viernes, 5 de febrero de 2021

Principio maternal (2)

Deseo comenzar mi reflexión de esta semana con una observación: los que podrían hablar de este tema más acertadamente y con conocimiento de causas son los Padres de Schoenstatt; el Fundador habló del principio maternal con ellos en diversas ocasiones. Yo me limitaré a reflexionar sobre esta materia teniendo sobre mi mesa el texto de una conferencia que el P. Kentenich dictó a los dirigentes de su familia el día 4 de diciembre de 1965 en Roma. El texto se encuentra en la colección ‘Conferencias de Roma’.

Constato que el Padre también se planteó la cuestión de si en las comunidades de hombres célibes no debería aplicarse igualmente el principio maternal mediante la presencia de una mujer. Lo habló con los miembros de su pars motrix et centralis. También deduzco que para el Fundador el tiempo aún no había llegado, no estaba ‘maduro’, tal como lo estaba en aquel entonces para él el principio paternal en las comunidades femeninas. Deduzco además que no veía en ello dificultades esenciales. Por el contrario, se podría deducir que tal realidad, aunque lejana, correspondería a su forma de pensar. Veamos algunos textos de la conferencia citada:

“Si pensamos ahora en nuestra columna sacerdotal, más precisamente en nuestra pars motrix et centralis, no tendrían que decir, siguiendo esa pauta: si también queremos ser una comunidad de padres, es decir, una comunidad que tiene un padre, entonces ¿no tendríamos que, siguiendo las corrientes culturales de hoy, tener también una madre? - ¡Un serio problema! Si doy una respuesta a eso, sólo puedo hacerlo con cuidado, a tientas, buscando y acotando lo que por el momento me parece claro que sea la voluntad de Dios. Pero también me gustaría enfatizar lo que aún está en la oscuridad para el futuro.”

Por otra parte, debemos ser conscientes de que la necesidad de contar con un principio paternal y maternal en las comunidades religiosas tiene que ver para el P. Kentenich con la enfermedad que aqueja al mundo actual: la falta o disolución de todos los vínculos. Así lo comenta él:

“En primer lugar, cuando se trata de nuestras comunidades de mujeres: cuando contemplo la cultura tal como existe hoy, cuando tengo en cuenta que la enfermedad de hoy consiste en la disolución de todos los vínculos, y conociendo, por otro lado, cómo la naturaleza femenina depende de los vínculos debido a su actitud hacia la vida – ustedes entienden lo que digo en comparación con la actitud ideológica - si lo tengo en cuenta, entonces quiero decir que la cultura de hoy está madura - oh, no solo madura, grita literalmente por ello – para que nosotros, aquellos que no se han adentrado lo suficiente en el organismo natural de vinculaciones, debieran, si es posible, compensarlo a posteriori.”

Es evidente que esta necesidad de compensación a posteriori es válida para las mujeres y para los hombres.

“Por favor, comprendan lo importante que es que llevemos a ambos sexos al punto en que sea posible una experiencia posterior donde las experiencias no se hayan dado anteriormente. Pero eso es muy nuevo para el pensar actual. No como si las cosas no se hubieran dicho o escrito aquí y allá. Incluso cuando se trata del sacerdote célibe, por ejemplo, ¡cuán indefenso se enfrenta a los problemas! Si tuviéramos también aquí la posibilidad de recuperar todo el organismo de vinculaciones, en este caso desde el enfoque específico en la paternidad y la maternidad, comprenderán que esto significa algo similar a lo que decimos, y lo decimos con certeza, cuando se trata de la naturaleza femenina.”

Más adelante, en el transcurso de la conferencia nos brinda una perspectiva de futuro:

Cuando pienso ahora en nuestras comunidades sacerdotales, vale la pena el esfuerzo si tenemos esto claro y lo llevamos a cabo: queremos tener una comunidad de padres, es decir, una comunidad encabezada por un padre. Ahora es obvio preguntar, y la pregunta se formulará con urgencia mañana y pasado mañana: ¿qué pasa con el principio maternal? ¿No es eso similar al caso de las mujeres? Digo deliberadamente: de manera similar.

Si no he crecido en un sano organismo de vinculaciones, ¿no sería lo más normal el intentar alcanzarlo a posteriori? ¡Deberíamos contestar normalmente que sí!

Ahora me permito decirles lo que yo pienso: en primer lugar, lo que hay que hacer ahora, y segundo, lo que quizá podamos esperar en el futuro. Mi punto de vista es que la cultura actual no está madura para ello. Lo mismo ocurría ayer con el principio paternal en las comunidades femeninas, pero está en proceso de maduración.”

El concepto de un doble liderazgo al amparo del principio paternal/maternal sigue siendo una novedad, como novedad para la Iglesia es un instituto de matrimonios consagrados, el Instituto de Familias de Schoenstatt que el Padre Kentenich fundó y al que mi esposa y yo pertenecemos. En nuestra comunidad se da ese doble liderazgo de forma natural. Tampoco nos extrañamos de que no se haya encontrado hasta ahora una forma definitiva para las comunidades religiosas de personas célibes. El Padre Kentenich nos muestra que en verdad es el “tiempo” el que cuestiona la presente situación.

                                                            (Continuaré la semana que viene).

  

3 comentarios:

  1. Gracias por la explicación. Se ve que el tema da para más.

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  2. Transcribes, Paco, y comentas, unos textos del padre Kentenich sobre el “principio maternal”.
    Me parece que en este asunto hay implícitos dos principios. Uno es intrínseco al ser del varón-mujer y el otro es un principio formal. Probablemente lo que ha determinado el curso de las cosas ha sido este último. En mi opinión, el principio maternal puede aplicarse cuando existe un cierto equilibrio entre las partes. En una comunidad masculina con una formación muy alta (por ejemplo sacerdotes), no puedes poner a una mujer, por muy santa que sea, para que ejerza el principio maternal, porque lo humano va a marcar las relaciones y continuamente van a estar chocando; y no por el hecho diferencial sexual sino por el de la formación, es como enfrentar dos mundos distintos, dos formas distintas de contemplar y de interpretar la vida. Además de esto, hay que tener en cuenta cómo se han desarrollado los vínculos humanos, siempre ha sido con una impronta masculinizante que ha llevado al varón a situarse en un plano superior respecto de la mujer, y la mujer se ha acomodado a ello. Y esto está impreso tanto en el subconsciente como en el consciente, aunque no queramos reconocerlo. Superar esto y que la mujer ocupe el lugar que le corresponde, equiparable con el del varón, es tarea de todos nosotros. Pero, ¿de verdad creemos en esto?
    No he encontrado ningún argumento teológico en contra de que la mujer pueda acceder al sacerdocio consagrado; sí argumentos históricos y de oportunidad. Un test para nuestro pensar puede ser: ¿Cómo me sentiría si mañana fuera a misa y encontrara a una mujer oficiándola? Significa que desde el punto de vista religioso, los sacerdotes siempre estarán por encima de los demás, y por supuesto de las mujeres. ¿Cómo puede en estas circunstancias una mujer ejercer el principio maternal? Todavía no hay madurez para ello. Primero hay que dar entrada a la mujer a los mismos puestos que al varón.
    El otro principio que he mencionado se refiere a la esencia del ser mujer-varón. Se dice con frecuencia, al menos en Schoenstatt, que entre ambos existe una complementariedad, cada uno complementa al otro. ¿Es esto verdad, sobre todo en general, o solo se aplica al matrimonio? Si es verdad, debíamos sacar como consecuencia que toda comunidad de varones debería “exigir” el principio maternal por la riqueza que eso llevaría consigo. E igualmente, toda comunidad femenina debería sentir la necesidad del principio paternal. Sin embargo sabemos que no es así. ¿Por qué? Puede que se deba a lo dicho más arriba.
    Me parece que la conclusión concuerda con el pensar del padre Kentenich. Este asunto aun no está maduro y hay muchas cosas que todavía hay que cambiar, tanto en el mundo religioso como en el laico. Y repito: ¿Tenemos conciencia de la necesidad de esos cambios, o quizás pensamos que es mejor no tocar nada y que todo siga igual?

    Un abrazo, Pepe

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  3. El Padre nuevamente nos da la encomienda para en cada tiempo y en cada generación poder mirar hacia dentro y hacia fuera. "Ahora me permito decirles lo que yo pienso: en primer lugar, lo que hay que hacer ahora, y segundo, lo que quizá podamos esperar en el futuro." Mirando hacia afuera, en estos tiempos, hay que recuperar tanto el sentido de la paternidad como el de la maternidad. La mujer se está cada vez más definiendo y madurando, pero hacía donde va? Eva o María? El varón también puede "empujarla" o dirigir su camino hacia Eva o María. La Madre es capaz de ver a su hijo con un amor tan grande que se para a su lado viéndolo, abrazándolo junto a todo el dolor, la confusión y la huida de Dios que le ofrece el mundo, para decirle aquí estoy y nunca te abandonaré. Como en la cruz de la unidad, es tan fuerte que aguanta el cáliz para recoger la sangre de su hijo que muere frente a ella. Cuanto esto aplica hoy día a la espiritualidad sacerdotal no sé pero creo vale la pena meditar sobre ello. Se les puede abrir un mundo de profundidad interior que algunos pudieran desconocer.
    Solo quería compartir un poco lo que siento y mi experiencia como "mama".
    Un abrazo Paco de mi y Julio César para ustedes!

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