Al reflexionar sobre el principio paternal me he acordado de nuestro querido Padre Günther M. Boll (1931-2014), hijo amado del Padre Fundador y testigo privilegiado de su carisma. En una entrevista con la revista “Carisma” de octubre 1981 se refiere así al tema que nos ocupa:
“El principio paternal se relaciona con el
concepto de autoridad; la visión del tiempo actual en crisis; y el proceso
renovador de la Iglesia y de la sociedad. El Padre vio que hoy se está
disolviendo todo vínculo que por siglos mantuvo sano al individuo y a la
comunidad. Se produjo un cambio en la sicología del hombre, que destruyó su
capacidad de vincularse. El Padre detectó que detrás de ello había un problema
de autoridad. Por un lado, advirtió el exceso, un autoritarismo o tendencia a
la tiranía, el despotismo que es propio de los países con bolchevismo. Por otra
parte, se encontró con un liberalismo extremo, que no reconoce autoridad
estable alguna. El Padre vio que el hombre, para sentirse sano y seguro,
necesita vincularse a una autoridad, pero vio también que hay una gran
incapacidad para recibir y asumir la autoridad y respetar al mismo tiempo la
libertad.
En ese sentido, para el Padre Kentenich el
concepto o la figura clave es la del “padre”. La autoridad auténtica tiene su
origen último en el Dios Padre. Habló de “principio paternal”, porque toda la
autoridad en última instancia proviene de Dios Padre, quien la deposita en
portadores de ella dentro del Estado, la Iglesia y la familia. El principio
paternal es para el Padre Fundador el gran eje de la sociedad humana”.
En el estudio del Padre Kentenich titulado “What is my
philosophy of Education” podemos leer sus pensamientos sobre la paternidad que
subrayan lo dicho por el Padre Boll:
“ ….. El amor, simplemente,
no sólo es el mayor poder en el cielo y en la tierra, sino que ha de ser visto
y valorado como el gran poder creador en la educación. No en vano se escucha en
el Movimiento de Schoenstatt, que educadores son hombres que aman y que
nunca dejan de amar. Los verdaderos auténticos educadores son genios del
amor.
…. Con esto ya nos estamos
refiriendo a la actitud fundamental que Schoenstatt exige de sus educadores: la
actitud de paternidad sacerdotal.
Lo sacerdotal
La
palabra sacerdotal tiene dos sentidos. Puede ser considerada desde un punto de
vista filosófico o teológico. En el primer caso, en el sentido de una acentuada
filosofía del ser, significa el estar enraizado en forma inquebrantable en
últimos principios metafísicos del ser, que según la ley ordo essendi est
ordo agendi (el orden del ser determina el orden de actuar), determinan la
vida y la doctrina. Afirmando ambas sobre un fundamento de roca, dan de esta
manera, en un tiempo de creciente confusión espiritual, tanto al educador como
al educando, firmeza, cobijamiento y seguridad ante la vida.
Ciertamente
es un riesgo situarse hoy en día en esta perspectiva. Se encuentran
relativamente pocos defensores de una philosophia perennis. En todas
partes —o casi siempre— se habla de un conocimiento experimental, de una
filosofía existencial, de teorías del desarrollo absoluto, que no encuentran en
el ser ni un fundamento ni un núcleo permanente.
Es
evidente que no es tarea fácil recomendar a tales círculos que busquen un
fundamento metafísico para su actitud como educadores. El caso se torna aún más
complicado si se piensa y considera la importancia y el fundamento teológico de
la actitud sacerdotal para el educador. En este caso se piensa en una
participación marcadamente original del educador en la actividad educadora del
Padre Dios, que se prodiga creadoramente regalándose a sí mismo sin medida.
Lo
paternal
La
paternidad determina la mentalidad y la actitud, forma un original estilo de
vida y de trabajo, se arraiga siempre en el ser padre que, considerado
metafísicamente, es reflejo y transparente o participación en la paternidad
divina. Normalmente esta paternidad alcanza su expresión más honda cuando una
experiencia religiosa de filialidad ante el Padre Dios la ha precedido y la acompaña.
Esto
quiere decir que, a la larga, sólo puede llegar a ser padre, en el pleno
sentido de la palabra, aquel que posee, en forma permanente, una profunda
vivencia de hijo ante el Padre Dios. Pero casi siempre tales experiencias de
filialidad sobrenatural suponen vivencias semejantes en el plano natural o en
relación a transparentes humanos de Dios.
Según
la ley de transferencia de los sentimientos, una experiencia negativa de
paternidad en relación al transparente humano condiciona esencialmente la
relación con Dios. Por eso puede afirmarse con propiedad que tiempos sin padre
son tiempos sin Dios. Casi necesariamente tales tiempos están condenados a
engendrar en gran escala ateos de todo tipo. Al revés, también vale la
afirmación de que tiempos plenos y ávidos de paternidad son tiempos plenos y
ávidos de Dios.
Si
mantenemos esta perspectiva ante nuestra mirada, comparándola con la posición
que ocupa el padre en la cultura moderna, no es difícil formular la importante
aseveración: la tragedia del tiempo actual es, en el fondo, la tragedia del
padre. En forma creciente vivimos y nos movemos en un tiempo sin padre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario