Estamos destacando aquí un principio
peculiar. Un principio que todos hemos vivido, y
que vivimos también hoy de manera
especial; un principio quizás aún poco conocido
en el plano intelectual;
un principio que reviste tanta importancia que hemos de conservarlo
cuidadosamente en el futuro.
Tener claridad
sobre este principio es hallar la respuesta para una misteriosa pregunta:
Siendo nosotros una comunidad tan polifacética, en la cual cada rama recorrió
su propio camino, ¿cómo fue posible haber permanecido unidos? Hoy por la
mañana puse de relieve que deberíamos contar con ser hijos de la guerra hasta el
fin de los tiempos; que en el ámbito
del catolicismo habremos de asumir
confrontaciones y tensiones. Pero tuve que haber agregado que en virtud de la
gran universalidad de la Familia y su pluralidad de ramas,
tendríamos que contar también con no pocas tensiones en el seno de ella.
¿Cuál fue uno de los elementos
esenciales que nos mantuvo cohesionados?: la ley de la solidaridad indisoluble.
Pero naturalmente agrego enseguida: solidaridad
indisoluble entre la cabeza, el santuario y los seguidores.
Al hablar de cabeza sabemos que
se está haciendo referencia a la cabeza supra-temporal, no a la temporal.
Lógicamente lo que vale para la cabeza supra-temporal vale asimismo (de alguna
manera; pero sólo de alguna manera) para la temporal, y también para toda
instancia de dirección.
En el
ámbito de la Iglesia es natural mantener el contacto con el
fundador de la comunidad. Hoy la Santa Sede hace especial hincapié en este
aspecto. Ya Pío XI no se cansaba de destacar que toda comunidad debía tomar
como norte a su fundador, había de girar en torno de su fundador. Últimamente
escuchamos que el Santo Padre (Pablo VI) quiere
que todas las comunidades revisen sus estatutos. Y la norma que pone es la
siguiente: El desarrollo de la comunidad, y
también los estatutos de la comunidad, han de orientarse por el
carisma del fundador.
Se trata aquí pues de la cabeza
supra-temporal, de la ley de la solidaridad indisoluble. Repasemos brevemente
lo que dice esta ley en detalle allí donde es aplicada, y las consecuencias que
se derivan de ella.
¿Qué dice la ley? ¿Qué
entendemos por ley de la solidaridad entre la cabeza supra-temporal de la
Familia y el santuario? Podríamos tomar
cada palabra y hacerla objeto de prolongadas reflexiones.
Quizás ustedes se pregunten por
qué no elijo la división tripartita que se impuso más tarde. Uno de los regalos
más importantes que le ha hecho el P.
Menningen a la Familia y por el cual más hay que agradecer, es remontar la
Familia a tres elementos, a
los que se llamó "los tres
puntos de contacto": Reina, cabeza (de la Familia) y santuario. Yo al
principio en mis escritos hablaba sólo de dos elementos: cabeza y santuario.
El santuario incluía esencialmente dos elementos,
vale decir, cuando pensamos en el
santuario, pensamos naturalmente ante todo en la Reina, la Madre, la Educadora
que habita y reina allí.
Sería bueno entonces mantener esa división
tripartita, pero también recordar que ahora tenemos un principio de selección
a nuestra disposición, y que estamos obligados a utilizarlo siempre a la hora
de admitir personas a la Familia. En efecto, cuando alguien sienta una vocación
a la Familia, dicha vocación se
comprobará mediante la vinculación interior que se tenga con los tres puntos
de contacto: Reina, cabeza y santuario.
(Tomado
de la Semana
de octubre de 1966
– Ver “Unidos al Padre” de Mons. Peter Wolf, Editorial Nueva Patris, Santiago
de Chile)
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