viernes, 1 de octubre de 2021

TRANSFIGURAR EN DIOS EL AMOR INSTINTIVO – El ejemplo de San Francisco de Sales

Seguimos leyendo en las páginas señaladas la semana pasada del libro ‘La santificación de la vida diaria’:

“Todos debemos estar muy agradecidos de que, en medio de la inseguridad espiritual de nuestro tiempo, tengamos un guía confiable en la persona de san Francisco de Sales. En efecto: él es al mismo tiempo santo y doctor de la Iglesia. También otras lumbreras en el firmamento de la santidad y de la ciencia nos señalan a su modo el mismo camino. Así, por ejemplo, san Ignacio quiere enseñarnos por sus Ejercicios Espirituales no sólo a captar intelectualmente las verdades sino también y sobre todo a sentirlas y gustarlas en nuestro interior. Sin embargo, san Francisco de Sales parece tener en ese sentido una misión especial.

Su amor a Dios está encendido de ardor afectivo. A partir de su actitud interior íntegra podrá entenderse fácilmente que también su amor al prójimo, que se encuentra por cierto al mismo nivel que el amor a Dios, sea acentuadamente afectivo y determinado de forma natural. No le resulta molesto saberse en ello en oposición a la práctica de otros santos. ….

Francisco de Sales piensa y actúa de manera totalmente diferente. Con naturalidad y franqueza cuenta acerca de la profunda conmoción que sintió al estar junto al lecho de muerte de su querida madre. Y prosigue, entonces: “Tuve el coraje de darle la última bendición, de cerrarle los ojos y la boca y de darle un último beso de paz en el momento de su partida. Pero después, mi corazón se oprimió muchísimo, y lloré por esa buena madre más de lo que jamás lloré desde que pertenezco a la Iglesia. Con todo, eso se dio sin amargura espiritual”.

De forma semejante, genuinamente humana, recibió la noticia de la grave enfermedad de su hermano. En esa ocasión dice: “¡Ay, mi hermano es feliz, como supongo! Pero no por eso puedo evitar llorar por él… No puedo eliminar los sentimientos de dolor que despierta en mí la naturaleza”. …..

La hijita de Francisca de Chantal, a la que también él tenía afecto, había muerto. A la noticia de la muerte responde Francisco:

«Nuestra pequeña pobre Charlotte es feliz de haber dejado este mundo antes de que llegara a rozarla… ¡Ah! Es preciso llorar un poco: ¿no tenemos acaso un corazón humano y una naturaleza sensible? ¿Por qué no llorar por la que ha partido de nuestro lado, si el Espíritu de Dios no sólo nos lo permite, sino que hasta nos lo indica?».

Francisco temía que, por su aspiración a la santidad, la señora de Chantal se educara a sí misma de forma demasiado inhumana. Por eso la exhorta a brindar a sus hijos las caricias usuales del país y del lugar. En cierta ocasión, le escribe:

«¡Cuánto lamento no poder ser testigo de las caricias que recibirá Celse Benine de una madre que se ha hecho insensible ante todos los sentimientos de la maternidad natural! Pues creo que serán muestras de afecto terriblemente atenuadas. ¡Oh no, mi querida hija! ¡No sea usted tan cruel! ¡Demuéstrele alegría por su llegada a ese pobre, joven Celse Benine!».

El ideal de Francisco era la relación entre completa indiferencia y amor lleno de afecto. Y él mismo indica un camino posible, que uno de sus mejores conocedores presenta de la siguiente manera:

«Al comienzo, el alma concentra todas sus fuerzas sin excepción y sin reserva alguna en Dios, la meta única de su ser. Así, el alma se eleva en libre vuelo hacía aquella cumbre suprema de la perfección en la que sólo Dios se encuentra ante sus ojos, con su imponente grandeza. Entonces, la tierra desaparece de su vista, los bienes terrenos no tienen ya atractivo alguno para ella, el corazón se ha hecho indiferente a todo lo terreno.

Pero el hombre encuentra en Dios al creador de todo lo verdadero, bueno y bello que hay en el mundo, al plasmador de su propio ser, que ha orientado las inclinaciones humanas hacia los valores creados. Por eso, el alma desciende nuevamente por la “escala de Jacob” del amor. Ama nuevamente la patria, los bosques y las flores, la familia y los amigos, el arte y la ciencia. Pero los ama con un amor nuevo: no ya porque el yo terreno los apetezca, sino por el bienamado Padre del Cielo, que ha creado todos esos bienes y quiere ahora que su hijo se alegre por ellos». ….

Es posible que relacionar de forma tan estrecha el amor natural con la santa indiferencia sin detrimento de ninguno de ambos aspectos no sea cosa para cualquiera. Alguno podrá tener que poner un poco más las riendas a sus instintos naturales, temiendo con razón peligrosas descargas de la vida afectiva.

De todas maneras, Francisco de Sales logró establecer brillantemente esta relación. Por eso se yergue también ante nosotros como un modelo clásico, sobre todo en cuanto a la santidad de la vida diaria en medio del mundo. Quien sepa clarificar y transfigurar en Dios el amor instintivo y natural no sólo creará un hombre nuevo, redimido, tal como nos lo exige la época actual, sino que ayudará al mismo tiempo a preservar el cristianismo del reproche de ser inhumano, carente de naturalidad y artificioso.”

 

1 comentario:

  1. "acentuadamente afectivo y determinado de forma natural"...en una encuesta hecha a sacerdotes, nos respondieron que muchas veces la falta de educación en la afectividad en el seminario, provocó un "espiritualismo exacerbado" y un "activismo absurdo" en los sacerdotes... me acordé de eso a medida que iba leyendo... cuando la naturaleza corpórea no es tenida en cuenta, nuestro ser se rebela más tarde o más temprano... todo un tema para debatir!!!
    Gracias Paco! Lo envié varias veces porque tocás temas muy actuales!

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