En la reunión con los matrimonios de este lunes el Padre
Kentenich toca varios temas de gran importancia, y por ello he decidido
abordarlos en varios comentarios. Hoy me limitaré a uno de los mismos, y que
resumo con esa frase suya que les dice al principio de la charla: “tenemos que vivir en serio la alianza de amor, la
perfecta disponibilidad mutua”. Recordamos
que se acababa de cumplir un año desde que los miembros del grupo habían
sellado su alianza de amor con la santísima Virgen.
La alianza de amor lleva a los
contrayentes de la misma a una actitud de disponibilidad mutua. ¿Qué significa ésto?
Dios nos regala por las manos de su Madre todo su poder, su sabiduría y su bondad,
sobre todo bajo el título de su misericordia. Y a la vez nos pide nuestra
disponibilidad. Sabiendo de nuestras debilidades, María asume en ese momento de
la alianza su tarea de educarnos, de ayudarnos en el camino hacia su Hijo
Jesús, en el camino de nuestra santidad.
Al recordar a los matrimonios lo que
ocurrió en el acto de la primera alianza de amor en el Santuario de Schoenstatt
aquel 18 de octubre de 1914, el fundador repasa alguna de las claves o ideas
centrales del momento, en especial los deseos o peticiones de María a los
congregantes que en aquel día que querían sellar la alianza de amor con Ella.
Les cita, por ejemplo, aquella frase
del libro de los Proverbios que él puso en la boca de María durante su
alocución a los congregantes allí presentes: “Ego diligo, me diligentes” – “Yo
amo a los que me aman, y los que me buscan con diligencia me hallarán”. (Prov
8, 17)
“¿Saben que
otra cosa dice en el ‘Acta de fundación’? Ego diligentes me diligo: yo amo a
los que me aman. ¿Qué significa esto? Se trata, en efecto, de una alianza de
amor. Por tanto, amo a aquellos que han sellado la alianza de amor conmigo. Pero
la santísima Virgen no se contenta con que la hayamos sellado. Ella sigue
adelante: probadme que la habéis sellado conmigo. Y allí está muy claro: lo
demostraréis poniéndoos las más altas exigencias. Las más altas exigencias: no
solo un poquito —hacer, por ejemplo, una peregrinación—. No: queremos lo
supremo, lo más alto. ¿Qué es esto? Santidad de alianza.”
Ella es por tanto nuestra educadora, la maestra que
nos acompaña y ayuda en el camino de nuestra santidad. Una santidad, que ya en
ese día de la primera alianza muestra los pilares esenciales del camino a
recorrer, y que debe caracterizar nuestra andadura en Cristo.
“Ella determina
con precisión la peculiaridad de esta santidad. ¿Qué tipo de santidad es esta?
Ya lo hemos oído a menudo: piedad o santidad de alianza; segundo, santidad de
la vida diaria; tercero, santidad del instrumento.”
Sabemos que la historia de la salvación es un camino
de alianza que Dios va haciendo con el hombre. Por eso el Padre Kentenich dirá
en otra ocasión: “Nuestra alianza de amor es una forma concreta y original
de la alianza que Dios selló con el hombre en el Paraíso y que quiere llevar a
cabo en la historia de salvación del mundo”. La espiritualidad o santidad
de alianza es en el fondo una espiritualidad de amor. El beato Johannes Duns Scotus
(teólogo franciscano del siglo trece, enterrado en Colonia) decía: “Deus quaerit
condiligentes se” = ‘Dios busca, Dios crea creaturas a las que poder amar, y
que amen con él lo que él ama y como él ama’. La alianza de amor, en nuestro
contacto con María, despierta en nosotros y desarrolla el amor personal y el
contacto con las tres personas de la Santísima Trinidad, meta y fin de nuestra
vida de santidad. María nos enseña a amar.
Una santidad también de la vida diaria. Santidad que
destaca esa armonía agradable a Dios entre la vinculación profundamente
afectiva a Él, al trabajo y al prójimo en todas las circunstancias de la vida.
Una vida cristiana que no se conforma con el cumplimiento del domingo, sino que
vincula la religión y la cultura, la vida religiosa y la vida diaria de trabajo
y de relaciones personales. Es un estilo de santidad que se anticipa a los
anhelos del Concilio Vaticano II que declara que todos los cristianos estamos
llamados a la santidad.
Una santidad finalmente que apunta y destaca el
aspecto y la dimensión apostólica de este camino. Un santo que se ofrece, que
ofrece toda su disponibilidad a Aquel que lo envía. El que ha sellado la alianza
de amor con la santísima Virgen se pone enteramente a disposición de la Madre y
Reina, anhela estar disponible cien por cien para sus deseos, y vivir de tal
manera que “los que nos miren te vean”, como dice la frase conocida en
la familia de Schoenstatt. Somos instrumentos en sus manos. Dimensión
apostólica, al fin y al cabo.
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Para leer o escuchar el texto de la charla,
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Paco,
ResponderEliminarEsta entrada del blog nos ha ayudado muchísimo. Tenemos una fuerte tendencia a dejarnos llevar por la monotonía y la rutina. Muchas veces tendemos a “arreglar” este “problema” poniendonos metas personales o intentando mejorar la comunicación matrimonial.
Nada de esto suele funcionar porque lo que realmente tenemos que hacer es lo que nos enseña el padre Kentenich: “vivir en serio la alianza de amor” y “demostrarlo poniéndonos las más altas exigencias. Las más altas exigencias: no solo un poquito”.
Estas palabras nos despiertan de nuestra modorra porque nos recuerdan lo que somos y para qué existimos. No se trata de “mejorar un poco” sino recordar que somos hijos de Dios y que tenemos unas exigencias “infinitas” a las que podemos aspirar solo si vamos de la mano de nuestra Madre.
Muchas gracias
David