viernes, 28 de febrero de 2020

Poder en blanco e Inscriptio en la espiritualidad de Schoenstatt


Como habrán podido comprobar mis lectores, el Padre Kentenich viene hablando en las últimas semanas de este trimestre de 1957 de la cruz, del dolor y del sufrimiento. En el texto que hoy comentamos, constatamos cómo los matrimonios que sellaron su alianza de amor en el Santuario y que avanzan de su mano en el camino ascético y de santidad que el Padre les muestra y sugiere, se preguntan cuál debe ser su actitud ante la cruz y el sufrimiento. Se están preparando para renovar su alianza.

En una de sus pláticas pasadas les había indicado que el buen Padre Dios nos envía las cruces y el sufrimiento para liberarnos de nosotros mismos, para ayudarnos a conocernos mejor, y también para que lleguemos a ser más bondadosos y humildes, desprendiéndonos de lo terreno y poniéndolo a Él en el centro de nuestra vida, confiándonos más de Él que de nosotros mismos. Y consecuentemente para plasmar su imagen en nosotros.

Para avanzar en el camino emprendido (nuestra actitud ante la cruz) les presenta esta tarde una oración incluida en el libro de oraciones “Hacia el Padre” (compuestas en el Campo de concentración de Dachau) que el Padre Kentenich publicó el 20 de septiembre de 1945, y que reza así:

“Te pido todas las cruces y sufrimientos
que tú, Padre, me tengas preparados.
Libérame de todo egoísmo,
para que pueda satisfacer tus más leves deseos;
hazme semejante, igual a mi Esposo;
solo entonces alcanzaré la felicidad y la plenitud.

Nunca habrá nada, Padre, que no puedas enviarme;
haz todo lo necesario para doblegar mi yo:
únicamente Cristo viva y actúe en mí,
y yo en él solo te cause alegrías.
Padre, nunca me mandarás una cruz o un dolor
sin darme abundantes fuerzas para soportarlo.

En mí el Esposo comparte mi carga entera
y la Madre vigila: así somos siempre tres.
Pero si tu voluntad es preservarme del dolor,
solo quiero complacer tus deseos de Padre;
entonces te pido: aparta de mí la adversidad;
para mí tú eres la única estrella de vida.”

Podemos suponer que los allí presentes, padres de familia, objetaron diciendo: la petición de cruz y sufrimiento no es para nosotros, pues tenemos que cuidar de nuestras familias. Ante tales pensamientos, el Padre Kentenich les dice que la santidad consiste en amar a Dios y cumplir siempre su voluntad. Al avanzar en esta dirección nos esforzamos por olvidarnos de nuestro propio yo y damos a Dios el “poder en blanco”, renovando nuestra alianza en este sentido. Es la actitud de aquel que ‘extiende o firma un cheque en blanco’ para que se haga la voluntad del que lo recibe. Como María en su “Fiat” – “Hágase” de la Anunciación, un acto de confianza. Haciendo el “poder en blanco” queremos asemejarnos a Él y cumplir su voluntad, confiando plenamente en el Padre bueno que nos ama incondicionalmente. Entregar la propia voluntad para cumplir con la voluntad suya, la voluntad divina. En esto consiste la santidad.

¿Y qué es la “Inscriptio” entonces? ¿De qué se trata? Al renovar la alianza en el sentido de la “Inscriptio” pedimos a Dios que nos envíe la cruz y el sufrimiento si está en sus planes. La palabra ‘Inscriptio’ está tomada de San Agustín. Éste habla de ‘Inscriptio cordis in cor’, que significa inscripción del corazón en el corazón de la persona amada, con otras palabras: “fusión de corazones”. La meta de la santidad sería pues asemejarnos plenamente a Cristo crucificado en su entrega confiada a la voluntad del Padre.
La ‘Inscriptio’ presupone una imagen positiva de Dios en nosotros, siendo entonces la forma más sublime del amor. “El amor es tan fuerte que puede incluso imaginarse que el sufrimiento proveniente de la persona amada sea expresión de amor. Se trata de una actitud capaz de pedir sufrimiento si el amor así lo exigiese. Detrás de ello está la convicción de que nada puede destruir el amor.” (Textos pedagógicos, King, N. 5, Nota 17).

Para ayudarles en la comprensión de este camino, el Padre Kentenich recuerda a sus oyentes también que la persona por naturaleza tiene siempre una postura negativa ante el dolor. Es normal. Por eso, en comparación con el ‘poder en blanco’, la ‘Inscriptio’ pone el acento en una aceptación consciente, se pide el dolor y la cruz siempre y cuando estén en los planes de Dios. La ‘Inscriptio’ no es un acto de rendimiento y eficacia propias, de autosuficiencia, sino la ayuda sicológica para vivir en plenitud el ‘poder en blanco’. La actitud de ‘Inscriptio’, si Dios nos la regala, es la gracia que nos quita los miedos y nos hace plenamente libres. De todo ello deducimos que la ‘Inscriptio’ es en realidad un don, no un mérito o aportación nuestros. Con el ‘poder en blanco’ y con la ‘Inscriptio’ se pone de manifiesto la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Resumiendo: Si renovamos la alianza en el sentido del ‘poder en blanco’ y vivimos en ese espíritu, nos acercamos a la santidad, es la santidad. La ‘Inscriptio’ es solo un medio a fin de superar el sentimiento de rechazo a la cruz y el sufrimiento que naturalmente sentimos. Si Dios nos lo pide, la renovaremos con este espíritu en el anhelo de vivir la "fusión de corazones" con Cristo y con su Madre. 
Al final de su charla les recuerda también que Dios puede no enviarnos la cruz, pero que, si nos la envía, nos dará también la gracia para cargar con ella. ¡Para eso es Padre!

2 comentarios:

  1. La misión fundamental de María es dar a luz a su Hijo, para eso fue creada, para ser Madre de Dios. La consagración a María siempre lleva a Cristo y ella nos lo regala en la Cruz, pues fue en la cruz donde Él nos regaló a su Madre. La verdadera devoción a María te hace amar a su hijo, en el Calvario y nos lleva a recorrer con Cristo vías dolorosas, según leyes de redención siempre valederas, completando como corredentores lo que Dios disponga para cada uno. (Hacia el Padre 206 - 209)
    El Espíritu Santo nos libera de las miserias de la mediocridad avivando en nosotros el espíritu de apóstoles y de mártires.(HP 212) Así actúa la Madre en nuestro corazón fortaleciendo la fe de
    nuestros débiles ojos para ver la vida con la mirada de Dios y caminar siempre bajo la luz que viene de lo alto,(HP 213) enseñándonos a vivir cada día de tal manera, que el morir sea fácil, (HP 219)
    sumergiéndonos por ella en la hondura de Cristo,(HP 221) contemplando la profundidad del corazón de Cristo. (HP 244) y ser así fecundo para el establecimiento de su Reino en la tierra.(HP 243)
    No es cuestión de pedir o no pedir cruces. Es cuestión de fundirse con Cristo.

    ResponderEliminar
  2. Excelente explicación! Muchas gracias!

    ResponderEliminar