Me llama la atención la cantidad de autores, poetas, novelistas o filósofos, que el fundador cita en este ‘Estudio’ sobre el principio paternal. Sabemos que el Padre Kentenich era un asiduo lector. En la última página del apartado que estamos leyendo en estas semanas – la “muerte del padre” en los siglos pasados –, y que hoy reproduzco en el Blog, nuestro fundador trae algunos textos de cinco escritores, dos franceses, dos alemanes y un juez americano.
De André Paul Gide, Premio Nobel de Literatura en el año 1947, nos regala un pasaje en el que describe el sentimiento vital de la juventud en el siglo anterior. Dice así:
“Hace 30 años que André
Gide escribió con gran éxito la parábola del hijo pródigo, aplicándola a su
época. En el regreso a la casa paterna describe el encuentro con un joven
hermano que ha nacido durante su ausencia. El más joven escucha atentamente al
mayor cuándo éste no se cansa de contar sobre el mundo exterior. Abiertamente
confiesa:
“lamentablemente fui demasiado
débil para quedarme afuera para siempre; tuve necesidad del padre. ¡Pero tú, sé
fuerte! ¡Vete lejos de él y no regreses jamás! ¡Haz del extranjero, tu patria!”
“En una habitación se hallan reunidas algunas personas y cuentan acerca de sus vidas. En realidad, no lo hacen tanto las unas para las otras, sino mucho más para “la voz que está detrás de la cortina”. Allí está sentado el gran padre, quien los llamó a todos a la vida y que ahora los convoca para que rindan cuentas. Se han puesto de acuerdo entre ellos y también con él que expresará su aprobación o desacuerdo valiéndose de una campanilla y de espaciadas acotaciones breves. Por eso él reacciona de vez en cuando, una vez de ésta, otras de aquella manera. Pero su crítica es casi siempre negativa. Por este motivo el representante del pequeño grupo resume la conclusión final con las breves palabras: “El viejo nos dejó plantados... La situación es dura... ¿Ante quién vamos a arrodillarnos ahora? ¡Sigamos adelante!”
¿Qué quiere expresar el poeta?, escribe el
Padre. Salta a la vista que la juventud actual está dispuesta a pedir junto con
Felipe: ¡Muéstranos al Padre! – al Padre terrenal y al celestial. …..
Y del otro filósofo e historiador alemán, Ernst Jünger (1895-1998), y del juez americano nos aporta en cada caso unas indicaciones sobre el anhelo de una nueva imagen del padre que ya en esos tiempos se hacía visible en muchos círculos de la juventud de entonces. El fundador escribe en su estudio:
“Los sociólogos hacen notar
que se está presentando en forma más amplia un creciente movimiento de retorno
de la juventud al padre y a una vinculación con él. La juventud no puede y no
quiere renunciar por más tiempo a la autoridad paternal, la experimenta como
apremiantemente necesaria. …… Ella exige protección y cobijamiento, conducción
y vinculación interior; pero no en un sistema duro y engañoso, sino en una
función sincera y segura y personal por parte del padre así tal como se da en
la vinculación personal entre ambos aliados. Brevemente dicho: ella anhela una
nueva imagen del padre.
Al respecto dice Ernst Jünger: “La solución depende de una nueva concepción de la palabra padre”.
En la misma línea va la concepción de un juez americano. Este último declara:
(Partiendo de mi experiencia) “llego al principio compuesto por ocho (en la traducción al español, diez) palabras que, estoy convencido, es más decisivo que todos nuestros comités, prescripciones y proyectos de millones de dólares: “¡Hagan que el padre sea nuevamente cabeza de la familia!”.
Finalizando las reflexiones de hoy encontramos en el texto a Jean-Paul Sartre. El fundador escribe lo siguiente refiriéndose a la juventud que anhela otra imagen del padre:
“ ……. En todo caso, está hastiada de la autonomía que ha tenido hasta ahora. Quisiera salir de ese encierro. Ha estado demasiado tiempo al borde de la nada. Y ha experimentado algo del infierno.
¡Quiere regresar! ¡Regresar
realmente! ¡Regresar al Padre Dios! Regresar a su transparente terreno que lo
hace visible constantemente, que señala hacia Él y asegura el vínculo con Él.
Sola no puede encontrar el camino. Para esto aún se encuentra demasiado poseída
de sí misma. Y esta auto posesión no le permite encontrar la puerta hacia el
tú: hacia el tú divino y humano, si bien en ese alejamiento del tú y en la
indisoluble auto posesión ha experimentado algo del infierno. Es lo que
menciona Sartre con las palabras: el infierno es el otro.”
La expresión “¡Hagan que el padre sea nuevamente cabeza de la familia!” me genera cierta inquietud... ¿qué implicancias tiene? ¿qué significa "cabeza"? ¿y la madre? ¿Por qué no podríamos poner a los dos a la cabeza de la familia? En reciprocidad y complementariedad, como un águila bicéfala (aunque la imagen recuerda a los imperios, no importa!). Dios es padre y madre...ese es el equilibrio que teneos que buscar... cómo su autoridad es materna y paterna a la misma vez... entiendo que así como en Dios no se da una sin la otra, de la misma manera el hombre tiene que buscar y trabajar esa unidad.
ResponderEliminarLa ausencia del padre es la ausencia de esa autoridad que es materna y paterna. Si no, caemos de nuevo en los extremos.
Gracias por los textos, querido Paco...