Desearía que sobre mi lápida se grabara ese epitafio y fuese recordado en el futuro: Dilexit ecclesiam. ¿Cómo es ese amor a la Iglesia?
En estos días les relataba sobre la promesa hecha al Santo Padre en ocasión de la inesperada audiencia: Que nosotros, toda la Familia, la Familia que había sido bajada de la cruz, queríamos en lo sucesivo esforzarnos, por todos los medios, para ayudar al Papa a realizar la misión posconciliar de la Iglesia. Así pues la frase Dilexit ecclesiam cobra un sentido claro y profundo: Schoenstatt dilexit ecclesiam, Schoenstatt amó a la Iglesia. El amor a la Iglesia nos impulsa a apoyar la misión posconciliar de la Iglesia. Y a hacerlo con la mayor perfección posible y en todo sentido. ……..
Dilexit ecclesiam, el amor a la Iglesia nos impulsa también ahora a amar ardientemente a la Iglesia que nos ha perseguido, a olvidar todo lo pasado y comprometernos con todas las fuerzas para que nuestra Familia cumpla la gran misión y ayude a la Iglesia a avanzar victoriosamente hacia la playa del mundo nuevo; vale decir, a hacer realidad el ideal de la Iglesia en las playas del tiempo nuevo.
Al echar una mirada retrospectiva sobre el pasado, me parece que podríamos repetir la frase que el Cardenal Mermillod hiciera grabar sobre su lápida: Dilexit ecclesiam. Sabemos que hemos amado a la Iglesia desde el principio, con fervor, con obras, con espíritu de sacrificio. El amor a la Iglesia nos ha llevado a fundar la Obra de Schoenstatt. El amor a la Iglesia nos ha motivado a dejar que la Iglesia nos clavara en la cruz. Damos testimonio de ese amor a la Iglesia agradeciendo a la Iglesia que, a través de la persona de monseñor Tenhumberg, nos haya bajado de la cruz. […]
Dilexit ecclesiam… ¿Qué significan estas palabras? Estaba por relatarles sobre la audiencia con el Santo Padre: él ha sido quien ha recibido la tan ardientemente esperada "visión de Schoenstatt" que implorábamos para el Papa; él ha sido quien me ha rehabilitado, y quien ha bendecido y coronado Schoenstatt durante su ministerio. En prenda de gratitud, por entonces prometí al Santo Padre ayudarlo a realizar en plenitud la misión posconciliar de la Iglesia.
Luego vino aquella importante frase que monseñor Tenhumberg hiciera grabar sobre su escudo: Sub tutela matris, vale decir, bajo la protección de María santísima queremos velar para que la misión posconciliar de la Iglesia se haga realidad. Y porque toda la audiencia transcurrió en un clima de familiaridad, el Santo Padre tomó la palabra y expresó lo que evidentemente era una idea predilecta suya. Dijo que quizás yo quería decir: sub ecclesia matre. "No —le respondí— sino sub tutela matris". "Sí" —contestó—"está bien". Al alcanzarle el cáliz le expresé una tercera idea: "Que este cáliz sea para la nueva iglesia proyectada con el título Matri ecclesiae". Y agregué: "In ecclesia, ab ecclesia, pro ecclesia; a matre ecclesia, in matre ecclesia, pro matre ecclesia".
Ahora podríamos reflexionar, desde el punto de vista dogmático, sobre la interrelación entre Mater ecclesia y Mater ecclesiae. La Iglesia católica tiene en la Virgen María su modelo: eso es algo que la Iglesia "lleva en su sangre". Por eso la Iglesia no puede deformar la imagen de María santísima, y ya en razón de su misma existencia. Si permite que se deforme, deformaría su propia imagen. Así comprenderán por qué el protestantismo no logra asumir cabalmente la imagen de la Santísima Virgen. También el protestantismo identifica instintivamente su imagen con la imagen de la Santísima Virgen. Pero su propia imagen no concuerda totalmente con los rasgos de la Madre del Señor tal como nosotros los vemos; por eso el protestantismo no puede aprobar nuestro amor a María santísima en su expresión más pura. Por lo tanto, si queremos contribuir a realizar la misión posconciliar de la Iglesia, no pasemos nunca por alto: sub tutela matris. Igualmente queremos tener la valentía (y precisamente hoy hace falta valentía para ello, también entre nuestros propios sacerdotes) para decir un cordial "sí" a la posición que ocupa la Santísima Virgen, especialmente bajo la advocación Mater ecclesiae.
Al echar una mirada retrospectiva… ¡qué tiempo aquél, cuando el marianismo, luego de la primera guerra mundial, era objeto de fuerte debate! ¡Qué luchas libramos por entonces por el honor de María santísima! Ella se ha glorificado siempre en nuestra Familia en cuanto parte de la Iglesia; por eso nuestra tarea seguirá siendo siempre velar para que la Santísima Virgen sea reconocida en la Iglesia; más aun, para que ella no solo sea reconocida, sino para que ella sea la gran portadora de Cristo, servidora de Cristo y Madre de Cristo.
[El texto es una compilación de fragmentos de tres conferencias
que el padre Kentenich pronunciara el 31.12.1965 para toda la Familia de
Schoenstatt, poco después de haber regresado a Schoenstatt procedente de Roma
("Propheta locutus est", tomo II, pp. 255s. y 268) y el
3.01.1966 para los sacerdotes de Schoenstatt de la diócesis de Münster ("Propheta
locutus est", tomo III, pp. 98-101). Ver “Kentenich reader III –
Seguir al profeta”)]
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