Uno de los lectores del Blog se hacía, hace dos semanas, la siguiente pregunta: “¿Por qué el P. Kentenich no vio la necesidad de que las comunidades masculinas tuvieran también un "transparente" de la maternidad en una persona de carne y hueso, como sí vio la necesidad de un padre de carne y hueso para las mujeres?”
Agradezco la oportunidad que me da esto lector para
hablar sobre el tema. Lo haré en ésta y en la próxima semana para no alargar
mucho la reflexión semanal.
A su regreso del exilio, el P. Kentenich llegó a Roma el
17 de septiembre de 1965 hospedándose en la Casa Generalicia de los Palotinos
en la ciudad santa. Días después trasladó su residencia a la Casa de las
Hermanas de la Providencia de Maguncia en la misma ciudad. Sabiendo que su
estancia en Roma se prolongaría durante un tiempo, invitó a las direcciones de
los Institutos a reunirse con él en esta casa. Junto a estos dirigentes
coincidían en la casa a veces personas que deseaban saludar al Padre Fundador. A
todos ellos el P. Kentenich les dirigía diariamente a las 9 de la mañana una
charla. Esto aconteció desde el 17 de noviembre al 21 de diciembre de 1965. Son
las conocidas “Conferencias de Roma”.
La temática de las conferencias fue principalmente una
reflexión sobre el sentido de los catorce años pasados en el exilio. No fue una
respuesta sistemática, sino que se fue adaptando en cada caso a los presentes en
la sala ese día, abordando como él decía lo que se encontraba “a la derecha
y a la izquierda del camino”. En la conferencia del 4 de diciembre se
detuvo a reflexionar sobre el ideal de la nueva comunidad de los Padres de
Schoenstatt, la nueva pars motrix et centralis de la Obra, fijándose en
aspectos de la comunidad paternal de los padres y en los propios de la
comunidad maternal de las madres y mujeres de Schoenstatt. Tratando
paralelismos, diferencias y coincidencias. Justamente en la conferencia del
4 de diciembre el Padre se hace la misma pregunta que nuestro lector se
hizo el otro día. Lo que es válido para las comunidades femeninas con el ‘principio
paternal’, ¿vale también para las comunidades célibes masculinas con un ‘principio
maternal’?
Antes de entrar en la lectura de la conferencia del 4 de
diciembre en donde el Padre habla del principio paternal y del principio
maternal, invito a mis lectores a reflexionar sobre la forma de pensar de
nuestro fundador respecto a la interacción espiritual entre los sexos. Conocer
la forma cautelosa que el Padre tenía al hablar de la diferencia entre los
sexos, puede ayudarnos en la comprensión de los textos que reproduciré y
comentaré la próxima semana.
Es un texto que he rescatado de unos apuntes del P. Herbert
King sobre “Hombre – sacerdote – mujer – Iglesia”. Dice asÍ:
“Frente
al énfasis que se puede poner al hablar de las diferencias entre los sexos,
especialmente frente a delimitaciones y "definiciones" demasiado
esquemáticas de lo que es masculino y lo que es femenino, se nota la manera
cautelosa de hablar de Kentenich. Usa, por ejemplo, expresiones como estas:
"normalmente" es así con mujeres y hombres (223), "en
general es así" (223). La mujer actúa "más fácil que",
es "más fuerte que" (219). O el hombre o la mujer tiene "un
algo más en". O "tenemos tendencias en ambas direcciones"
(220) "Así que puede muy bien ser que, por ejemplo, se ponga frente a
mí un hombre que tenga una forma de pensar más pronunciada que todas las
mujeres que conozco" (222), es decir uno tiene una forma de pensar que
"normalmente" se encuentra "más" en las
mujeres.
Cuando
el P. Kenntenich enumera las características de la mujer, aquellas que le son “más”
propias, añade a menudo lo siguiente: “No significa que no se encuentre
también en el hombre” (219). O en otra ocasión, dirigiéndose a hombres jóvenes:
“En la medida en que ustedes mismos tengan la predisposición femenina”
(223). Y en repetidas ocasiones: “El buen Dios no ha reunido la plenitud de
la existencia humana en un solo tipo. Él ha sembrado en cada tipo germinalmente
la plenitud” (220). Y él aconseja que uno se pregunte (como hombre): “¿Tengo
una forma de pensar decididamente masculina o una forma decididamente femenina?
…. ¿O se da en mí una adecuada mezcla de ambas?” (225). "Las cosas se entremezclan.
Incluso lo propio de la mujer, sus propiedades estructurales, no las vemos nunca
por completo en su nitidez, siempre se mezclan de alguna manera. Y no siempre
es fácil determinar la proporción de la mezcla. Pero también a la inversa: lo
mismo se puede decir del hombre. Entonces, si alineamos las propiedades aquí y
allá, yuxtaponiéndolas, todavía nos quedará siempre la cuestión de la
proporción de esa mezcla” (221).”
Los números entre paréntesis se refieren a las fuentes originales de estas citas (creo poder evitarlas en este caso).
Paco, te pasaste!! Necesito más textos de este tipo... EL Padre toma mucho de lo de Jung, con respecto al animus masculino y al anima femenina... eso es muy interesante, porque hoy despejaría muchas zonas grises en el tema de la sexualidad. Gracias!!!
ResponderEliminarAsí es!
EliminarCada vez que nos adentramos más en el pensar del Padre se abre un mundo de sabiduría de su visión sobre el ser del hombre y de la mujer. Definitivamente aquí parece haber algo profundamente necesario para comprender la sociedad actual, donde hay tanta confusión y más importante una respuesta para lograr el orden querido por Dios para sus hijos! Nuño esperamos con ansias los comentarios de la próxima semana! Un abrazo para ustedes!
ResponderEliminarGracias, Paco, por el esfuerzo de retomar el tema.
ResponderEliminarMe parece muy prudente distinguir entre una diferencia fáctica entre hombre y mujer que es graduada, no totalmente nítida. Y, a la vez, la prudencia de no sacar consecuencias normativas precipitadas de estas diferencias fácticas.
Sería un error ignorar lo que somos, en todas las dimensiones de nuestra biología, psicología y espiritualidad. Pero también sería un error convertir sin más "lo que somos" en "lo que debemos ser".
Espero con impaciencia la continuación de la respuesta.