(Nota previa: Hace unos días se ha celebrado el así llamado ‘Día internacional de
la mujer’. Justo en esa fecha un grupo numeroso de lectores han ‘visitado’
este Blog, y lo han hecho leyendo un texto que publiqué el miércoles 15 de
febrero de 2012 con el título: “Lo eterno en la mujer”.
Se trata de una selección de frases referidas a “lo eterno en la
mujer”, tomadas de la publicación “Para un mundo del
mañana" – Párrafos escogidos sobre problemas pedagógicos - , Padre José
Kentenich, Schoenstatt, 20 de Enero de 1970. Es una recopilación realizada con
la intención de hacer accesible a círculos más amplios la pedagogía que el
Padre Kentenich ha dejado a la Familia de Schoenstatt en numerosas conferencias
y escritos.
Los textos que aquí reproduzco de forma reducida se encuentran en toda su
amplitud en el libro “Ethos und Ideal in der Erziehung”, Jornada de
pedagogía de la juventud de Mayo de 1931 – (En español: “Ethos e ideal en la
educación” Pedagogía schoenstattiana para la juventud, Líneas fundamentales).
El fundador de Schoenstatt nos muestra con estas ideas – a pesar de haber
sido pronunciadas en el año 1931 - caminos para la reflexión y también para
responder a los interrogantes de la discusión pedagógica de nuestros días.)
TEXTOS DEL PADRE KENTENICH
1. Nuestra
cultura actual carece de alma. La naturaleza de la mujer es el elemento que da
alma, la naturaleza del hombre es el elemento que da espíritu e impulsa hacia
adelante. Donde no concurren ambos elementos no habrá avance de la cultura. El
auténtico dirigente debe encarnar siempre ambas cosas, pues una naturaleza de
dirigente que fuese solamente impulsada por ideas, que solamente luchase por
ideas, no es más que un caudillo.
2. Siempre
deben existir ambos elementos: una gran idea a la que se sirve, y el amor
personal al séquito.
3. A
la mujer le incumbe una misión para la redención del varón y una misión para la
redención de la cultura actual.
4. Queremos
llegar a ser íntegramente lo que Dios ha previsto para nosotros desde la
eternidad, no solamente a causa nuestra, sino a causa de Dios, de aquellos que
Dios nos ha confiado o nos confiará alguna vez. En la medida en que hayamos
llegado a desarrollar plenamente lo eterno en nosotros, seremos capaces de
educar a otros.
5. ¿Qué
es lo eterno en la mujer? Lo que llamamos maternidad. O con otra formulación:
la sencilla y vigorosa servicialidad enraizada en Dios, es decir, lo eterno en
lo femenino, lo eterno en la religiosidad femenina.
6. Intencionadamente
he sustituido la palabra "maternidad" por "servicialidad".
En esta palabra resuena más la austeridad, más vigor. La palabra
"maternidad" está de moda. Hoy se trata de encubrir todo lo
misterioso y oscuro bajo el concepto de maternidad. Por consiguiente será mejor
usar la palabra "servicialidad". Así se nos ha presentado también la
Madre de Dios.
7. ¿En
qué formulación encontramos reproducido lo eterno de la religiosidad
femenina? Ecce Ancilla Domini… O en la otra expresión:
sencilla servicialidad enraizada en Dios.
8. No
solamente "una servicialidad divinizada", no, una servicialidad
insertada en Dios. En esto suena una muy fuerte protesta contra la
desacralización del mundo actual.
9. Servicialidad
es siempre algo muy vigoroso. Implica un servir desinteresado y una gran
magnanimidad.
10. Si
reducimos este hecho a los últimos principios filosóficos, vemos en esta
silenciosa y vigorosa servicialidad un reflejo de lo eternamente maternal en el
Dios omnipotente, la maternidad eterna, la eterna servicialidad de Dios. Esta
reflexión despierta un respeto muy profundo ante la verdadera y auténtica
modalidad femenina.
11. Toda
la actividad del Dios Trino: su actividad creadora, redentora y salvífica, es
una única, grande, desinteresada y magnánima servicialidad.
12. Dios
nos ha creado para servirnos. Él nos mantiene en nuestro ser. ¿Por qué? Para
servirnos. Dios gobierna y conduce al mundo, dirige el pequeño y el gran
destino del mundo y de los hombres. ¿Por qué? Es siempre el mismo espíritu: lo
eterno en la mujer, la sencilla servicialidad, la silenciosa y vigorosa
servicialidad.
13. ¿Cuál
es la esencia de la redención cristiana? Es la redención que nos mereció
Cristo. Él nos incorpora en Sí: quiere redimirnos. Nuevamente tenemos aquí la
silenciosa y vigorosa servicialidad del gran Redentor.
14. Si
existe lo eterno en la mujer, entonces lo eterno de la religiosidad femenina
debe abarcarlo y ennoblecerlo. Lo eterno de la religiosidad femenina debe tener
una misión extraordinaria también frente al hombre y aun en las corrientes
religiosas actuales.
15. Cuando
un ser humano —también el hombre— quiera trabajar en la educación de un modo
fecundo y con éxito, debe apropiarse de lo eterno en la mujer. ¡Fíjense en
Pablo! De él está escrito: quisiera llegar a ser todo para todos. Fíjense en el
Salvador: lava los pies a los suyos…
16. La
educación se hace absolutamente imposible cuando no se atenúa el orgulloso
señorío. Puede haber un caudillo, pero el auténtico dirigente es impensable sin
lo eterno en la mujer, sin esa servicialidad desinteresada.
17. Si
el hombre no se apropia de lo eterno del ser y de la religiosidad femenina, es
sólo un educador a medias. Él necesita apropiarse lo eterno en la mujer.
Aplíquese esto al sacerdote, al esposo, es más, a todos los hombres, también a
los jóvenes.
18. Vinculación
y dinamismo son dos elementos que siempre han producido tensiones en la
historia y que a través de todas las épocas han hecho historia. ¿Dónde se
encuentran en forma típica la vinculación y el dinamismo? La vinculación es
típica en la naturaleza de la mujer y el dinamismo, en la naturaleza del varón.
19. Lo
eterno en la mujer debe liberar y redimir en el varón lo que es inestable y
está sometido a las fluctuaciones de la época. Y lo eterno en el varón, con el
tiempo, debe liberar y redimir en la mujer lo que en ella está relacionado con
la época.
20. El
movimiento feminista moderno corre el riesgo de minar y colocar en el fondo lo
eterno en la mujer. A causa de que la mujer ha sido arrancada del hogar —su
dominio propio— y llevada como un torbellino a la vida pública, donde debe
librar la lucha por la existencia, resulta que ahora se debe reflexionar acerca
de la particularidad propia del hombre y de la mujer. Pues la mujer, en esta
lucha por la existencia, se enfrenta con el adversario en su existencia.
21. No
es solamente una lucha exterior, sino también una lucha del alma, una lucha
espiritual. Las relaciones entre el hombre y la mujer deben ser nuevamente
revisadas y reducidas a principios últimos. Y ahí escuchamos en la
controversia, expresiones contra las que uno se rebela. Por un lado,
"servicialidad", y por otro lado "dominio".
22. La
mujer lucha por conquistar una posición equivalente a la del hombre en la vida
pública, y confunde fácilmente equivalencia con igualdad. Aquí tenemos que
admitir también que la hombría exagerada a veces, quizás también a menudo, ha
conducido a una orgullosa tiranía, rígida, en desventaja de la magnanimidad, de
la servicialidad, en desmedro de la vigorosa servicialidad.
23. Esta
silenciosa y vigorosa servicialidad, este servir tranquilo y desinteresado, es
esencialmente distinto a cierta concepción que hace de la mujer un juguete, la
esclava del hombre. A esto último la mujer se resiste, y con razón.
24. Solamente
donde opera un servicialidad oculta, silenciosa y fuerte, se hará posible la
vinculación interior del educando a nuestra personalidad y la transmisión de
esta vinculación al Dios trino.
25. La
mujer no está vinculada al hombre en la última raíz de su ser, al menos no
necesariamente; pero necesaria es la magnanimidad en la servicialidad. Con esto
hemos caracterizado la maternidad, no solamente como maternidad física, sino
esencialmente como maternidad intelectual y espiritual.
26. Cuando
la silenciosa y fuerte servicialidad, la vigorosa servicialidad, está
concentrada en el varón —en el matrimonio— no debemos confundir la palabra
"servir", con atender. Hay en esto una gran diferencia.
27. La
tendencia peligrosa está en que a causa de la subvaloración de la mujer, se
busca en toda la línea su masculinización o se trata de hacer entrar en juego
atractivos unilateralmente femeninos…
28. La
mujer que quiere encarnar el tipo masculino, que aspira a la masculinización,
arrastra con ello cada vez más hacia abajo a la cultura actual, colaborando en
la deshumanización de la humanidad, de la cultura de hoy.
29. Actualmente
hay tanta confusión en el mundo porque no se reconoce lo eterno en la mujer.
Toda nuestra educación, en definitiva, debe tender a salvar la naturaleza de la
mujer para una nueva época.
30. Si
solo lográramos educar una joven, una joven auténtica ¡qué gran trabajo
habríamos realizado en pro de la cultura! Ustedes pueden estar seguros: el
demonio sabe lo que hace dejando que se destruya lo eterno en la mujer.
31. No
solamente gobernar, conducir y guiar, sino servir desinteresadamente, con
respeto, entregarse en amor, ser alma, animar por doquier; también allá donde
hayamos esparcido grandes ideas. Este es el ideal del educador.
32. Aprendamos
a estar orgullosas de lo grande que encierra nuestra naturaleza, e infundamos
este orgullo en las que nos están confiadas.
33. Quien
quiera orientarse acerca de la verdadera feminidad, encontrará desesperadamente
pocos modelos en los que pueda estudiarla. La mayoría ha adoptado en demasía el
espíritu moderno. Si ustedes quieren fijarse en la figura de María, encontrarán
el ideal totalmente encarnado.
34. ¡Como
nos equivocamos si como educadoras y mujeres creemos mejor no cultivar tanto el
amor a María…! Si ustedes renuncian a la Madre de Dios, renuncian a formar lo
eterno en la naturaleza femenina.
35. Si
renuncian a la Madre de Dios, les pregunto: ¿cómo pretenden devolver a la
actual generación la vigorosa conciencia de su auténtica grandeza femenina?
36. En
la Madre de Dios tenemos el modelo de la auténtica y verdadera maternidad.
Vayamos a su escuela. Ella es nuestra Madre, nuestra Madre sacerdotal. Ella ha
confirmado su silenciosa y fuerte servicialidad, no sólo ante su Hijo
unigénito, sino también ante nosotros… ¡Cómo da alma a todo lo que Dios ha
depositado en germen, en nosotros!
37. Haciéndola
Madre de Dios, le ha regalado una gran medida de poder sobre su propio corazón
y un grado inagotable de bondad y sabiduría de educadora y dirigente.
38. La
Madre de Dios es rica en amor, tan rica que puede derrocharlo porque su corazón
le pertenece totalmente a Dios. Y un corazón que pertenece íntegramente a Dios,
pertenece también íntegramente a los hombres, ya no se pertenece a sí mismo.
39. El
amor nacido de Dios lleva en sí el sello de la eterna fidelidad. Por
consiguiente, la bienaventurada Virgen, a pesar de toda su felicidad, no podrá
olvidar por toda la eternidad a aquellos que el Salvador le ha dado como hijos.
40. La
esencia de la querida Madre de Dios era y es el servir desinteresadamente a la
vida.
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