvo el Padre Kentenich en el año 1951 en Santiago de Chile nos hemos dado cuenta de que también nosotros en estos tiempos vivimos en una época marcadamente apocalíptica. Ya sabemos lo que esto significa. Una de las intenciones del Fundador era, y sigue siendo para nosotros, llamarnos la atención de algo que es fundamental en nuestra existencia como Familia, como hijos de Dios: “Nada ocurre por casualidad, todo viene de la bondad de Dios”. En la quinta conferencia se ocupa específicamente de ello:
“¿Qué se desprende de esto para el espíritu
apocalíptico? Él nos da la respuesta a las necesidades y dificultades. Es el
espíritu de una fe en la divina Providencia, marcada, cálida, fuerte, que
abarca a la persona completa. Hoy queremos detenernos en este tema.
Cuando nos encontramos en medio de una
confusión apocalíptica, cuando el tiempo se torna cada vez más oscuro y tenemos
que enfrentar grandes dificultades y catástrofes extraordinarias, entonces es
necesario que nos eduquemos a nosotros mismos y a quienes nos han sido
confiados a una fe práctica en la divina Providencia. ………
La fe práctica en la divina Providencia ocupa
un lugar preferencial en nuestra Familia. Se ha transformado en nuestra
cosmovisión. A la fe práctica en la divina Providencia también la llamamos ’ley
de la puerta abierta’. La expresión se la pedimos prestada a san Pablo. En
distintas oportunidades, él nos indica que Dios le abría una puertecita por la
cual podía pasar para desarrollar una actividad apostólica en tal o cual lugar.
¿Cómo se le abrían estas puertas? ¡Mediante situaciones ordinarias! De repente
se daba la oportunidad de anunciar el Evangelio aquí o allá. La fe práctica en
la divina Providencia le iba mostrando lo que Dios le pedía. En este punto
queremos detenernos un poco para estudiar con mayor profundidad la ’ley de la
puerta abierta’ o la fe práctica en la divina Providencia en el ámbito de la
historia de nuestra Familia.
Tengo que nombrar y fundamentar tres
afirmaciones. La ley de la puerta abierta o de la fe práctica en la divina
Providencia, determina claramente nuestra concepción de la vida, nuestra tarea
de vida y nuestra forma de vida.
Este es el carisma que Dios nos ha regalado.
Esto es un pedacito de la sabiduría de vida moderna, que en el contexto de la
ley de la puerta abierta o de la fe práctica en la divina Providencia hemos
podido adquirir. Como supongo que ustedes conocen la historia de nuestra
Familia en lo esencial, me doy por satisfecho al nombrar unos pocos detalles.
La primera afirmación dice: la fe práctica en
la divina Providencia determina de manera sobresaliente nuestra concepción de
la vida.
La fe práctica en la divina Providencia es la
fuente más grande para reconocer la voluntad de Dios en nuestra vida. ¿Cuáles
son las fuentes por las que puedo reconocer la voluntad y el deseo de Dios?
Puedo recibir una iluminación interna directa o un ángel del cielo me puede
traer una noticia de parte de Dios. También le puedo pedir a un superior que me
dé la solución a ciertos problemas. Dios nos anuncia su voluntad y deseos a
través de ciertas leyes y determinaciones, también habla a través de los mandamientos.
Dios también me puede hablar a través de las situaciones de mi vida, mediante
los nudos que se han formado en mi circunstancia concreta, mediante las
complicaciones de mi vida. Dios nos habla también mediante las grandes
catástrofes, como las que se han desencadenado actualmente en Europa. La
expresión de una fe sencilla es: ’Nada viene por casualidad, todo viene de
la bondad de Dios’. A través del acontecimiento más pequeño y con mayor
razón a través de los grandes acontecimientos, Dios me quiere decir algo personal
a mí. Él ha diseñado por amor el gran plan del mundo y también el pequeño plan
de mi vida. Sólo por eso podemos afirmar que la fe práctica en la divina
Providencia llegó a ser la fuente principal de conocimiento en la historia de
nuestra Familia.
Todos los hijos de Schoenstatt tratan de
descubrir la voluntad y el deseo de Dios en las circunstancias del tiempo, en
las confusiones y dificultades de la vida. ¡Estas no son coincidencias! Mi
tarea consiste en preguntarme siempre: Señor ¿qué quieres de mí? ¿Qué debo
hacer? El mismo Cristo llama nuestra atención sobre esta verdad, diciendo en
forma sencilla: "En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra
cabeza están contados" (Mt 10,30). Y ni siquiera un pelito caerá de
vuestra cabeza o será torcido si no es por la voluntad de Dios. Y eso que los
cabellos son algo insignificante, secundario, de lo que ni siquiera nos
preocupamos. El Señor quiere grabar en nosotros que nada en nuestra vida pasa
sin que esté incluido en el plan de amor de Dios.”
Excelente artículo. Cuando veo que alguna puerta está semi abierta ¿es válido empujarla y entrar?
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