viernes, 6 de marzo de 2020

Libertad de hijos amados del Padre


La frase pronunciada por la Santísima Virgen: “Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum” – Eh aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra – resume el mensaje de la charla en este nuevo lunes en la tarde. Algunas de las personas presentes en las reuniones pasadas continuaban haciéndose preguntas sobre el tema de la Inscriptio, o sea el de esa actitud del alma que pide a Dios le envíe la cruz y el dolor si así está en sus planes, que se haga en definitiva siempre su voluntad.

Esta práctica, les dice, presupone “la convicción vivencial de que Dios es realmente Padre y de que, como Padre, quiere siempre lo mejor para mí”.

 Si estuviésemos vivencialmente compenetrados en lo profundo de nuestra interioridad de que Dios es nuestro Padre, no nos resultaría nada difícil entregar en sus manos, por así decirlo, las riendas de nuestra vida y decirle: ahora puedes hacer conmigo lo que quieras, llevarme en el coche como quieras. Sé que me conoces mejor de lo que yo mismo me conozco y que me amas más de lo que yo mismo me amo. No puedo hacer nada mejor que entregar en tus manos incondicionalmente las riendas y decirte: haz conmigo lo que quieras. Y si quieres enviarme cruz y sufrimiento, sé que es tu amor el que lo hace y que ese amor tiene en mente lo mejor para mí.”

Un lector amigo me ha enviado el texto de una de las charlas que el Padre Kentenich dio a un grupo de sacerdotes diocesanos de Schoenstatt en el año 1966. En esta ocasión les aclara también a los allí presentes las diferencias entre el ‘Poder en blanco’ y la ‘Inscriptio’. Traigo a continuación dos extractos de la misma para que nos sirva también a nosotros en nuestra reflexión.

Una explicación para aclarar la relación que existe entre el Poder en Blanco y la Inscriptio. Ya lo sabemos: el Poder en Blanco es disponibilidad, disponibilidad a decir sí; la Inscriptio pide, pide que la Divina Providencia justamente le envíe a uno aquello que le resulta más difícil si es que está en sus planes. Esto tengo ahora que fundamentarlo sicológicamente: si no nos esforzamos por vencer la disposición negativa de nuestra naturaleza, la disposición contra una forma concreta de sufrimiento, entonces vivimos permanentemente con un temblor interior o reprimimos ese estado concreto. Después, cuando nos sobreviene el sufrimiento, nos desplomamos víctimas del dolor.”
………..

“Podemos decir que hoy es absolutamente recomendable pensar de la siguiente manera: ¿qué es lo que me resultaría más difícil? Y poder imaginar: ¿Señor si tú me enviaras esto o aquello, sería capaz de asumirlo? Existe en cada persona sin excepción y con mucha probabilidad alguna cosa de la cual uno diría: Señor todo lo que tú quieras, pero por favor sólo eso no. Vean Uds., frente a esto siempre enseñé lo siguiente: nosotros no deberíamos estar tranquilos hasta que pudiéramos decir con convicción interior: ¡si está en tus planes, querido Dios, entonces no sólo digo que lo acepto y que lo soporto, sino que te lo pido!  Entienden Uds. ¿por qué? Ya he tenido oportunidad de recalcarlo un par de veces: desde el comienzo fue para mí un ideal especialmente grande autoeducarme a una libertad interior infinitamente profunda, a la libertad de los hijos de Dios. La libertad de los hijos de Dios - la necesidad de llegar a ser libre de todas las angustias que no poseen una causa [real], pero también de las angustias provocadas por un motivo interior.”

Quiero terminar con uno de los pensamientos del Padre Kentenich que transmite a los matrimonios de Milwaukee en su reunión de este lunes: él insiste en la necesidad de adquirir primero la correcta imagen de Dios como Padre misericordioso, y que esto se lo pidamos fervientemente a la santísima Virgen:

¡Madre, haz de mí un hijo del amor misericordioso del Padre! ¿Qué significa esto? Haz que, en todas las situaciones de mi vida, también en todos los golpes del destino, sienta la amorosa mano paternal de Dios. Pero dame también la fuerza para decir, en todas las situaciones: ¡Ita, Pater ita Mater in aeternum! Por tanto, todo depende de que adquiramos la correcta imagen de Dios como imagen del Padre. Y esta gracia tiene que implorárnosla la santísima Virgen en virtud de la alianza de amor.”
_________________________________

Para leer o escuchar el texto de la charla, haz 'clic' en el siguiente "Enlace":



1 comentario:

  1. Así reza el Padre Kentenich por nosotros: Suplico para ustedes un fuerte crecimiento hacia “la plena madurez de Cristo,” hacia la mayoría de edad, la independencia y la audacia en Cristo. Junto con Pablo rezo: “Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, por la riqueza de su gloria, fortaleceros interiormente mediante la acción de su Espíritu; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, y os llenéis de toda la plenitud de Dios.”

    Este es el Reino de Cristo en la tierra, que se va perfeccionando poco a poco, pero no será pleno hasta que la Iglesia siga a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal.

    En los tiempos que nos tocan vivir el Padre (JK) nos invita a ser
    heroicos viviendo la plena madurez de Cristo en nuestros corazones, subidos a la cruz. En otro momento decía: con María hacia el Altar, (altar del sacrificio) porque así está en el plan de Dios.

    Podemos concluir con el PK que en la época actual debemos acentuar muy especialmente la educación por el amor y la cruz. Quien no logra hacer suyo el amor a la cruz y el amor a Dios de manera extraordinaria y no guía constantemente por esa doble dirección, no puede esperar que las dificultades, la cruz y el sufrimiento lo ayuden a encontrar a Dios
    rápida y profundamente.

    Así nos recalca una y otra vez el llamado de la época actual: “¡Despertad y despertaos mutuamente!”

    ResponderEliminar