viernes, 21 de mayo de 2021

El problema (y la tarea) del padre, ayer, hoy y mañana ...

Continúo leyendo, y ofreciendo a mis lectores, las reflexiones que el Padre Kentenich escribiera en el año 1964 sobre el ‘principio paternal’ en las comunidades religiosas y el resumen retrospectivo que nos hace sobre el ‘problema del padre’ en los últimos doscientos años. El que desee leer el texto original, lo puede hacer abriendo el “link” que apunto al final de esta entrada.

En mi meditación de esta semana traigo algunas frases del texto citado que me invitan a pensar en los tiempos actuales y en mi propia actuación como padre y como miembro de una comunidad schoenstattiana de familias. El fundador escribe así:

“Conocedores de los tiempos actuales hablan a menudo de una época apocalíptica. No es que traten de decir que el mundo está a punto de desaparecer. Solo pretenden expresar que nuestro tiempo se asemeja en muchos aspectos a la época del fin del mundo descrita en las Sagradas Escrituras: como un huevo se asemeja a otro huevo.

Según la visión bíblica, pertenece a las manifestaciones escatológicas características no solo un generalizado enfriamiento del amor sino principalmente la ruptura total de las relaciones familiares, que se evidencia en un alejamiento de los hijos respecto a los padres y de la forma de ser del hijo respecto a la del padre. Es por ese motivo que el arcángel Gabriel le anuncia a Zacarías que Juan, en la fuerza de su misión específica, “irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los (hijos) rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lc 1,17)

Todos los que siguen las huellas del Bautista en situaciones similares, tienen hoy la tarea de unir nuevamente los corazones de los padres y de los hijos en una indisoluble bi-unidad. Todos ellos pueden y deben ser padres per emientiam de su comunidad, a la que nunca cesan de amar. De lo contrario, es imposible cumplir su misión. Deben unirse para formar una comunidad de padres que consideren como tarea de vida el defender el triunfo de la idea del padre y el triunfo del padre en el orden de la naturaleza y de la gracia. Esa parece ser la exigencia que Dios hace sin cesar, por medio de la vox temporis, a los hombres que él elige para ello, hombres que tienen oídos para oír y ojos para ver”.

El texto citado está escrito hace casi cincuenta años, ¿no pareciera que el tiempo actual se asemeja al tiempo descrito en aquel entonces como “un huevo a otro huevo”? ¿Cómo veo y describo yo los tiempos actuales y recientemente pasados al pensar en la figura del padre?

¿No podría ser que las ramas de la obra familiar del Movimiento apostólico de Schoenstatt, la Liga, la Federación y el Instituto de familias, estuvieran llamadas hoy a llevar a la práctica la tarea de vida que el P. Kentenich apunta en este estudio, o sea, “defender el triunfo de la idea del padre y el triunfo del padre en el orden natural y de la gracia”? Eso sí, la premisa del propio fundador es que estos hombres, a más de ser elegidos, deben de tener oídos para oír y ojos para ver.

Cito el enunciado de la tarea a la que se refiere el Padre:

Pero hay que considerar la tarea del padre en la familia. La familia puede ser un refugio sin él. Pero solo cuando el padre es la puerta por la que se accede al mundo, el guardián, que simultáneamente protege a la juventud frente al mundo y actúa como su representante frente al mundo, sólo entonces se da la auténtica familia.

Los especialistas y consejeros en la educación corroboran esta verdad: los hijos y las hijas no pueden madurar si no tienen padre. Un padre es más que un engendrador, y más que un proveedor de alimentos. La tarea del padre es crear un espacio vital y de acción para los hijos y para su madre, dominando con ello una parte del mundo y representando así un ordenamiento del mismo.”

Acabo de ver en televisión una entrevista a la reina Máxima de Holanda con motivo de su cincuenta cumpleaños. El periodista le preguntó también sobre su marido. La reina Máxima contestó: "Él es el padre de mis hijos, pero además él es mi ancla, él me ayuda a mantener la concentración, él me anima y motiva para que haga mi trabajo y a la vez me sostiene." Lo dijo emocionada, se notaba que decía la verdad. Me pareció interesante la respuesta como una concreción de la tarea del padre para con la madre.

El texto citado en la entrada se puede leer aquí:

  Resumen retrospectivo sobre el problema del padre

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