viernes, 8 de mayo de 2020

Anhelando anunciar la muerte del Señor


En algunos países de nuestro entorno europeo se están abriendo cauces para superar el así llamado estado de alarma, retornar a la normalidad para que los ciudadanos puedan volver a disfrutar de sus derechos más elementales, por ejemplo, el de asistir a los templos para celebrar con el sacerdote la eucaristía. Lo anhelamos y nos alegramos de poder recibir pronto el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el pan y el vino eucarísticos.

Sobre este misterio tan grande de la liturgia eucarística dice el Padre el Padre Kentenich en una de sus charlas de los lunes a los matrimonios de Milwaukee, en concreto, en la del 11 de marzo de 1957, lo siguiente:

¿Qué entendemos por liturgia? La liturgia es el misterioso actuar de Cristo como cabeza de la Iglesia y el misterioso co-actuar de la Iglesia, su esposa, para exorcizar, limpiar de pecado y transfigurar el mundo. No sé si ya habrán comprendido alguna vez toda la profundidad de la liturgia. Ahora tenemos la televisión. ¡Cuántas cosas pueden explicársenos a través de la televisión! Acontecimientos que sucedieron hace tantos y tantos cientos o miles de años. Pero eso no es más que una exposición ilustrada de lo que sucedió en otro tiempo.

La liturgia es más que una mera exposición ilustrada de lo que hizo el Salvador. Por eso decimos: la liturgia es el misterioso actuar de Cristo, un actuar de Cristo como cabeza de su Iglesia, pero también, al mismo tiempo, un misterioso co-actuar de la Iglesia, su esposa. ¿Y cuál es la intención de ese actuar? Hay que exorcizar el mundo, limpiar el mundo de pecado y divinizar el mundo. Lo que es especialmente importante para nosotros en este momento es la convicción de que la liturgia es un actuar, un actuar de Cristo, o sea, no solamente un recuerdo de algo sucedido en otro tiempo, como lo hace presente a nuestros ojos, por ejemplo, la televisión.”

Queremos agradecer, y agradecemos a todos los sacerdotes que se han esforzado en las últimas semanas por transmitir la santa misa por televisión, dándonos la posibilidad de “asistir” espiritualmente a la misma. Pero no es lo mismo. Anhelamos vivir con el sacerdote, juntos como iglesia, él y nosotros, el sacrificio del Gólgota, anhelamos anunciar la muerte del Señor. Curioso, pero acertado, el comentario del Padre Kentenich en su charla:

En las últimas pláticas les he expuesto en sus contornos generales la imagen bíblica del Salvador. Y hoy digo: esta imagen del Salvador como reflejo de la imagen del Padre sigue viva también hoy, y no solamente en el cielo; sino también aquí en la tierra. Él nos sale al encuentro actuando de manera misteriosa en toda la liturgia, especialmente en la santa misa. Con esto tenemos el punto con el que podemos confrontarnos hoy un poco. Muchos de nosotros —como, en general, nuestro pueblo católico local— hemos adquirido la costumbre de ir a misa y comulgar diariamente. ¿Qué es, en la práctica, la santa misa? Una actualización, real aunque misteriosa, del sacrificio de la cruz. Tienen que tener cuidado de entenderlo bien: la expresión «make present» puede entenderse de forma muy errónea. Eso mismo lo hace también la televisión: también ella hace presente algo. Pero es solamente una presencia en imagen. En la eucaristía se trata de una repetición, una repetición misteriosa. El mismo acto realizado en el Gólgota es repetido aquí realmente, introducido en nuestro presente. El sacrificio del Gólgota es sin duda también la prueba suprema del amor misericordioso del Padre y del amor misericordioso de Cristo.”

En nuestra Familia de Schoenstatt se vive la santa misa según tres principios enunciados y vividos por el fundador, la primera generación, y los que vinimos después. El Padre Kentenich los enunciaba así:

-              -  Nulla dies sine sacrificium missae  (que no haya día sin sacrificio de la misa)
-              -  De sacrificio in sacrifricium      (vivimos de misa en misa)
-             -  Morten Domini annuntiabitis, donec veniat  (1Cor 11,26 - "Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.")

En el comentario de la semana que viene incluiré algunas reflexiones más amplias para comprender mejor el contenido de estos tres principios enunciados aquí. Lo que nos ayudará a vivir lo que el Padre Kentenich decía: “La santa misa debe ser el centro, el punto de partida y de convergencia de toda nuestra jornada diaria”.

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