Completando la serie de reflexiones de las últimas semanas sobre la ‘paternidad’, traigo hoy unos pensamientos de Virginia Parodi, Hermana de María de Schoenstatt y doctora en teología, entresacados de su libro “El vínculo con el fundador: ¿Por qué? ¿Para qué?” (Editorial Schoenstatt-Nazaret, Argentina). Inicio la cita con unas palabras del Padre Kentenich sobre el mismo tema:
“Desde sus santuarios, la santísima Virgen procura transmitirnos un carisma. ¿Cuál? Una nueva imagen de Padre. El amor infinitamente misericordioso del Padre, el Padre Dios que nos ama infinitamente. Un Padre Dios que nos sale al encuentro sonriendo… Un Padre que no puede hacer otra cosa que amarnos indeciblemente”. (Conferencia del 15 de marzo de 1966).
Los dos
elementos constitutivos de su carisma
Es en la realidad de la alianza de amor que su carisma
recibe su sello y cuño más original. En cuanto a una formulación concreta, se
lo puede describir con una u otra frase, pero hay dos elementos básicos que no
deben faltar y que constituyen su carisma:
• ser un
transparente de Dios para los demás (paternidad)
• ser un
instrumento de la MTA en la educación de hombres “nuevos” y de una comunidad
nueva que tengan como imagen arquetípica, modelo y educadora a María.
El carisma del padre José Kentenich está orientado a
la formación de esa personalidad que madura en una red orgánica de vínculos,
tanto en el marco de sus relaciones naturales, como en el de la vida interior,
en comunión con el Dios Trino. ….
Paternidad
carismática: religiosa y pedagógica
Ser icono del Padre Eterno resume el esfuerzo de
nuestro padre por intentar que quien esté con él tenga una experiencia de la
paternidad de Dios, de lo que significa que alguien lo quiere, lo acepta, lo
recoge, lo sostiene más allá de sus límites y fracasos personales. Una
particularidad de su carisma que suele expresar con el término: carácter de
transparente y que está sustentada en la verdad teológica de la semejanza entre
Dios y el ser humano (cfr. Gen 1,27).
“El Dios uno y
trino de la revelación trasciende nuestra comprensión. Para acercarse un poco
más a nuestro entendimiento, quiere salirnos al encuentro a través de quienes
lo transparentan: personas nobles, especialmente la santísima Virgen y su Hijo
Unigénito. Nobles imágenes de Dios, en el orden natural y sobrenatural,
facilitan al hombre intelectual pasar de la imagen al prototipo y tener así una
representación más tangible del Dios infinitamente perfecto. Sobre todo,
personas profundamente bondadosas tienen en esto una importante misión. Ellas
deben hacer comprensible el Dios de bondad al hombre que lo busca. Estos
conocimientos y observaciones nos impulsan a reflejar, lo más perfectamente
posible, las magnificencias de Dios en nuestro ser y en nuestra vida”. (Pensamientos de Sponsa, 1942).
Cuando hablamos de la paternidad de nuestro padre, no
hablamos de una cualidad unida al sexo masculino sino de un carisma que lo hace
portador de nueva vida, que despierta vida y la recoge orientándola a su
plenitud. La Paternidad de Dios -y toda paternidad sobrenatural, más aún
carismática- no es una paternidad “masculina” sino paternidad y maternidad al
mismo tiempo.
Paternitas-maternitas de nuestro padre
Padre por su
cualidad natural
Padre por el
carisma de fundador
Padre en virtud
de su carisma
Al hablar de la paternidad de nuestro padre nos
referimos, en una primera instancia, a su condición de fundador, de transmisor
de su propia vida espiritual. En segundo lugar, hacemos alusión, además, a una
cualidad natural, a ese don de su estructura psicológica en el que se une su
profunda capacidad empática a una actitud abnegada de servicio a la persona
concreta.
Pero en su caso hay aún algo más: José Kentenich no
sólo es padre por ser fundador y por tener una calidez paternal natural. Él es
padre, sobre todo, en virtud de su carisma, en una paternidad que en su
transparencia y pureza espeja, en Cristo, el amor misericordioso de Dios.
“Lo que germinó
en mí (con el tiempo) fue una amplia paternidad cuyo objetivo sólo fue, en
definitiva, actuar creativamente donde pudiese con un amor servicial. Se
trataba, además, de una paternidad que el otro despertaba creadoramente
haciéndola trascender.
Casi podría
decir que toda esa fuerza para amar que palpitaba en mí, intacta, se transformó
en amor paternal y regó una amplísima extensión del terreno que tenía por
delante, pero sin lesionar jamás -ni en lo mínimo- el imperativo de permanecer
interior y exteriormente intacto”. (Escrito al
P. Menningen, 14 de septiembre de l955).
Necesitamos volver a reflexionar sobre esto que pusiste, querido Paco!
ResponderEliminar"Cuando hablamos de la paternidad de nuestro padre, no hablamos de una cualidad unida al sexo masculino sino de un carisma que lo hace portador de nueva vida, que despierta vida y la recoge orientándola a su plenitud. La Paternidad de Dios -y toda paternidad sobrenatural, más aún carismática- no es una paternidad “masculina” sino paternidad y maternidad al mismo tiempo."
Eso lo podemos entender también dentro de lo que Jung sostiene de animus y anima que están presentes ambos tipos en los varones y en las mujeres...
Qué lindo sería poder hacer un Congreso con todos estos temas...