Para finalizar el pequeño ciclo sobre la santidad de la vida diaria traigo a modo de colofón unas palabras de nuestro fundador sobre Francisco de Sales. (Ver Carta-estudio de 1949 - Epístola perlonga):
“Lo que decimos
hoy sobre la santidad de la vida diaria, ya lo enseñaba san Francisco de Sales
en su tiempo. Por entonces era significativamente más difícil que hoy, cuando
el terreno se encuentra muy bien preparado en virtud de las tremendas
conmociones sufridas en el plano del espíritu.
El movimiento
que san Francisco de Sales inició o al menos fomentó fuertemente, halló su
definitiva coronación en la Constitución Provida
Mater Ecclesia. En una época en la cual la gente común sólo conocía
una ascética típica de las órdenes religiosas, fue necesaria su genialidad
religioso - pedagógica para desprender con mano segura la piedad de las
formas habituales de las órdenes religiosas, remontarlas a lo esencial y
supratemporal, al amor perfecto, y adaptarlas cuidadosamente a la
individualidad personal y al lugar original que cada uno ocupa en la vida.
De ahí que, en
la historia de la espiritualidad de Occidente, san Francisco de Sales sea
considerado como pionero de la santidad de la vida diaria para todos los
estados de vida; como doctor de la Iglesia y maestro de una ascética
expresamente laical; como precursor de la espiritualidad de los Instituta saecularia
y todas sus corrientes afines.
Por otra parte,
los peritos en la materia consideran como natural que en su manera de enseñar y
hablar san Francisco de Sales se haya desprendido de las costumbres de la época
y que en su audaz avance haya entrado en conflicto con las teorías y
formulaciones de entonces. …… Por entonces
sólo a los miembros de las clases privilegiadas les era posible aplicar al
mundo laical la ascética monástica. ….
Ahora bien,
todo esto era impensable para la gran masa. Por lo cual esta llegó a la
convicción de que era imposible vivir en el mundo y ser a la vez piadoso: eso
es algo que sólo pueden cultivar frailes y monjes. No estamos llamados a ello.
Por eso renunciamos definitivamente a empeñarnos en esa dirección y viviremos
nuestro día laboral sin contacto con Dios. A lo sumo el domingo y el tiempo
oficial de oración…
Quien quiera
hacer un análisis exacto de la época; quien investigue las causas de la
secularización de la vida que impera hoy por doquier; quien indague las fuentes
del paganismo de los días laborales y del cristianismo del domingo, no puede
pasar por alto estos contextos. (……………)
Todo ello nos
permite advertir cuán importante es estudiar la espiritualidad de san Francisco
de Sales, dejarse introducir por él en la esencia, sentido y finalidad de una
santidad de la vida diaria para las vocaciones laicales que esté en consonancia
con la época, y cuán importante es también ser elocuentes pregoneros de dicha
santidad, mediante nuestras palabras y acciones.
San Francisco acuñó
tres principios a los que se ciñó inconmoviblemente y que son de gran
importancia para todos los que quieran superar el colectivismo, para todos los
que quieran que la vida diaria en el mundo, con todas sus facetas, vuelva a
estar vinculada a Dios. Estos principios pueden considerarse como el
vademécum de todos los institutos seculares y sus amigos.
….
1º Principio: La espiritualidad monástica no puede practicarse en la profesión que se
desempeña en medio del mundo.
2º Principio: La verdadera espiritualidad no va en perjuicio de nada, ni de la
profesión, ni de los negocios. Por eso es falsa toda espiritualidad que
perjudica la profesión, arruina los negocios, quita prestigio en el mundo,
entristece el espíritu y vuelve insoportable el carácter.
3º Principio: En el mundo se puede arribar a la máxima perfección tan bien como se lo
puede hacer en un monasterio.
….
Esta clara
concepción de una santidad de la vida diaria acorde a la época impulsa por sí
misma a una realización concreta en la perfección de estado.
El transcurso y
contenido de cada día de trabajo están esencialmente determinados por las
tareas inherentes a cada estado y profesión. San Francisco de Sales desarrolló
con firme consecuencia la idea que había concebido con tanta claridad. Por
eso no se cansaba de advertir sobre exageraciones; de desaconsejar el afán de
cosas extraordinarias; de integrar las aspiraciones religiosas en el sobrio
contexto de los deberes de estado y dejar que allí se desplegasen con eficacia.
….
En sus escritos podemos
leer:
“Por favor,
Filotea, ¿acaso sería correcto que un obispo viviese en tanta soledad como un
cartujo, que los casados no quisieran adquirir más bienes que los capuchinos,
que un obrero quisiera pasar todo el día en la iglesia como los religiosos, o
que un religioso pretendiese estar enredado en cuestiones jurídicas como un
abogado? ¿Acaso una piedad tal no sería ridícula, desordenada e insoportable? Y
sin embargo se detecta muy a menudo este error…”
En cierta
oportunidad le escribe también a santa Francisca Chantal:
“¿Cómo
quiere que sea su alma? ¿Un espíritu agudo, fuerte, firme, constante? Permita
usted que su espíritu esté en consonancia con su posición, que sea el espíritu
de una viuda, vale decir, pequeño y sometido a todo tipo de humillaciones,
excepto lo que sea ofensa a Dios.”