El Padre en un retiro espiritual del 7 al 13 de octubre de 1934 nos habla de la alegría - Es conocido como "Las fuentes de la alegría".
Ofrezco a mis lectores algunas consideraciones suyas sobre la vivencia de la alegría.
"Consideren cómo surge la vivencia de la alegría. Es una pregunta que nos interesa también en el marco de nuestra vida cotidiana, en la pastoral y en la educación. ¿Cómo será que se suscita la vivencia de la alegría? Una revisión serena del proceso nos mostrará que debemos hacer dos cosas. En primer lugar, debemos despertar el hambre de alegría en nuestra alma. Y, en segundo lugar, debemos esforzarnos por sumergir nuestra alma hambrienta de alegría en la atmósfera de la alegría, en una atmósfera de alegría como la que nos llega desde la Sagrada Escritura, desde la vida de los santos y desde la liturgia. Nuestra primera tarea consistirá en despertar el hambre de alegría.
1. Explicación
psicológica
Una sana psicología a la vez que nuestra vida concreta
nos permiten alcanzar una clara comprensión de la relación psicológica que
existe entre esos dos momentos del hambre de alegría y del sumergirse en la
atmósfera de alegría. Si estoy sufriendo hambre y entro a un recinto en el que
me llega un aroma de alimentos asados ¿no es acaso evidente que me lance con
avidez sobre los mismos? ¿Cuál es el sentido de la educación, psicológicamente
hablando? Suscitar un movimiento espiritual de bienes, un movimiento espiritual
de alegría. Ahora bien, para que esos bienes se capten en forma correcta es
necesaria una correspondiente perspectiva de intereses o receptividad para los
valores. Hay que generar ambas cosas: la receptividad para los valores y el
movimiento de alegría. Esto mismo es lo que hemos expresado al decir que
debemos despertar el hambre de alegría y sumergir el alma hambrienta de alegría
en una atmósfera de alegría.
2. La alegría,
un instinto primordial y un derecho inalienable
El hambre de alegría se despierta en nosotros cuando
nos convencemos debidamente de que el instinto de alegría, el instinto de
felicidad, es un instinto primordial de la naturaleza humana. Con esto tienen
ante ustedes una afirmación de enorme importancia. Queremos alimentarla y
convencernos de ella en forma tan clara y profunda que tengamos así una base
firme a partir de la cual podamos formar y plasmar más tarde la vida en forma
sistemática. ……
Por tanto, es falso y erróneo cuando se dice aquí y
allá que la alegría no es más que un trago de una botella de champaña que muy
pocos mortales pueden adquirir. ¡No es verdad! Todo aquel que pueda decir que
posee naturaleza humana tiene un derecho inalienable a la alegría. Por eso
mismo, el instinto de alegría debe ser satisfecho de alguna manera —el cómo lo
veremos más adelante— pues, de lo contrario, la naturaleza puede enfermarse,
puede sufrir una quiebra irreparable.
También se equivocan los que afirman que la alegría es
una niñería: cosa para niños, niñas y mujeres pero no para vigorosas figuras
masculinas. El varón tiene que cumplir con su deber; todo lo demás es
secundario. ¡Es erróneo! El varón también tiene naturaleza humana, el instinto
de alegría también está asociado con la naturaleza del varón y,
consiguientemente, el varón también tiene un derecho a la alegría.
Y del mismo modo hablan y actúan en forma totalmente
errónea los que opinan, en nombre de la religión, que una religión, sobre todo
la religión cristiana, no debe suscitar alegría ni deformarse en alegría. ¡Qué
erróneas son tales concepciones, ya por el solo principio que dice: gratia
naturam non destruit, sed elevat! Aun cuando estemos insertos en el mundo
de lo religioso, en el mundo de la gracia, no renunciamos a un sano derecho
natural. Así, también Francisco de Sales y todos los que se hacen eco de él
tienen razón cuando dicen: ¡un santo triste es un triste santo! Es decir: un santo que está triste es una caricatura de santo porque no ha
cumplido el sentido de su naturaleza, no ha enderezado lo que, según la
intención de Dios, debe enderezarse sin falta.
3. La alegría
humana, participación de la alegría divina
Si es así que la alegría es un instinto primordial de
la naturaleza humana, de ello se sigue una segunda consecuencia: la convicción
de que la alegría tiene que ser de manera singular una participación de la
alegría divina. Los instintos primordiales, los instintos primordiales
sanos queridos por Dios deben estar profundamente arraigados también en Dios.
¡Recuerden que Dios es un Dios de alegría, que la alegría forma parte de la
esencia de Dios! La profunda razón psicológica de esa afirmación estriba en que
la alegría es el reposo del apetito en la posesión de un bien. ¿Y acaso no
posee la voluntad de Dios el bien supremo en forma constante, eterna,
inamisible, permanente, segura y garantizada? Dios se posee a sí mismo como el
Bien Supremo. Por esa razón, Dios tiene que ser un Dios de alegría y quien ama
a Dios, quien esté arraigado en Dios, participa de la vida divina y tiene que
participar por ello también en la alegría divina."
Frecuentemente Dios cambia nuestros planes, apareciendo de inmediato la tristeza. Así nos ocurrió el día de Noche Buena, una llamada a nuestra hija mayor informándole de que una estrecha amiga lado positivo en Covid hizo que no pudiéramos viajar en ese mismo día al encuentro navideño con abuelo, tíos y primos. Ver las maletas junto a la puerta y los billetes de AVE en la mano causaba tristeza.
ResponderEliminarLo que no podíamos imaginar en ese momento era que esa noche, junto a Belén,cantando villancicos con mi 3sposa y nuestros tres pequeños supondría la vivencia más ALEGRE de la Navidad, situación que nunca habíamos vivido a tes al celebrar cada año la Navidad en un ambiente familiar más amplio pero donde el nacimiento del Salvador no es el centro.
Lo triste, es que ese anhelo de alegría se truncaba año tras año por esa costumbre navideña de "viajes, regalos, comidas, bebidas y conversaciones
mundanas y diplomáticas"
Así, este Divino cambio de planes tornó la tristeza en profunda alegría, la alegría auténtica que tanto anhelaba nuestro corazón.
Gracias, Paco, estos textos que nos traes del P. Kentenich son un acierto y una necesidad en el tiempo que vivimos,tiempo esclavo de tantas " alegrías" que no llenan nuestro profundo anhelo de la auténtica alegría, por beber y beber en fuentes tristes apariencia alegre.
Con gratitud y alegría
Justo Garcia