miércoles, 3 de julio de 2013

Las voces del alma


Comentario previo del P. Rafael Fernández deA., en el libro "Dios presente", Pág. 299:
El Dios de la vida, que nos muestra puertas abiertas (o cerradas) a través de las "voces del tiempo" y en la historia, también nos "habla" en el interior de nuestro ser por medio de las mociones del Espíritu Santo que habita en nosotros. Esas voces requieren ciertamente un discernimiento, pues también, en nuestra alma, nos "hablan" los instintos desordenados.
En nuestro interior escuchamos diversas "voces". Éstas pueden ser voces (mociones, impulsos) que brotan de nuestra naturaleza o del Espíritu de Dios en nosotros, o bien, que provienen del demonio.
De allí que cada persona deba realizar lo que se denomina un "discernimiento de los espíritus" (discretio spirituum). Los criterios que guían este discernimiento tradicionalmente son los siguientes:
1. Desprenderse de la voluntad propia (egoísta), en el sentido de lo que san Ignacio llama "santa indiferencia", para estar así abiertos a lo que Dios nos pida.
2. La voz de lo que nos dice el alma debe ser algo bueno en sí mismo, en su finalidad y en los medios que se utiliza para conseguir esa finalidad.
3. Debe ser también bueno en cuanto a los efectos que se deduzcan. En este sentido, los efectos que se sigan, para la persona misma que toma la decisión, deben ser de paz y serenidad.

Si la decisión no responde a estos requisitos, quiere decir que, la "voz" que nos habla, puede ser producto de nuestra naturaleza enferma, herida por el pecado original y personal, o bien una inspiración del demonio que actúa, indirecta o directamente, en nuestro interior.
En este proceso, debe estar siempre presente la oración y, en el mismo sentido, la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones.
Si se trata de un discernimiento, especialmente difícil, se recomienda consultar a una persona que nos dé confianza por su sabiduría, experiencia y espíritu sobrenatural.

 
Las mociones del Espíritu Santo  (texto del Padre José Kentenich)
 

En segundo lugar, preguntamos al alma. Nos preguntamos acerca de las mociones individuales del Espíritu Santo en nuestra alma.
Un anciano y sabio teólogo del siglo IV formuló esta hermosa frase: «Lo que actúa en el alma del cristiano, en cuanto cristiano, es el hálito del Espíritu Santo».
Naturalmente, con esto tocamos un tema que el hombre moderno apenas considera. Se trata precisamente del discernimiento del Espíritu. El Espíritu Santo habla en nuestra alma "con gemidos inefables" (Rom 8,26). Esto significa, prácticamente, que si tratamos en la oración con el Padre Dios, si prestamos atención a lo que él habla en nosotros, a menudo debemos confesar: la oración sabe lo que el Padre Dios desea de nosotros, antes que nosotros mismos. Es decir, en la oración recibimos muchas de esas mociones; vislumbramos instintivamente relaciones, intenciones de Dios, de las cuales, sólo lentamente, podemos tomar plena conciencia.
Por eso ¡salir al encuentro de las inspiraciones del Dios vivo! No estar saltando permanentemente y brincando de una rama a otra, como una ardilla. ¡Detengámonos! ¿Detenernos en qué? En todo aquello que el Padre Dios nos habla interiormente, en lo que espera y exige de nosotros.
Por último, la tercera fuente de la cual podemos obtener nuestro conocimiento personal es nuestra estructura de ser. Nuestro ser no es algo meramente personal y subjetivo; fue creado por el Padre Dios. Y según cómo mi ser esté conformado, el que yo sea hombre o mujer, de tal o cual índole, es una fuente de conocimiento para mí.
De esta manera, reconocemos plenamente, cada vez en forma más clara y profunda, lo que el Padre Dios quiere de cada uno de nosotros.

Texto del Padre Kentenich tomado de: "Vortrag", 1967. Ver “Dios presente” Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile, 2007, Pág. 300)

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