viernes, 26 de febrero de 2021

Paternidad y autoridad

Al reflexionar sobre el principio paternal me he acordado de nuestro querido Padre Günther M. Boll (1931-2014), hijo amado del Padre Fundador y testigo privilegiado de su carisma. En una entrevista con la revista “Carisma” de octubre 1981 se refiere así al tema que nos ocupa:

“El principio paternal se relaciona con el concepto de autoridad; la visión del tiempo actual en crisis; y el proceso renovador de la Iglesia y de la sociedad. El Padre vio que hoy se está disolviendo todo vínculo que por siglos mantuvo sano al individuo y a la comunidad. Se produjo un cambio en la sicología del hombre, que destruyó su capacidad de vincularse. El Padre detectó que detrás de ello había un problema de autoridad. Por un lado, advirtió el exceso, un autoritarismo o tendencia a la tiranía, el despotismo que es propio de los países con bolchevismo. Por otra parte, se encontró con un liberalismo extremo, que no reconoce autoridad estable alguna. El Padre vio que el hombre, para sentirse sano y seguro, necesita vincularse a una autoridad, pero vio también que hay una gran incapacidad para recibir y asumir la autoridad y respetar al mismo tiempo la libertad.

En ese sentido, para el Padre Kentenich el concepto o la figura clave es la del “padre”. La autoridad auténtica tiene su origen último en el Dios Padre. Habló de “principio paternal”, porque toda la autoridad en última instancia proviene de Dios Padre, quien la deposita en portadores de ella dentro del Estado, la Iglesia y la familia. El principio paternal es para el Padre Fundador el gran eje de la sociedad humana”.

En el estudio del Padre Kentenich titulado “What is my philosophy of Education” podemos leer sus pensamientos sobre la paternidad que subrayan lo dicho por el Padre Boll:

“ ….. El amor, simplemente, no sólo es el mayor poder en el cielo y en la tierra, sino que ha de ser visto y valorado como el gran poder creador en la educación. No en vano se escucha en el Movimiento de Schoenstatt, que educadores son hombres que aman y que nunca dejan de amar. Los verdaderos auténticos educadores son genios del amor.

…. Con esto ya nos estamos refiriendo a la actitud fundamental que Schoenstatt exige de sus educadores: la actitud de paternidad sacerdotal.

Lo sacerdotal

La palabra sacerdotal tiene dos sentidos. Puede ser considerada desde un punto de vista filosófico o teológico. En el primer caso, en el sentido de una acentuada filosofía del ser, significa el estar enraizado en forma inquebrantable en últimos principios metafísicos del ser, que según la ley ordo essendi est ordo agendi (el orden del ser determina el orden de actuar), determinan la vida y la doctrina. Afirmando ambas sobre un fundamento de roca, dan de esta manera, en un tiempo de creciente confusión espiritual, tanto al educador como al educando, firmeza, cobijamiento y seguridad ante la vida.

Ciertamente es un riesgo situarse hoy en día en esta perspectiva. Se encuentran relativamente pocos defensores de una philosophia perennis. En todas partes —o casi siempre— se habla de un conocimiento experimental, de una filosofía existencial, de teorías del desarrollo absoluto, que no encuentran en el ser ni un fundamento ni un núcleo permanente.

Es evidente que no es tarea fácil recomendar a tales círculos que busquen un fundamento metafísico para su actitud como educadores. El caso se torna aún más complicado si se piensa y considera la importancia y el fundamento teológico de la actitud sacerdotal para el educador. En este caso se piensa en una participación marcadamente original del educador en la actividad educadora del Padre Dios, que se prodiga creadoramente regalándose a sí mismo sin medida.

Lo paternal

La paternidad determina la mentalidad y la actitud, forma un original estilo de vida y de trabajo, se arraiga siempre en el ser padre que, considerado metafísicamente, es reflejo y transparente o participación en la paternidad divina. Normalmente esta paternidad alcanza su expresión más honda cuando una experiencia religiosa de filialidad ante el Padre Dios la ha precedido y la acompaña.

Esto quiere decir que, a la larga, sólo puede llegar a ser padre, en el pleno sentido de la palabra, aquel que posee, en forma permanente, una profunda vivencia de hijo ante el Padre Dios. Pero casi siempre tales experiencias de filialidad sobrenatural suponen vivencias semejantes en el plano natural o en relación a transparentes humanos de Dios.

Según la ley de transferencia de los sentimientos, una experiencia negativa de paternidad en relación al transparente humano condiciona esencialmente la relación con Dios. Por eso puede afirmarse con propiedad que tiempos sin padre son tiempos sin Dios. Casi necesariamente tales tiempos están condenados a engendrar en gran escala ateos de todo tipo. Al revés, también vale la afirmación de que tiempos plenos y ávidos de paternidad son tiempos plenos y ávidos de Dios.

Si mantenemos esta perspectiva ante nuestra mirada, comparándola con la posición que ocupa el padre en la cultura moderna, no es difícil formular la importante aseveración: la tragedia del tiempo actual es, en el fondo, la tragedia del padre. En forma creciente vivimos y nos movemos en un tiempo sin padre”.

 

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