miércoles, 6 de noviembre de 2013

Girar en torno del Padre


[Ha comenzado el año jubilar en Schoenstatt (1914-2014). Como preparación más inmediata para la celebración del 18 de octubre de 2014, la Familia de Schoenstatt en España quiere ir construyendo una “red de santuarios vivos” con diferentes momentos y acentuaciones espirituales.
En el mes de Noviembre de 2013 queremos esforzarnos por conquistar la “unidad en el Padre: ‘Cor unum in Patre’. Atravesada la puerta santa el 18 de octubre, queremos en el mes de noviembre mirar a nuestro Padre Fundador. Él lleva el fuego que María encendió en su corazón. Nos pasa ese fuego para que arda también en nosotros. Que nuestros oratorios del Padre sean en este mes un lugar importante donde podamos encontrarnos con él al recorrer el camino.” (Nota del acta de la Jornada de dirigentes españoles de este año).
Siguiendo esta iniciativa aportaremos en estas semanas textos del Fundador referidos al padre.]

 

Girar en torno del Padre

¿Qué significa para nosotros el Día del Padre? Para responder basta comparar ese día con el Día de la Madre. Vale decir, en el Día del Padre nuestros pensamientos deberían girar en torno de nuestro padre terrenal, y a la vez en torno de nuestro Padre celestial. Porque sabemos que el padre terrenal es trasparente del Padre celestial.

¿Qué significa en la práctica que nuestros pensamientos giren en torno de nuestro padre? En primer lugar en torno del padre terrenal. Evoquemos su imagen, contemplémosla con los ojos del alma. ¿Qué experiencia he tenido de mi padre en la vida concreta? ¿Qué debo agradecerle? ¿Qué hizo por mí? Si mi padre está ya en la eternidad, pensaré expresamente en él y le agradeceré de corazón por todas las cosas buenas que de algún modo me ha brindado; porque me dio la vida, porque se preocupó de mi salud y educación, etc.

Y cuando deba decirme que en tal o cual área ha fracasado ―por ejemplo, le dio una mejor educación a otro hijo, mientras que yo fui postergado, o cualquier otro reproche por el estilo― entonces hay que tener en cuenta lo siguiente: nuestro pobre padre, él hizo las cosas lo mejor que pudo. ¿En qué situación se crió él mismo? Evidente o posiblemente no pudo darme más de lo que me ha dado. Y si a pesar de todo sigo constatando falencias suyas, me parece que en ese caso hay que perdonárselas de todo corazón.

Y si nosotros somos padres, recordemos lo siguiente: tal como ocurre con los días de festividades litúrgicas, días como éste no son sólo jornadas de recuerdo, sino también de renovación. ¿Y qué habré de renovar? Mi disposición paternal ante mis hijos. ¿Y cómo es esa disposición? Sobre ello hablaremos más tarde con todo detalle.

Pero tampoco queremos olvidar al Padre celestial. También en este punto hay que reflexionar: ¿Qué le debo agradecer al Padre del cielo en relación con mi vida y la vida de mi familia? Ya hemos hablado a menudo sobre el hecho de que la mayoría de los católicos de hoy no tienen en absoluto un sentido para ver a Dios como Padre ¿no es cierto? Pensemos cuántas veces nosotros mismos, desde que estamos juntos, contamos o dijimos cosas refiriéndonos a Dios como a un padre.

Asimismo no tienen que pasar por alto un segundo aspecto sobre el cual también hemos hablado con frecuencia. Siempre subrayamos que la misión especial de la Santísima Virgen en este Santuario es la de abrirnos a una comprensión de Dios como padre y educarnos como auténticos hijos del Padre. Estamos acostumbrados —y así se dice comúnmente― a escuchar que la Santísima Virgen nos lleva a Jesús. Pero esto no es suficiente. Donde hay un santuario de Schoenstatt, allí hay un centro donde la Madre del Señor educa a sus hijos: Ella nos conduce en Jesús hacia el Padre.

Desde este punto de vista comprenderán mucho mejor que una gracia específica de nuestro Santuario es la de ser per eminentiam hijos de la divina Providencia. Ser hijos de la Providencia e hijos del Padre es siempre lo mismo, ya que en la medida en que yo sea un hijo de la Providencia, pondré siempre el timón de mi vida en las manos de Dios Padre. Y en la medida en que sea hijo del Padre, vale decir, hijo del Padre celestial, desarrollaré un sentido para percibir la acción de Dios en mi vida, que se manifiesta en las circunstancias y situaciones concretas que me toca vivir.

(Tomado de “Lunes por la tarde XXI”, P. José Kentenich a los matrimonios en Milwaukee)

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