Mi mujer y yo pertenecemos a una generación de schoenstattianos que no conoció personalmente al Padre fundador. Fueron otros, ellos mismos hijos del Padre, los que nos familiarizaron con su persona, con sus enseñanzas y su misión, fueron transparentes del Padre para nosotros. Recuerdo con cariño al Padre Rudolf Mosbach (ya fallecido), que fue nuestro maestro en los primeros años de formación en el Instituto de familias de Schoenstatt. Sacerdote y padre espiritual que nos ayudó a valorar el mundo sobrenatural en este tiempo de sexualidad, materialismo y secularismo exagerados. Me he acordado de él al leer un testimonio que el Padre Kentenich trae y reproduce en un ‘Estudio’ sobre el principio paternal que él mismo escribiera en el año 1964. Se aprecia en el texto de este testimonio que lo ha escrito una ‘hija’ del Padre.
“El encuentro personal con el Padre
y fundador de nuestra familia de Schoenstatt ha sido significativo y decisivo
para mí no solo en el sentido de que pude experimentar la paternidad genuina en
el Padre por primera vez, sino también en lo que respecta a su sacerdocio y al
sacerdocio católico en general. El hecho de ser padre, la paternidad y el
sacerdocio parecen estar tan estrechamente conectados y relacionados entre sí
en la persona de nuestro Padre, que uno nunca puede ver al Padre como un padre
sin experimentarlo al mismo tiempo como sacerdote, y que uno no puede estar
ante el Padre como ante un sacerdote, sin al mismo tiempo sentirse atraído por
el resplandor de su paternidad.
Hay algo grande y misterioso en nuestro Padre; son dos aspectos: por una parte, se nota que está firmemente anclado como sacerdote en lo divino y en el mundo del más allá, y por otra parte se experimenta cómo él, con su amor acogedor de padre, desciende a las pequeñas cosas de la vida diaria de sus hijos y con ello los hace tan felices. Cuando aún no conocía al Padre, tampoco sabía de la naturaleza del sacerdocio católico, o al menos no de forma correcta. Creo que me pasaba lo que a la mayoría de los católicos de nuestro tiempo, que no tenía la noción correcta sobre la dignidad y la tarea del sacerdote, y que solo comprendía brevemente el mundo de la fe, al igual que las personas de este tiempo que se contentan con una mirada superficial sobre la Iglesia y la vida religiosa, sin querer llegar al núcleo mismo de esas realidades.
Cuando conocí al Padre
por primera vez, fue inmediatamente otra cosa: el Padre, con su amor y a través
de la atmósfera sobrenatural que le rodeaba, despertó en mí toda una vida
religiosa, lo máximo que yo podía dar, encaminando con ello todo mi interés al
buen Dios y al mundo sobrenatural de nuestra fe.
Si hasta entonces, para
mí, las creencias religiosas eran sólo un conocimiento abstracto extraído de
los libros, en el encuentro con el Padre se convirtieron en mi patrimonio, en
realidades adquiridas y experimentadas de forma personal. Cuando el Padre
proclama la palabra de Dios, lo hace siempre como padre y sacerdote al mismo
tiempo; como sacerdote que es el sembrador de Dios y esparce la semilla de su
palabra, y como un padre que parte el pan de cada día para sus hijos, por así
decirlo, el pan de la palabra de Dios; como padre también porque el Padre
conoce la receptividad y capacidad de asimilación de cada uno de sus hijos, y
puede anunciar el mensaje del Dios Padre de forma tal que el corazón de cada
uno de sus hijos lo pueda comprender y asimilar. ……A continuación, me gustaría
intentar presentar mi imagen del sacerdote católico tal como se formó en mí a
través de la experiencia de nuestro Padre. ….
Hace años, Ivo Zeiger dijo que a nuestro mundo y a nuestros tiempos modernos no les faltan oportunidades para conocer y capacitarse en le doctrina moral y religiosa, lo que les falta es que el conocimiento religioso se les ofrezca de manera correcta y atractiva, para que todos los creyentes lo puedan hacer suyo y conquistarlo en paz y profundidad como propiedad personal. Esta es de forma evidente la tarea del sacerdote. Si hoy en día más personas pudieran experimentar a los sacerdotes como personas ancladas firmemente en el mundo del más allá y en el corazón del Padre Dios, si éstos se comprendieran a sí mismos como estandartes del Padre Dios, entonces estaríamos ante una buena semilla. Entonces no caería tanta semilla entre piedras, espinos y abrojos, porque la palabra de Dios iría acompañada del encuentro con el sacerdote como un padre; y allí adonde existe entre las personas un profundo vínculo de amor, allí cada palabra cae en lo más íntimo del alma, siendo así imposible el no escucharla o atenderla. ……”.
El clero presenta hoy un gran desafío: volver a sus fuentes y sus principios. Si no lo hace, el ministerio sacerdotal corre el riesgo de sucumbir.
ResponderEliminarPor ello encuentro tan importante el ministerio del Padre Kentenich.
Gracias Paco!