viernes, 30 de octubre de 2020

San Francisco de Sales, pionero de nuestra santidad

Para finalizar el pequeño ciclo sobre la santidad de la vida diaria traigo a modo de colofón unas palabras de nuestro fundador sobre Francisco de Sales. (Ver Carta-estudio de 1949 - Epístola perlonga):

“Lo que decimos hoy sobre la santidad de la vida diaria, ya lo enseñaba san Francisco de Sales en su tiempo. Por entonces era significativamente más difícil que hoy, cuando el terreno se encuentra muy bien preparado en virtud de las tremendas conmociones sufridas en el plano del espíritu.

El movimiento que san Francisco de Sales inició o al menos fomentó fuertemente, halló su definitiva coronación en la Constitución Provida Mater Ecclesia. En una época en la cual la gente común sólo conocía una ascética típica de las órdenes religiosas, fue necesaria su genialidad religioso - pedagógica para desprender con mano segura la piedad de las formas habituales de las órdenes religiosas, remontarlas a lo esencial y supratemporal, al amor perfecto, y adaptarlas cuidadosamente a la individualidad personal y al lugar original que cada uno ocupa en la vida.

De ahí que, en la historia de la espiritualidad de Occidente, san Francisco de Sales sea considerado como pionero de la santidad de la vida diaria para todos los estados de vida; como doctor de la Iglesia y maestro de una ascética expresamente laical; como precursor de la espiritualidad de los Instituta saecularia y todas sus corrientes afines.

Por otra parte, los peritos en la materia consideran como natural que en su manera de enseñar y hablar san Francisco de Sales se haya desprendido de las costumbres de la época y que en su audaz avance haya entrado en conflicto con las teorías y formulaciones de entonces. …… Por entonces sólo a los miembros de las clases privilegiadas les era posible aplicar al mundo laical la ascética monástica. ….

Ahora bien, todo esto era impensable para la gran masa. Por lo cual esta llegó a la convicción de que era imposible vivir en el mundo y ser a la vez piadoso: eso es algo que sólo pueden cultivar frailes y monjes. No estamos llamados a ello. Por eso renunciamos definitivamente a empeñarnos en esa dirección y viviremos nuestro día laboral sin contacto con Dios. A lo sumo el domingo y el tiempo oficial de oración…

Quien quiera hacer un análisis exacto de la época; quien investigue las causas de la secularización de la vida que impera hoy por doquier; quien indague las fuentes del paganismo de los días laborales y del cristianismo del domingo, no puede pasar por alto estos contextos. (……………)

Todo ello nos permite advertir cuán importante es estudiar la espiritualidad de san Francisco de Sales, dejarse introducir por él en la esencia, sentido y finalidad de una santidad de la vida diaria para las vocaciones laicales que esté en consonancia con la época, y cuán importante es también ser elocuentes pregoneros de dicha santidad, mediante nuestras palabras y acciones.

San Francisco acuñó tres principios a los que se ciñó inconmoviblemente y que son de gran importancia para todos los que quieran superar el colectivismo, para todos los que quieran que la vida diaria en el mundo, con todas sus facetas, vuelva a estar vinculada a Dios. Estos principios pueden considerarse como el vademécum de todos los institutos seculares y sus amigos.

….

1º Principio: La espiritualidad monástica no puede practicarse en la profesión que se desempeña en medio del mundo.

2º Principio: La verdadera espiritualidad no va en perjuicio de nada, ni de la profesión, ni de los negocios. Por eso es falsa toda espiritualidad que perjudica la profesión, arruina los negocios, quita prestigio en el mundo, entristece el espíritu y vuelve insoportable el carácter.

3º Principio: En el mundo se puede arribar a la máxima perfección tan bien como se lo puede hacer en un monasterio.

….

Esta clara concepción de una santidad de la vida diaria acorde a la época impulsa por sí misma a una realización concreta en la perfección de estado.

El transcurso y contenido de cada día de trabajo están esencialmente determinados por las tareas inherentes a cada estado y profesión. San Francisco de Sales desarrolló con firme consecuencia la idea que había concebido con tanta claridad. Por eso no se cansaba de advertir sobre exageraciones; de desaconsejar el afán de cosas extraordinarias; de integrar las aspiraciones religiosas en el sobrio contexto de los deberes de estado y dejar que allí se desplegasen con eficacia.

….

En sus escritos podemos leer:

“Por favor, Filotea, ¿acaso sería correcto que un obispo viviese en tanta soledad como un cartujo, que los casados no quisieran adquirir más bienes que los capuchinos, que un obrero quisiera pasar todo el día en la iglesia como los religiosos, o que un religioso pretendiese estar enredado en cuestiones jurídicas como un abogado? ¿Acaso una piedad tal no sería ridícula, desordenada e insoportable? Y sin embargo se detecta muy a menudo este error…”

En cierta oportunidad le escribe también a santa Francisca Chantal:

¿Cómo quiere que sea su alma? ¿Un espíritu agudo, fuerte, firme, constante? Permita usted que su espíritu esté en consonancia con su posición, que sea el espíritu de una viuda, vale decir, pequeño y sometido a todo tipo de humillaciones, excepto lo que sea ofensa a Dios.”

 

viernes, 23 de octubre de 2020

Espiritualidad "contemplativa" y/o "apostólica"

En una carta del Padre Kentenich a su colaborador más estrecho, el Padre Alex Menningen, del 23 de abril de 1956, podemos leer algunas características de estas dos formas de espiritualidad presentes en la Iglesia desde hace muchos siglos, y que el Padre analiza y compara pensando especialmente en los miembros de sus institutos seculares. En su reflexión da la voz también a dos “representantes” de estos dos estilos, los universalmente conocidos Juan de la Cruz y Francisco de Sales.

“Yo destaco dos tipos de santidad, que se diferencian fuertemente en su forma de pensar y de actuar. Permíteme que denomine a una de ellas como contemplativa en el sentido de la antigua vida conventual, y a la otra apostólica.

Fíjate que no comparo el tipo contemplativo con el tipo activo, sino con el apostólico. La espiritualidad orientada apostólicamente une la vida contemplativa con la vida activa. Se atiene al lema: contemplata aliis tradere (transmitir lo contemplado a los demás). Lo que ha colmado hasta lo más profundo al alma en su tranquila meditación, quiere ser transmitido a otros círculos mediante la actividad apostólica. El tipo apostólico pertenece a las órdenes y comunidades apostólicas, así como a los institutos seculares. Es a la vez el ideal de la ascética laical moderna. (…..) Antes de que profundice en el tema, quiero recordarte que ambos tipos coinciden en su concepto sobre la esencia de la santidad. Ambos la saben en la unión de amor con Dios.”

A continuación, nos muestra algunas diferencias entre las dos modalidades y las subraya con algunos textos de los mismos santos citados arriba.

“Las actitudes a menudo divergentes comienzan justamente cuando se trata de aquellas que se refieren a la imagen de Dios, a la imagen del hombre y a la imagen del mundo, y el consecuente desprendimiento y purificación del corazón frente a lo terrenal, que se deriva de esa actitud previa. Precisamente de esa purificación del corazón quiero tratar brevemente. Para ello voy a darle la palabra alternativamente a un representante de cada una de las dos actitudes. 

La orientación contemplativa la muestra el gran maestro Juan de la Cruz, cuando dice que la purificación del corazón exige

“la separación radical de todo lo terrenal, de este mundo en su conjunto, de sus vínculos y juicios. El camino hacia ‘todo Dios’ se da únicamente a través del NADA incondicional de la creatura. Por ello hay que dejar a un lado todo apego del corazón a los bienes de este mundo, porque los mismos impiden al espíritu en su anhelo de Dios”.

San Juan de la Cruz se apoya en la experiencia y sabiduría secular cristiana, el ideal de los anacoretas del inicio de la cristiandad que buscaban una purificación plena a través del desprendimiento total de las cosas terrenales.

Frente a esta postura se encuentra la espiritualidad del tipo apostólico de nuestros días. El Padre Kentenich lo explica así:

“El tipo apostólico moderno piensa en estas cosas de forma totalmente diferente. Uno de sus representantes más reconocido – San Francisco de Sales – escribe así:

“No aprecio a las almas que no aman nada, que permanecen impasibles ante todos los acontecimientos. Una de dos, o les falta fuerza o un corazón amable, o desprecian indiferentemente tanto lo bueno como lo malo.”

Además, profundiza en esta afirmación con un ejemplo que trae en su libro ‘Filotea’:

“Si vosotros os ayudáis a conseguir la caridad, la verdadera devoción y la perfección cristiana, entonces sí, que será perfecta amistad. Será grande, ya que viene de Dios, excelente, ya que tiende a Dios, sublime debido a que su vínculo es Dios, grande como es eterna la amistad en Dios. Es agradable ser capaz de amar en la tierra como se ama en el cielo, y aprender a amarnos unos a otros en este mundo como será eternamente en el otro. No estoy hablando aquí de un simple amor de caridad, porque hay que tenerla para todos los hombres. Hablo de la amistad espiritual, en la cual, dos, tres o más personas intercambian devoción, afectos espirituales, y verdaderamente son un mismo espíritu. Con razón las almas felices pueden cantar: ¡Qué tan bueno y agradable es el habitar unido de los hermanos!”

Quiero terminar hoy estas citas con un texto que el Padre Kentenich incluye en la carta citada, después de destacar las diferencias entre las dos formas de piedad o santidad, mostrando la importancia de Francisco de Sales para el santo de hoy. Y lo hace recordando la Carta-Encíclica ‘Rerum Omnium Perturbationem’ del Papa Pio XI, dedicada a este santo. La cita tomada de esta Encíclica es la siguiente:  

“Además de esto, parece que Francisco de Sales ha sido regalado a la Iglesia con un propósito particular: desmentir el prejuicio, arraigado en muchas personas y aún no superado, que la verdadera santidad, tal como propone la Iglesia, o no se pueda conseguir, o al menos sea una meta muy difícil de alcanzar para la mayoría de los fieles, y que está reservada a unos pocos especialmente magnánimos; y que vaya unida a grandes esfuerzos y dificultades, y que por lo tanto no se pueda adaptar a aquellos que viven fuera de los claustros y conventos.”

 

 

viernes, 16 de octubre de 2020

Atentos y dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo

En estas últimas semanas venimos ocupándonos de la vocación universal a la santidad, y más en concreto de algunos aspectos y características de la escuela de santidad que el fundador de Schoenstatt regaló a sus hijos espirituales. Son varias las fuentes que ya hemos citado. Hoy quiero fijarme en uno de los primeros documentos que tenemos a nuestra disposición, y que recoge las charlas del Padre Kentenich a varios grupos en los años 1927/1929. Su título: “Principios generales del Movimiento Apostólico de Schoenstatt”, traducido del alemán y editado como manuscrito por nuestras Hermanas de María de la provincia de Argentina (1983). En esta jornada encontramos respuesta (una más) a la pregunta sobre qué es la santidad. Leemos:

“¿Qué es la santidad? Para orientar nuestras reflexiones actuales podemos definir la santidad como la capacidad de percibir las inspiraciones interiores del Espíritu Santo y corresponder a ellas. Se puede definir la santidad de diversas maneras. Existe una santidad ética y una santidad ontológica. Toda vida tiende a manifestarse. Por eso la santidad ontológica debe convertirse en santidad ética. O, expresado de otra manera, la vinculación con Dios debe transformarse en semejanza con Dios (ver Mt 5,48). Yo debo asemejarme a Dios para mejorar moralmente. Ambas cosas resuenan en este concepto.

Hacemos bien en tomar nota de ésta u otras definiciones semejantes para que, junto con San Francisco de Sales podamos terminar con el error de que solamente es posible alcanzar la santidad en el estado religioso, como si solamente los sacerdotes o religiosos pudieran llegar a ser santos. Nuestros padres también pueden ser santos, los matrimonios también. Si Dios ha dispuesto para alguien el estado matrimonial se aplicarán a este estado las leyes de ser de la aspiración a la santidad. Santo se puede ser en toda profesión, en todas partes donde se corresponde a las inspiraciones del Espíritu Santo. Y se será santo en la medida en que se cumplan las obligaciones de estado por amor a Dios.

¡Por amor a Dios! Esto incluye la vinculación con Dios. Yo creo que haríamos bien si contribuyésemos para que estos pensamientos se hagan propiedad del pueblo: en la escuela, desde el púlpito, entre los estudiantes, etc., en todas partes debemos propagar el auténtico concepto de santidad.”

 

Y lo debemos hacer en primer lugar para nosotros mismos en un tiempo en que, como entonces (años treinta del siglo pasado), experimentamos un derrumbe de la cultura propia, hoy mediante la globalización de la misma a través del consumo, la publicidad incesante y la masificación consiguiente, un mundo inestable y dinámico sin guía ni norte (salvo el llamado “American way of life”…..). Ante este estado de cosas el Padre Kentenich destaca la importancia del individuo, de la persona revestida desde toda la eternidad con un plan amoroso de Dios y capaz de “construir”, si quiere, un nuevo orden social cristiano. Eso sí, estando atento y correspondiendo a las insinuaciones del Espíritu.   

“Sigamos analizando la definición del concepto de santidad que hemos dado más arriba: la santidad es la sensibilidad y la capacidad de percibir las inspiraciones interiores del Espíritu Santo.  ¿Se dan cuenta de que esa definición corresponde a un sano sentimiento, a un sano individualismo? Desde toda la eternidad Dios tiene una idea determinada de mí; desde toda la eternidad Él ha previsto una determinada misión para mí. El Espíritu Santo es el que me conduce y me prepara para esta gran misión. En la medida en que yo cumpla con esta singular misión seré santo. De allí que el sentido y la misión de la aspiración a la santidad consista en la capacidad para percibir las inspiraciones del Espíritu Santo y corresponder a ellas.

Quien posea una sana aspiración a la santidad reflexionará para saber dónde radican los impedimentos y obstáculos para la santidad, para las inspiraciones del Espíritu Santo. La naturaleza y la gracia deben construir juntas. Y cuando encuentro en qué consiste el impedimento debo decir: ¡Fuera con él! Todos los impedimentos deben ser apartados para que el Espíritu de Dios pueda actuar sin obstáculos. Expresándolo en el lenguaje de la antigua ascética: ¿Cuáles son los criterios para discernir si una inspiración proviene del demonio, de la carne o de Dios? Esta es la antigua forma ascética del discernimiento de los espíritus.”

Recuerdo ahora las reglas de discernimiento elaboradas por san Ignacio de Loyola en el libro de sus Ejercicios Espirituales. Necesitamos avanzar en el ejercicio del discernimiento de la voluntad de Dios, sabiendo que, aunque todos nosotros estamos llamados a tener a Cristo como criterio permanente en las decisiones de nuestra vida, la llamada de Dios es personal e intransferible. ¡Atentos, pues, a las insinuaciones del Espíritu!

En el camino ascético de Schoenstatt contamos para ello con el ‘ideal personal’, sabiendo por la experiencia, que el mismo refleja el impulso fundamental de mi alma, y que mediante su desarrollo cotidiano y paciente llegará a ser la disposición fundamental de la misma, y con ello mi camino hacia Dios.


viernes, 9 de octubre de 2020

Escuchar al Dios que llama a nuestra puerta

 

El texto que hoy me sirve de meditación y propuesta de reflexión en el Blog está tomado del libro “Niños ante Dios”, Págs. 147-150 (capítulo “Escuchar a Dios en la vida misma”), volumen que recoge las charlas que el Padre Kentenich dio a los Padres Betlemitas en Immensee, Suiza, durante sus ejercicios espirituales del año 1937. Era una comunidad de sacerdotes misioneros sin votos, pero con vida comunitaria. Recomendaciones y pensamientos acertados, que podemos y debemos hacer nuestros con independencia de nuestra pertenencia o no a una comunidad religiosa.

“No aspiremos a volar por sabe Dios cuán sublimes regiones celestes; y menos nosotros, que luchamos en medio de la vida cotidiana. Tenemos que ejercitarnos en un caminar activo en y con Dios, vale decir, escuchar a Dios que nos habla en la vida. ¿Acaso no debemos estar bien plantados en la vida? No podemos vivir en continuo repliegue, agregando aquí una hora más de adoración del Santísimo y allá otra hora más a la meditación, etc. No; así no puede ser.

Detectemos los golpes que Dios da a nuestra puerta en medio de la vida cotidiana. Dios llama a mi puerta en la vida de todos los días. Creo que hay muchas personas, también entre ustedes, que llegarían a ser santos mucho más rápidamente en la vida cotidiana que en un monasterio de adoración perpetua. Estar en permanente adoración puede sumirnos en la laxitud. Nosotros adoramos la voluntad de Dios en la vida diaria y por lo tanto formamos parte de la adoración perpetua. A través de su unión con la vida, el apóstol recibe un fuerte estímulo para desplegar su vuelo hacia Dios; y eso es parte de su vocación misionera.”

Adorar la voluntad de Dios en la vida diaria, sí, pero cuidando de mantener también un diálogo permanente con Dios a través de las oraciones de todos los días y de algunos momentos especiales de oración que cada uno determine según el ritmo particular de su vida diaria, construyendo así lo que el Padre Kentenich llama “los muros conventuales”.

“Estas son cosas muy simples, pero que entrañan un hondo significado. En nuestro caminar en y con Dios hay que mantener "los muros conventuales"; de lo contrario, al final de nuestra vida sufriremos una gran desilusión.

No piensen que se ingresa a la comunidad para pasar una vida cómoda. Su comunidad no tiene votos al estilo tradicional, pero no tomó esa opción para llevar una vida más confortable; de ser así no durará mucho. Toda comunidad religiosa debe ser portadora de los principios de la santidad. Si no ocurre así, si no puede alumbrar santos, ¿qué hombre noble consagrará su vida a una comunidad tal? La consigna es la generosidad. Soy libre, y porque soy libre, recorreré con mayor empeño y constancia el camino hacia la santidad.

Reparemos en otros momentos donde Dios llama a nuestra puerta suscitando en nosotros el impulso a remontarnos hacia Él. Suele suceder a las personas de particular nobleza espiritual, que cuando una alegría embarga sus corazones se sienten elevadas raudamente hacia Dios. Según mi manera de ver, nosotros, hijos de nuestro tiempo, somos terriblemente "proletarios" en esta área: nos parece evidente que Dios nos dé alegrías; ¡es una lástima! Un temperamento noble tiene siempre un "¡Gracias, Señor!" a flor de labios. Les propongo esta consigna: "Acabar con las ’evidencias’". …..

Saber, como dice en otra de sus charlas, que la fe en la Divina Providencia enseña que nada es casual, que todo proviene de Dios. Un hombre sencillo ve detrás de todo al Padre del cielo y sabe dar gracias. Dios es Padre, Dios es bueno, bueno es todo lo que Él hace.

“La meditación de las cosas que nos va presentando la vida puede ser a veces más eficaz para ponernos y permanecer en la presencia de Dios que los tiempos ordinarios de oración. Aparentemente Dios nos exige una santidad activa. Cuanto más se nos arroje a la vida, cuanto más luchas nos envíe el Señor, tanto mejor.

El punto clave de nuestra ascética es dejarse impulsar hacia Dios por la vida…., porque nuestros "muros conventuales" son el caminar permanente y profundo en la presencia de Dios. Cuanto más débiles los muros conventuales exteriores, tanto más fuertes los muros interiores, tanto más fervorosa la relación de amor con Dios. Quien quiera educar en la comunidad, no debe cejar en el empeño de hacer que estos pensamientos calen hasta los huesos en los integrantes del Instituto.

 

viernes, 2 de octubre de 2020

Nuestra espiritualidad tridimensional

El Padre Kentenich llama a su espiritualidad una espiritualidad tridimensional. En tiempos del Padre no era normal usar la palabra “espiritualidad”, por eso encontraremos en muchos textos la palabra “piedad” o “santidad” en su lugar. Hoy traigo a nuestra atención un texto publicado en “Kentenich reader – tomo 2” en el que el P. Kentenich hace una reflexión sucinta sobre este tema, y “en la cual presenta la relación interna y complementaria existente entre las tres dimensiones de nuestra espiritualidad a modo de definición”. Los autores del “Kentenich-reader” han tomado este texto de una carta al Superior de los Palotinos, el P. General Turowski SAC, del 8 de diciembre de 1952, la así llamada “Turowskibrief”. A continuación, el texto:  

“La originalidad de nuestra espiritualidad está caracterizada por tres términos claves: santidad de la vida diaria, santidad del instrumento y santidad de alianza. ……. ¿Cómo es el entramado interno de la espiritualidad tridimensional?

Quien conozca el desarrollo histórico de las tres facetas de nuestra ascética comprenderá con facilidad y rapidez su entramado interno.

La santidad de la vida diaria marca más fuertemente el rumbo en la vida cotidiana; la espiritualidad del instrumento establece con mayor conciencia el contacto con Dios; y este último, en virtud de la espiritualidad de alianza, cobra con mayor claridad el rasgo de una decidida vinculación de amor entre dos personas que se aman.

…….  ¿Cómo son nuestras formas de santidad? Somos capaces de enumerarlas sin vacilar, pero… ¿conocemos su real envergadura? Santidad de la vida diaria, espiritualidad de alianza y espiritualidad del instrumento. ¿Qué quiere decir todo esto?

En primer lugar, santidad de la vida diaria

Vuelvan a estudiar el libro “La santificación de la Vida Diaria”. ¿De qué se trata en este punto?

Sanctus est qui sancte vivit. Santo no es quien fantasea santamente. Santo es quien vive santamente, reza santamente, trabaja santamente, se mortifica santamente.

O bien recordemos aquellas otras palabras: Deum quaerere, Deum invenire, Deum diligere in omnibus, cum rebus, cum personis. (san Ignacio)

…….. Buscar a Dios… ¿Dónde? Aquí no se trata de buscar a Dios dentro de nosotros mismos, porque eso se da por supuesto, sino que aquí se pone de relieve lo siguiente: ver a Dios en su vinculación: la causa primera en su vinculación con la creatura, la causa segunda. Éste es el problema de la actualidad. Buscar a Dios, hallar a Dios, amar a Dios… en todas las cosas. Detengámonos pues en la creación; no ascendemos directa sino indirectamente a Dios. Se trata siempre de la mediatez de Dios. No como si no se buscase también la inmediatez de Dios. La definición de la santidad de la vida diaria nos ofrece una respuesta en este sentido.

Reitero la idea: si contemplamos directamente a Dios, cara a cara, verán que, tarde o temprano, Dios no será ya nada para nosotros. O ascendemos a Dios a partir de las criaturas o perdemos a Dios. El problema de la época actual es la relación entre causa primera y causa segunda. ……

Volvamos a escuchar la definición de santidad de la vida diaria, para saber cómo nos presenta la santidad: "Armonía entre una vinculación cálida y personal a Dios, al trabajo y a las personas".

En segundo lugar, espiritualidad de alianza

¿Conocen una teoría abarcadora de la espiritualidad de alianza? Nosotros, sacerdotes, hemos de tener continuamente esos conocimientos al alcance de la mano, para dar una respuesta sustentada en la riqueza de nuestros conocimientos y vivencias.

Ahora me limitaré a decirles lo que actualmente reviste importancia para nosotros: integrar todo al contexto contemporáneo. Por ejemplo, hoy se busca un nuevo principio moral. Cuando nosotros éramos más jóvenes (por lo menos en el caso de nosotros, los mayores), sólo se conocía el principio "es pecado" o "no es pecado"; "pecado grave" o "pecado venial". Hoy se buscan principios desde una visión integral de la realidad. Quizás no hayan observado aún cómo los teólogos tienden a lo que nosotros llamamos "espiritualidad de alianza". Ésta no se funda sólo en un principio ascético, más bien el principio ascético pasa a ser aquí principio moral: fidelidad a la alianza de amor. "Yo hago siempre lo que le agrada al Padre" (Jn 8,29).

Naturalmente se corre el peligro, propio de los tiempos modernos, de separar violentamente las cosas y decir: "Por eso ya no hay más pecado; por eso ya no hay más que lo siguiente: sellamos una alianza contigo y queremos ser fieles a esa alianza". Sin embargo debemos mantener ambas cosas, unir ambas cosas. Es así que seguirá vigente el principio "pecado": veniales y graves. Pero desde el punto de vista de la alianza de amor se pueden unir perfectamente ambas cosas. No damos alegría alguna a Dios Padre cuando le volvemos la espalda esporádica o continuamente.

Y, por último, espiritualidad del instrumento. Sí; nuestra espiritualidad es marcadamente una espiritualidad de instrumentos. Cuando se refiere a la nueva manera de realizar el apostolado, el concilio apoya particularmente la espiritualidad del instrumento. ¿A qué apunta ese apostolado? A hacer presente a Dios mediante nuestra persona. Detrás de ello se encuentra toda la teoría de la espiritualidad del instrumento: que el instrumento esté unido al artífice, y que nuestra vida cotidiana sea una ilustración clásica de la fuerza, del ser y de la esencia del artífice.”