viernes, 14 de febrero de 2020

La alianza de amor y el camino de santidad


En la reunión con los matrimonios de este lunes el Padre Kentenich toca varios temas de gran importancia, y por ello he decidido abordarlos en varios comentarios. Hoy me limitaré a uno de los mismos, y que resumo con esa frase suya que les dice al principio de la charla: tenemos que vivir en serio la alianza de amor, la perfecta disponibilidad mutua”. Recordamos que se acababa de cumplir un año desde que los miembros del grupo habían sellado su alianza de amor con la santísima Virgen.

La alianza de amor lleva a los contrayentes de la misma a una actitud de disponibilidad mutua. ¿Qué significa ésto? Dios nos regala por las manos de su Madre todo su poder, su sabiduría y su bondad, sobre todo bajo el título de su misericordia. Y a la vez nos pide nuestra disponibilidad. Sabiendo de nuestras debilidades, María asume en ese momento de la alianza su tarea de educarnos, de ayudarnos en el camino hacia su Hijo Jesús, en el camino de nuestra santidad.

Al recordar a los matrimonios lo que ocurrió en el acto de la primera alianza de amor en el Santuario de Schoenstatt aquel 18 de octubre de 1914, el fundador repasa alguna de las claves o ideas centrales del momento, en especial los deseos o peticiones de María a los congregantes que en aquel día que querían sellar la alianza de amor con Ella.
Les cita, por ejemplo, aquella frase del libro de los Proverbios que él puso en la boca de María durante su alocución a los congregantes allí presentes: “Ego diligo, me diligentes” – “Yo amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me hallarán”. (Prov 8, 17)    

“¿Saben que otra cosa dice en el ‘Acta de fundación’? Ego diligentes me diligo: yo amo a los que me aman. ¿Qué significa esto? Se trata, en efecto, de una alianza de amor. Por tanto, amo a aquellos que han sellado la alianza de amor conmigo. Pero la santísima Virgen no se contenta con que la hayamos sellado. Ella sigue adelante: probadme que la habéis sellado conmigo. Y allí está muy claro: lo demostraréis poniéndoos las más altas exigencias. Las más altas exigencias: no solo un poquito —hacer, por ejemplo, una peregrinación—. No: queremos lo supremo, lo más alto. ¿Qué es esto? Santidad de alianza.”

Ella es por tanto nuestra educadora, la maestra que nos acompaña y ayuda en el camino de nuestra santidad. Una santidad, que ya en ese día de la primera alianza muestra los pilares esenciales del camino a recorrer, y que debe caracterizar nuestra andadura en Cristo.

“Ella determina con precisión la peculiaridad de esta santidad. ¿Qué tipo de santidad es esta? Ya lo hemos oído a menudo: piedad o santidad de alianza; segundo, santidad de la vida diaria; tercero, santidad del instrumento.”

Sabemos que la historia de la salvación es un camino de alianza que Dios va haciendo con el hombre. Por eso el Padre Kentenich dirá en otra ocasión: “Nuestra alianza de amor es una forma concreta y original de la alianza que Dios selló con el hombre en el Paraíso y que quiere llevar a cabo en la historia de salvación del mundo”. La espiritualidad o santidad de alianza es en el fondo una espiritualidad de amor. El beato Johannes Duns Scotus (teólogo franciscano del siglo trece, enterrado en Colonia) decía: “Deus quaerit condiligentes se” = ‘Dios busca, Dios crea creaturas a las que poder amar, y que amen con él lo que él ama y como él ama’. La alianza de amor, en nuestro contacto con María, despierta en nosotros y desarrolla el amor personal y el contacto con las tres personas de la Santísima Trinidad, meta y fin de nuestra vida de santidad. María nos enseña a amar.

Una santidad también de la vida diaria. Santidad que destaca esa armonía agradable a Dios entre la vinculación profundamente afectiva a Él, al trabajo y al prójimo en todas las circunstancias de la vida. Una vida cristiana que no se conforma con el cumplimiento del domingo, sino que vincula la religión y la cultura, la vida religiosa y la vida diaria de trabajo y de relaciones personales. Es un estilo de santidad que se anticipa a los anhelos del Concilio Vaticano II que declara que todos los cristianos estamos llamados a la santidad.

Una santidad finalmente que apunta y destaca el aspecto y la dimensión apostólica de este camino. Un santo que se ofrece, que ofrece toda su disponibilidad a Aquel que lo envía. El que ha sellado la alianza de amor con la santísima Virgen se pone enteramente a disposición de la Madre y Reina, anhela estar disponible cien por cien para sus deseos, y vivir de tal manera que “los que nos miren te vean”, como dice la frase conocida en la familia de Schoenstatt. Somos instrumentos en sus manos. Dimensión apostólica, al fin y al cabo.
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Para leer o escuchar el texto de la charla, haz 'clic' en el siguiente "Enlace":



1 comentario:

  1. Paco,

    Esta entrada del blog nos ha ayudado muchísimo. Tenemos una fuerte tendencia a dejarnos llevar por la monotonía y la rutina. Muchas veces tendemos a “arreglar” este “problema” poniendonos metas personales o intentando mejorar la comunicación matrimonial.

    Nada de esto suele funcionar porque lo que realmente tenemos que hacer es lo que nos enseña el padre Kentenich: “vivir en serio la alianza de amor” y “demostrarlo poniéndonos las más altas exigencias. Las más altas exigencias: no solo un poquito”.

    Estas palabras nos despiertan de nuestra modorra porque nos recuerdan lo que somos y para qué existimos. No se trata de “mejorar un poco” sino recordar que somos hijos de Dios y que tenemos unas exigencias “infinitas” a las que podemos aspirar solo si vamos de la mano de nuestra Madre.

    Muchas gracias

    David

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