Desde la primera semana de este año venimos reflexionando sobre la paternidad en general y sus ‘reflejos’ en la figura de nuestro fundador, el Padre José Kentenich. Siguiendo algunas sugerencias, traeré a este Blog en las próximas semanas algunos textos que nos ayuden a plasmar en nuestras vidas las reflexiones citadas. Son parte de un pequeño manuscrito con algunos aforismos del Padre Kentenich, titulado “Dios mi padre”, publicado por las Hermanas de María de Argentina hace ya muchos años, al final de los setenta.
“La
esencia de Dios es la paternidad, y a esta esencia corresponde la disposición
paternal de Dios.
El
sánscrito —antigua lengua de la India— tiene un vocablo que se emplea para
decir padre y madre a la vez. El vocablo es "pitaru". Dios es
"pitaru", es Padre y es Madre. Todo lo que el niño ve y busca de
grande y digno de confianza, lo encuentra en el Padre Dios.
El
principal móvil del obrar divino es su amor paternal. Hay también razones
accidentales, por ejemplo, la justicia de Dios, la voluntad creadora y
plasmadora, pero el móvil principal de la voluntad divina de comunicarse, es el
amor. Ese amor es tan creador que moviliza a la justicia y a la voluntad
forjadora de Dios.
El
Padre Dios puede también causar dolor. Es también el Dios justo, pero la
justicia es siempre movida por la misericordia, por el amor paternal. El buen
Dios hace todo impulsado por el único motivo principal: el amor.
El
buen Dios quiere atraer al ser humano mediante manifestaciones palpables de su
amor. Así comprendemos la encarnación, la crucifixión, el sinnúmero de
beneficios con que Dios nos colma. El Padre celestial quisiera vincular a sí
nuestro instinto de amar, mediante manifestaciones palpables de amor. Aquí se
revela el maravilloso acierto pedagógico del Dios todopoderoso.
Tenemos
que estar siempre convencidos de la gran verdad: el Dios personal que nos
rodea, encarna un poder sumamente fuerte, sumamente bondadoso y sumamente fiel.
Lo que el niño presupone de sus padres, nosotros lo reconocemos en Dios,
nuestro Padre. Por consiguiente, contemplemos mucho los atributos de Dios: su
poder, su amor y fidelidad.
¡Cómo
suena si digo: mi Padre! El buen Dios, el omnipotente, el omnibondadoso, el
omnisciente, es mi Padre… Si estuviéramos convencidos de ello, entonces
resonaría simultáneamente: todo cuanto este Padre prevé y realiza, es siempre
expresión de su paternidad… Dios es Padre, Dios es bueno. Y todo cuanto hace
está bien.
¿Cómo
es la verdadera imagen de Dios? Es la imagen del Padre, el Padre Dios, el Dios
del amor, que también puede hacer austeras exigencias a sus hijos, a fin de que
ellos se asemejen cada vez más a la imagen del Unigénito. A la luz de la fe veo
la mano del Padre también en las duras pruebas del destino.
Nadie
nos ama tan tierna y acendradamente como el Padre. Afirmémoslo especialmente
cuando no lo comprendemos. ¿Habrá un amor paternal mayor que aquel que asemeja
a sus hijos con el Unigénito pendiente en la cruz? Esto solamente lo hace con
sus hijos predilectos.
Si
quiero decir mi sí iluminado y filial, tengo que escuchar el sí paternal y
personal del Padre eterno.
El
Salvador no se cansará de infundir en los suyos la gran verdad de que Dios, no
solamente se preocupa del mundo en general, ni de un pueblo determinado, sino
que también —impulsado por una profunda paternidad— vela por cada individuo.
Este concepto contrasta con el Antiguo Testamento. Ciertamente que en el
Antiguo Testamento, en la época del florecimiento del pueblo judío, se
encuentra también la convicción de que Yahveh colma a su pueblo con cariño
paternal, pero solamente al pueblo total, no al individuo.
Frecuentemente
recalca Jesús que Dios Padre se preocupa paternalmente de cada uno
personalmente, incluso hasta de las pequeñeces más insignificantes. Aquel que
cuida de los lirios del campo y de las aves del cielo ¡cuánto más se preocupará
por cada ser humano! Muchas veces el Salvador emplea imágenes que a primera
vista apenas son comprensibles. Veamos las parábolas del hijo pródigo, de la
dracma perdida, de la ovejita extraviada. ¿Qué quiere lograr Jesús con ellas?
Quiere llenar el concepto de Padre con todo lo grande y noble que hay en el
cielo y en la tierra.
Si
quiero ser niño, todo depende que me convenza que detrás de todo cuanto
acontece está la voluntad sapiente de Dios y su providencia.
Un
niño sencillo tampoco cruza solo la oscura puerta de la muerte. Todo lo vence
mediante la confianza. Si Dios, el Padre, está conmigo, no debo tener miedo. El
partido más fuerte es siempre aquel que tiene a Dios por aliado.
Cuanto
más incondicionalmente confíe en el Padre, tanto más incondicionalmente me
manifestará su amor paternal. Una de las faltas más grandes es desconfiar de la
bondad de Dios. Nuestra preocupación más grande debería ser estar despreocupado
en cada segundo, no por negligencia, sino porque confiamos en Dios.
Querido Paco:
ResponderEliminarMuchas gracias por traer a mi memoria estos "aforismos", que llegaron a mis manos a principios de los 70´ y significaron para mí un verdadero y profundo descubrimiento de Dios como Padre, como un padre amoroso, misericordioso, providente, que se ocupa y preocupa por cada uno de nosotros como si no existiera otra cosa en el mundo. Estos textos constituyeron para mí un nuevo "evangelio del Padre".
Entre esos aforismos se encontraban: "Dios, mi Padre"; "Tú y tu Dios"; "Dios, ¿dónde estás?"; "El sentido de la vida", etc.
Te alentamos a que sigas profundizando en un tema tan central para nuestra espiritualidad schoenstattiana!
Un cálido abrazo en el Padre y cariños para Anneliese,
Pepo con Patricia
Leí el libro: Dios ¿Dónde Estás? Y comprendí q todo está en el plan de Dios y ayer por la tarde saqué un mensaje de nuestro P. JOSÉ KENTENICH LO SIGUIENTE: " NADA SUCEDE POR CASUALIDAD" MÁS CLARO IMPOSIBLE.SOY ISABEL BENÍTEZ LIGA DE MADRES
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