La gran
tragedia del tiempo actual es la carencia de paternidad natural y sobrenatural,
es la huida de Dios, la huida de Dios como Persona y, de modo especial, de Dios
como Padre. Tanto la paternidad basada en la justicia, como la paternidad
basada en la misericordia no son hoy día consideradas ni reconocidas, y ésta es
precisamente la gran tragedia del tiempo actual. Los intérpretes de las
disposiciones conciliares nos dicen, no sin razón, que el interés central del
Concilio y del tiempo postconciliar no es la liturgia ni muchas otras cosas que
hoy se colocan en un primer plano, sino que la inquietud principal es Dios.
Si el gran
axioma de nuestra Familia es el dar respuesta a las necesidades y miserias del
tiempo, se comprende que estuviera siempre viva en la Familia una acentuada
corriente del Padre. Esta corriente del Padre ha captado en forma irresistible
a toda la Familia, sobre todo en el último año, y la ha captado de tal manera
que la imagen del Padre no domina sólo el intelecto, sino también el corazón y
la voluntad, o al menos tiende a hacerlo.
El gran
regalo es ese estar captados por el Padre y ese estar unidos íntimamente a Él.
Esto se ha tornado una corriente que paulatinamente ha captado todos los
círculos de la Familia, una corriente que desembocó en el hecho de que el “acto
de séquito” se ha tornado patrimonio común de todos los miembros y ramas de la
Familia. Se ha realizado de tal forma que ahora ―después que han madurado
tantas cosas en ese sentido― se desea poner el símbolo del Ojo del Padre en el
Santuario, como expresión de gratitud por esa corriente del Padre.
Pregunto una
vez más: ¿Es cierto realmente que la Familia es impulsada interiormente por esa
corriente de profunda unión e intimidad con el Padre?
Para evitar
malentendidos, pero también para no encubrir nada, creo que hay que decir
claramente: aquí se trata de una doble corriente del Padre: una que gira en
torno al Padre Eterno, pero también en torno al Padre terrenal. No sin motivo
repetimos muchas veces que si no tenemos vivencias de paternidad en el plano
natural, es dificilísimo que podamos lograr una vivencia profunda del Padre
Dios y que lo dejemos dominar toda nuestra vida.
Por eso
reconocemos dos corrientes del Padre que corren paralelas y que desembocan la
una en la otra: son la corriente del Padre relacionada con la Cabeza supra temporal
de la Familia y con la Dirección de la Familia, en cuanto ésta participa de la
paternidad de la Cabeza supra temporal, pero porque la relación entre Padre e
hijo dentro de la Familia, con sus vivencias correspondientes, es expresión de
la relación vital con el Padre Eterno, porque se ha tornado en un medio que nos
ha llevado y nos lleva a estar firmemente ligados al Padre Eterno, porque es
una protección de la imagen del Padre Eterno, por eso ha surgido también una
fuerte corriente del Padre que tiene por centro al Padre Dios. He dicho
escuetamente y en síntesis todo, sin encubrir nada, y esto en forma bien
consciente.
Creo que
debería demostrar un poco lo que he afirmado. Para ello tendré en cuenta la
experiencia y la observación de otros. Si observo las corrientes que en todas
partes han conquistado victoriosamente a la Familia en el último año, debo
decir que todas desembocan en una expresión: la Familia vive actualmente en
forma extraordinaria del espíritu de “Victoria
Patris”.
En el último
año he recogido frecuentemente todo lo que se manifestaba en esa línea. En los
ejercicios espirituales para sacerdotes pude hablar detalladamente sobre eso.
He señalado lo que se ha logrado lentamente en las diversas ramas y las
formulaciones que para ello emplearon y he buscado un nombre común para ello.
El nombre que resume todo solo puede ser: Victoria
Patris. A todos los que participaron en esos cursos (y no han sido pocos,
ya que las diversas ramas han sido poco a poco introducidas en ese espíritu)
les quisiera pedir que ese patrimonio de ideas y de vida lo consideren como una
misión y lo den a conocer en sus respectivos círculos. Si es cierto que precisamente
a través de esa marcada corriente del Padre damos un aporte esencial para la
misión postconciliar de la Iglesia, tenemos entonces el deber urgente de hacer
en este sentido, lo que esté a nuestro alcance.
Este sería
el lugar para tomar de ese inmenso conjunto alguna que otra idea.
Lamentablemente debemos renunciar a hacerlo, de lo contrario nos quedaríamos en
la introducción de la Semana. Al menos diré brevemente lo que se debe entender
por “espíritu de Victoria Patris”.
¡Victoria Patris! ¡El Padre Dios ha triunfado, ha triunfado victoriosamente!
Hablando en
términos científicos debemos distinguir entre un genitivo subjetivo y un
genitivo objetivo. Según esto, Victoria
Patris puede significar que el Padre Dios ha triunfado sobre nosotros, o
que nosotros hemos triunfado sobre el Padre. Aquí son consideradas ambas cosas.
Si queremos captar toda esta realidad debemos penetrar con amor y de manera
vital en ambas concepciones.
El Padre ha
triunfado sobre nosotros. ¿Cómo
triunfa? Mediante las tres virtudes teologales. Él ha triunfado sobre nuestro
intelecto, sobre nuestra voluntad y sobre nuestro corazón. Uds. se dan cuenta
que esto es un gran esquema, que si quisiéramos elaborarlo juntos se nos
abriría un inmenso panorama.
¡Nosotros
triunfamos sobre el Padre! ¿Qué significa esto? ¿De qué modo se deja vencer el
Padre? ¡Mediante nuestra pequeñez! Aquí tenemos ante nosotros todo el mundo de
la pequeñez, de la fuerza y de la misión de la pequeñez ante Dios. Me permito
citar en este contexto una expresión de “La Santificación de la Vida Diaria”:
La pequeñez conocida y reconocida por el hijo, significa ‘impotencia’ del Padre
y ‘omnipotencia’ del hombre insignificante” (Cf. Nailis, ob. cit. Herder, 1958,
pág.41). Con gusto introduciría a toda la Familia una vez más en este mundo.
Quien ha captado esto interiormente, quien lo ha vivido o lo vive, tiene
material de sobra para conversaciones y reuniones de grupo, pues a veces no
sabemos sobre qué podemos hablar.
Resumiendo:
la gran pregunta es si realmente el Padre ha triunfado sobre nosotros y si
nosotros estamos en camino de triunfar sobre Él.
(Tomado de la Semana de Octubre 1967 – Archivo digital del
Instituto de Familias de Schoenstatt)
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