Los textos litúrgicos de estos días nos invitan y ayudan
a meditar en la misericordia del Señor, recordándonos lo necesitados que estamos
de ella. Vemos cómo Marcos narra los diferentes milagros de Jesús, curando a
los leprosos y a los enfermos en el espíritu, los endemoniados, y a tantos
otros que le pedían su ayuda y curación. El salmo de la liturgia de hoy jueves
nos ha invitado a recitar aquello de “¡Redímenos Señor, por tu misericordia!”
(Sal
43,10-11.14-15.24-25).
No sé si en las semanas del mes de enero de 1957, en la
parroquia de Milwaukee/USA, donde celebraba la santa Misa el Padre Kentenich, se
recitaban los mismos textos litúrgicos y salmos de hoy. Cierto es que, en las
reuniones con los matrimonios de esa parroquia, la misericordia del Señor
era el tema central de los encuentros. También en las celebraciones de los días
de alianza, los 18 de cada mes. Por ejemplo, en la plática del 18 de enero de
ese año.
Al invitar a los presentes a renovar la alianza de amor que
han sellado con la santísima Virgen, les recuerda que el sentido de esta
renovación es ponerse de nuevo y con renovadas fuerzas a disposición del Padre
Dios a ejemplo de su Hijo Jesucristo, porque ‘el Padre así lo desea’,
según rezaba el lema del grupo en aquellas semanas. Cita al respecto episodios
concretos de la vida de Cristo: su encarnación, la estancia en el templo a los
doce años, su obediencia en Nazaret, su vida pública y su muerte en cruz. “¡Hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo!”, “Vengo a hacer la voluntad de mi
Padre”.
Si en la alianza y en nuestras vidas nos ponemos a
disposición de Dios y de la santísima Virgen, sabemos que ellos responden con
creces ofreciéndonos su amor misericordioso, porque “sobre todas las cualidades
de Dios se encuentra su amor misericordioso”.
“Por encima de todas las cualidades se encuentra el
amor misericordioso: ese amor supera todo, todo lo demás. Por tanto: el amor misericordioso
no solo el amor. Dios sabe cuán débil soy. Dios sabe que soy limitado. Dios
sabe que tengo el pecado original. Dios sabe que innumerables veces he pecado
personalmente. ¿Y ahora? Su amor misericordioso me dice «sí».”
Para profundizar en este aspecto del
amor de Dios a su criatura cita a San Pablo en su Carta a los Romanos, en aquel
pensamiento del apóstol: "Así Dios hizo pasar a todos por la desobediencia, a fin de mostrar
a todos su misericordia." (Rm, 11,32).
“El apóstol
Pablo reflexiona en una ocasión en la Carta a los Romanos : ¿Por qué ha dejado
Dios que todos los hombres se enredaran en el pecado original? Si tenemos el
pecado original, todos somos criaturas pecaminosas. Por eso la pregunta: ¿por
qué gobierna Dios a una humanidad tan pecadora? La respuesta, maravillosamente
profunda, reza: Para poder apiadarse tanto más de ella. ¿Qué significa esto, a
su vez? Por ser la humanidad tan pobre y pecadora, el Dios vivo puede derramar
su misericordia en esa humanidad. Esta es la gran imagen de la historia que
tiene el apóstol Pablo. El Padre Dios gobierna una humanidad pecadora por
misericordia divina, no en primer lugar por justicia. La justicia también está
presente, pero sobre toda justicia actúa en la historia de la humanidad su
misericordia.”
En su charla, el Padre Kentenich recuerda también
en este día de alianza a la santísima Virgen y su canto del Magníficat:
“Lo mismo
encontramos si examinamos la imagen de la historia que tiene la santísima
Virgen. Solo es preciso que nos detengamos a considerar el Magníficat. En él
escuchamos la frase: «Su misericordia llega a los que le temen de generación en
generación». ¿Qué significa «su misericordia»? Una misericordiosa mano paternal
gobierna el acontecer universal. Pero ¿qué se exige como condición? «Los que le
temen», es decir, los que reconocen y confiesan con humildad y confianza su
miseria.”
Admirándonos del amor de Dios, sabiendo que se apiada
de los miserables y que es fiel a su alianza, queremos vivir en la seguridad de
que él se pone a nuestra disposición, regalándonos su amor infinitamente misericordioso.
Y el Padre Kentenich añade: “Ese amor es el que él pone a mi disposición,
por supuesto, bajo una condición: tengo que confesar y reconocer con sencillez
mis debilidades y miserias.”
Para terminar su plática en este día 18, día de
alianza, les/nos dice:
“Ahora
entendemos qué significa la alianza de amor en el sentido de la perfecta
disponibilidad mutua. ¿Qué ponen el Padre y la Madre a nuestra disposición? Su
amor misericordioso. Pero esto exige de nosotros entrega humilde, plenamente
confiada en todas las situaciones de la vida. Y aunque hubiese pecado sabe Dios
cuánto, aunque mi vida fuese una única cadena de pecados graves, el Padre del
cielo no me abandona, la santísima Virgen me sostiene en su mano. Tengo que
permanecer humilde y tener confianza. Este es el sentido de nuestra alianza de
amor.”
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Para leer o escuchar el texto de la plática,
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