miércoles, 31 de octubre de 2012

El carácter mariano de Schoenstatt



El carácter marcadamente mariano de nuestra Familia proviene de su historia. El mismo corresponde a las leyes de gobierno del mundo, de ordenamiento del mundo y de perfeccionamiento del mundo, y a la condición sensible de nuestra naturaleza humana.

En sabiduría y respeto por sus criaturas, Dios gobierna el mundo a través de causas segundas. Él tiene a bien hacer partícipes a las cosas y a las personas humanas de sus propiedades, derechos y poderes, y quiere que nosotros entreguemos a esas cosas y personas el amor y el apego que le corresponden a Él y que, a través de ellas, los transfiramos a Él. De esa manera surge un gran organismo de vinculaciones. El Dios infinitamente bondadoso creó en María un ser al que otorgó, en forma pródiga, sus propias cualidades. Por eso, Él quiere y desea que nos sirvamos de María como de un lazo santo, vinculándonos íntimamente a ella para ser así llevados con ella hacia lo alto, hacia su corazón.

Como nuestra naturaleza no es meramente espiritual, sino también sensible, su hambre de eternidad se exterioriza en un fuerte anhelo por seres transparentes de Dios. El omnipotente, infinitamente bondadoso y omnisciente toma en cuenta, de múltiples maneras, esa necesidad. Él nos envió a su Hijo unigénito, en quien se nos presenta el rostro del Padre celestial vuelto hacia nosotros. Él nos dio la multitud de los santos. También ellos tienen, a su manera, la misma tarea. Y en la misma línea se encuentra la persona de la santísima Virgen. Habiéndola creado Dios "como en un éxtasis", ella es, en forma preclara, un espejo de las perfecciones divinas. El que la contempla y se regala a ella, se sabe profundamente en la cercanía de Dios, se siente estremecido ante su grandeza y atraído hacia su corazón en forma sencilla y eficaz. Por propio oficio ella es para nosotros la portadora, dadora y servidora de Cristo y de Dios. El que la encuentra, encuentra la vida y obtiene la salvación del Señor (cf. Pr 8,35).

Esta posición objetiva de María en el plan de salvación se pone de manifiesto, con extraordinaria intensidad, en la historia de nuestra Familia: la bendita entre las mujeres es a quien la Familia debe su origen, y ella es al mismo tiempo parte integrante de su meta. Y ella ilustra también en forma gráfica todo su método de trabajo.

Todo lo que se ha dado en la Familia ha surgido en dependencia consciente de su intercesión y de su ejemplo. Por eso nos agrada llamarla nuestra fundadora, nuestra señora, nuestra reina. Y todos nuestros anhelos y esfuerzos se orientan a sabernos interiormente dependientes de ella. ………………..

El hecho de que la Familia se haya vinculado tan profunda y orgánicamente a María es la razón por la cual permaneció siempre receptiva y abierta a lo divino y luchó con éxito por una gran intimidad con Cristo y por un amor filial al Padre. Y si guardó siempre una sana medida y una vigorosa profundidad en su actitud litúrgica, se debe, una vez más, a su vinculación y actitud marianas. ……………….

Pero no nos damos por satisfechos sólo con orientarnos constantemente por la Santísima Virgen como modelo e intercesora: de acuerdo a la intención de Dios, ella puede y debe ser también fin parcial orgánico de nuestra labor apostólica. Así corresponde al espíritu del Acta de Fundación y a la historia toda de nuestra Familia.

(Texto tomado de: "Palabras de Oportunidad" ("Worte zur Stunde"), del 18 de Octubre de 1939. Plática considerada por el Fundador y su obra como la segunda Acta de Fundación. Publicado en "Mit Maria ins neue Jahrtausend", Schoenstatt-Verlag 2000 - Ver: "La actualidad de María").

miércoles, 24 de octubre de 2012

María, madre nuestra



María es nuestra Madre. Nuestra verdadera y real Madre espiritual y sobrenatural, y no solamente nuestra Madre adoptiva o postiza. En calidad de corredentora colaboró eficazmente para que la vida sobrenatural, la vida de la gracia, fuese una realidad en nosotros. María es nuestra Madre. Pasó a serlo cuando el Espíritu Santo la cubrió con su sombra, en el instante en que se convirtió en la Madre de Dios. Al pie de la cruz le fue dada la solemne confirmación: "Ecce Mater tua", "he aquí a tu madre" (Jn 19,27). Y desde entonces ella nos ama con un amor maternal verdadero, cálido, ferviente. San Bernardo de Claraval dice: "no es el nombre, sino el amor lo que hace que una madre sea verdaderamente tal en relación con sus hijos". Sabemos muy bien todo esto.

Hace algunos años vi, en la capilla de un orfanato, una estatua de la Virgen de cuyo cuello colgaba una cadena dorada con una cruz. La cadena y la cruz eran recuerdos de la primera comunión de una madre que, a raíz de una penosa situación familiar, se vio obligada a dejar a su único hijo en un orfanato. Ya no podía seguir siendo madre de su hijo. ¿Qué hacer en medio de su angustia y preocupación? Va, toma el único objeto de valor que conserva como recuerdo de su infancia, el regalo de la primera comunión, y lo pone en el cuello de la santísima Virgen con la ferviente súplica: "¡Educa tú a mi hijo! ¡Sé su Madre! ¡Cumple tú en mi lugar los deberes de madre!". Hoy ese niño es un celoso sacerdote que trabaja fecundamente por la gloria de Dios y de su Madre celestial.

¿No nos hace recordar esta anécdota a nuestra primera y penosa despedida del hogar? Fue cuando seguimos la llamada de la gracia y acudimos a este lugar. ¿No se volvió entonces nuestra madre a María pidiéndole que ella tomase su lugar y fuese más que nunca nuestra madre?
María es, pues, la Madre que Dios y nuestra propia madre nos dieron.

Sabemos bien todo esto. María es nuestra Madre. Pero ¿dónde está nuestro amor filial? Una vez preguntaron al joven Estanislao Kostka si amaba a María. Su rostro resplandeció, una lágrima de emoción asomó en sus inocentes ojos y exclamó con entusiasmo: "¿Cómo no habré de amar a María? ¡Ella es mi Madre!"

Sí, quien sabe y reconoce que María es su Madre tiene que amarla. ¿Dónde está nuestro amor? ¿Por qué el pensamiento "María es mi Madre" nos deja tan fríos e indiferentes? ¿O acaso este amor arde en nuestros corazones, pero no tenemos el coraje de dar testimonio de él públicamente?

(Texto tomado de
: "Plática a los miembros de la Congregación Mariana", 3 de Mayo de 1914; en Fernando Kastner, "Bajo la protección de María", tomo 2, p. 52-54.)

miércoles, 17 de octubre de 2012

Acta de Prefundación


Texto de la plática

1. Hoy(1) sólo quiero presentarme a ustedes. “Por esta respuesta del candidato Jobs, se originó un general sacudimiento de cabezas”. Este verso profundo y altamente poético de un conocido poema épico(2) se puede parodiar -y, naturalmente, de acuerdo a la esencia de la parodia, formularlo de manera aún más ingeniosa- por ejemplo así: “Por la noticia del nuevo padre espiritual se originó un general estiramiento de cuellos”. Por el nuevo padre espiritual… del nuevo padre espiritual aquí se trata de un genitivo objetivo y quiere decir: por la elección del nuevo padre espiritual. Dicho sea de paso, con esto he cumplido el deseo de Theile(3) ya que él me propuso que hoy habláramos algo sobre el genitivo. ¿Estás conforme Theile o quieres saber algo más?
Pero dejemos las bromas. Estoy convencido que la parodia de estos versos traduce perfectamente sus sentimientos y su actitud frente a mi nombramiento. Ustedes se admiran y están desengañados. Por eso el “general estiramiento de cuellos”. Pero es peligroso mantener por mucho tiempo el cuello estirado y tenso. Se podría producir un calambre. Por esta razón yo mismo volví de nuevo mi cabeza y mi cuello a su posición normal y acepté lo inevitable. Quizás... y con este fin quisiera darles cuenta hoy de:
  • nuestra relación hasta el presente,
  • nuestra relación futura.

2. ¿Cuál ha sido nuestra relación mutua hasta el presente? La respuesta es simple: no hemos tenido nada que ver el uno con el otro. Nos hemos cruzado en el camino sin tropiezos y sin bombardearnos con miradas críticas. Hasta ahora todo esto fue inofensivo. No les será agradable ni indiferente si les confieso que por principio traté de evitar todo contacto estrecho con ustedes. Cuando el año pasado llegué a Ehrenbreitstein, el padre Rector me pidió que atendiese las confesiones de ustedes, si así lo solicitaban.
Pero me defendí con pies y manos, consiguiendo, finalmente, que me dejasen en paz. ¿Que motivos tuve para esto? No quería ocuparme en nada de ustedes para poder dedicar todo mi tiempo libre y mis fuerzas, a los laicos, especialmente a la conversión de los viejos y empedernidos pecadores. Quería dar caza a los llamados “corderos pascuales”(4) y mi mayor alegría de sacerdote la sentía cuando venía uno de ellos agobiado con el peso de una vieja carga, que se había juntado al correr de los años, de modo que el confesionario llegaba a crujir.

3. Ahora pueden comprender, en parte, mi actitud: me mantenía a la distancia, no por desprecio, no porque me fueran desconocidas las más nobles y delicadas emociones y necesidades del alma juvenil, ni por participar de la opinión que entre estudiantes, no suceden profundas conmociones espirituales. No, si alguien me hubiera dicho éste o aquél están muy necesitados interiormente, gustoso me habría preocupado de él. Pero algo así normalmente no se dice. Por eso corté por lo sano y no me preocupé en absoluto de ustedes.

4. Y ahora me han nombrado director espiritual sin que haya hecho absolutamente nada para ello. En consecuencia debe ser voluntad de Dios. Por eso, acojo esta voluntad, firmemente decidido a cumplir del modo más perfecto, mis deberes para con todos y cada uno de ustedes. Me pongo, por lo tanto, enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, sobre todo, les pertenece mi corazón. Sólo el tiempo que de ustedes me reste servirá para la realización de mi idea predilecta.
Espero que nos entendamos bien. Espero que hagamos todo lo posible por alcanzar, del modo más perfecto, el fin común que nos hemos propuesto.

5. ¿Cuál es, entonces, nuestro fin? La pregunta es importante, porque de su respuesta dependen nuestras relaciones en el futuro. Por eso les respondo clara y brevemente:

Bajo la protección de María, queremos aprender a educarnos a nosotros mismos, para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales.

La realización y la práctica de esta meta nos ocupará todo el año. Hoy apenas quiero dar algunas explicaciones.

6. Queremos aprender. Por tanto, no sólo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros. Porque nunca terminaremos de aprender, mucho menos tratándose del arte de la autoeducación, que representa la obra y tarea de toda nuestra vida.

7. Queremos aprender, no sólo teóricamente: así hay que hacerlo, así está bien, así, incluso, es necesario... En realidad todo eso nos serviría muy poco. No. Tenemos que aprender también prácticamente. Debemos poner manos a la obra cada día, cada hora. ¿Cómo aprendimos a caminar? ¿Se acuerdan cómo aprendieron, o por lo menos, cómo aprendieron sus hermanos menores? ¿Acaso la mamá hizo grandes discursos diciendo: Fíjate Toñito o Marieta, así hay que hacerlo? Si así hubiese sido, aún no sabríamos caminar. No, ella nos tomó de la mano y así comenzamos a caminar. No, a caminar se aprende caminando, a amar, amando. Del mismo modo debemos aprender a educarnos a nosotros mismos por la práctica constante de la autoeducación. Y, en verdad, ocasiones no nos faltan.

8. Queremos aprender a educarnos a nosotros mismos. Esta es una tarea noble y alta Hoy en día la autoeducación ocupa el centro de la atención en todos los círculos culturales. La autoeducación es un imperativo de la religión, un imperativo de la juventud, un imperativo del tiempo. No pretendo ahora explicar detalladamente todos estos pensamientos. Sólo diré algo sobre lo último.

9. La autoeducación es un imperativo del tiempo.
No se necesita un conocimiento extraordinario del mundo y de los hombres para darse cuenta de que nuestro tiempo, con todo su progreso y sus múltiples experimentos no consigue liberar al hombre de su vacío interior. Esto se debe a que toda la atención y toda la actividad tienen exclusivamente por objeto el macrocosmos, el gran mundo en torno a nosotros. Y realmente entusiasmados tributamos nuestra admiración al genio humano que ha dominado las poderosas fuerzas de la naturaleza y las ha puesto a su servicio. Ha unido las distancias del orbe, ha explorado los abismos del mar, ha perforado las montañas y volado por las alturas del espacio. El instinto de descubrir no cesa de impulsar hacia adelante. Llegamos hasta el polo norte y penetramos continentes hasta ahora desconocidos; con nuevos rayos atravesamos el cuerpo humano; el microscopio y el telescopio nos revelan constantemente nuevos mundos.

10. Pero a pesar de esto, hay un mundo, siempre viejo y siempre nuevo, el microcosmos, el mundo en pequeño, nuestro propio mundo interior, que permanece desconocido y olvidado. No hay métodos, o al menos, no hay métodos nuevos, capaces de verter rayos de luz sobre el alma humana. “Todas las esferas del espíritu son cultivadas, todas las capacidades aumentadas, sólo lo más profundo, lo más íntimo y esencial del alma humana es, con demasiada frecuencia, descuidado”. Esta es la queja que se lee hasta en los periódicos. Por eso la alarmante pobreza y vacío interior de nuestro tiempo.

11. Aún más. Hace algún tiempo, un estadista italiano señaló como el mayor peligro del progreso moderno, el hecho de que los pueblos atrasados y semicivilizados se apoderasen de los medios técnicos de la civilización moderna sin que, al mismo tiempo, les sea suministrada la suficiente cultura intelectual y moral para emplear bien tales conquistas.

12. Pero quisiera invertir el problema y preguntar: ¿están los pueblos cultos y civilizados suficientemente preparados y maduros para hacer buen uso de los enormes progresos materiales de nuestros tiempos? ¿O no es más acertado afirmar que nuestro tiempo se ha hecho esclavo de sus propias conquistas? Sí, así es. El dominio que tenemos de los poderes y fuerzas de la naturaleza no ha marchado a la par con el dominio de lo instintivo y animal que hay en el corazón del hombre. Esta tremenda discrepancia, esta inmensa grieta, se hace cada vez más grande y profunda. Y así tenemos ante nosotros el fantasma de la cuestión social y de la ruina social, si es que no aplicamos enérgicamente todas las fuerzas para producir muy pronto un cambio. En lugar de dominar nuestras conquistas, nos hacemos sus esclavos. También nos convertimos en esclavos de nuestras propias pasiones.

13. ¡Es preciso decidirse! ¡O adelante o atrás! ¿Hacia dónde entonces? ¡Hacia atrás! ¿Tenemos entonces que retroceder a la Edad Media, quitar las líneas térreas, cortar los cables telegráficos, devolver la electricidad a las nubes, el carbón a la tierra, cerrar las Universidades? No ¡nunca! ¡No queremos, no debemos ni podemos hacer eso!

14. Por lo tanto ¡adelante! Sí, avancemos en el conocimiento y en la conquista de nuestro mundo interior por medio de una metódica autoeducación. Cuanto más progreso exterior, tanto mayor profundización interior. Esta es la llamada, ésta es la consigna que se da en todas partes, no sólo en el campo católico, sino también en el contrario.
De acuerdo a nuestra formación, también nosotros queremos incorporarnos a estas corrientes modernas.

15. En adelante no podemos permitir que nuestra ciencia nos esclavice, sino que debemos tener dominio sobre ella. Que jamás nos acontezca saber varias lenguas extranjeras, como lo exige el programa escolar, y que seamos absolutamente ignorantes en el conocimiento y comprensión del lenguaje de nuestro propio corazón. Mientras más conozcamos las tendencias y los anhelos de la naturaleza, tanto más concienzudamente debemos enfrentar los poderes elementales y demoníacos que se agitan en nuestro interior. El grado de nuestro avance en la ciencia debe corresponder al grado de nuestra profundización interior, de nuestro crecimiento espiritual. De no ser así, se originaría en nuestro interior un inmenso vacío, un abismo profundo, que nos haría desdichados sobremanera. ¡Por eso: autoeducación!

16. Así lo exigen nuestros ideales y las aspiraciones de nuestro corazón, lo exige nuestra sociedad, lo exigen sobre todo nuestros contemporáneos, especialmente aquellos con quienes conviviremos al realizar nuestras tareas futuras. Como sacerdotes tendremos que ejercer una profunda y eficaz influencia en nuestro ambiente y lo haremos, en último término, no por el brillo de nuestra inteligencia, sino por la fuerza, por la riqueza interior de nuestra personalidad.

17. Tenemos que aprender a educarnos a nosotros mismos. A educarnos a nosotros, con todas las facultades que poseemos. Después, más adelante, hablaremos sobre estas facultades, sobre la materia de nuestro autodominio.

18. Debemos auto educarnos como personalidades recias. Hace tiempo que dejamos de ser niños pequeños. Entonces permitíamos que nos guiaran las ganas y lo estados de ánimo en nuestras acciones. Ahora, sin embargo, debemos aprender a actuar guiados por principios sólidos y claramente conocidos. Puede ser que todo vacile en nosotros. Vendrán con seguridad tiempos en que todo vacile en nosotros Entonces ni siquiera las prácticas religiosas nos ayudarán. Sólo una cosa nos puede ayudar: la firmeza de nuestros principios. ¡Tenemos que ser personalidades recias!

19. Tenemos que ser personalidades libres. Dios no quiere esclavos de galera, quiere remeros libres. Poco importa que otros se arrastren ante sus superiores, les laman sus zapatos y agradezcan si se les pisotea. Nosotros, empero, tenemos conciencia de nuestra dignidad y de nuestros derechos.
Sometemos nuestra voluntad ante los superiores no por temor o por coacción, sino porque libremente lo queremos, porque cada acto racional de sumisión nos hace interiormente libres e independientes.

20. Queremos poner nuestra autoeducación bajo la protección de María. Así lo prometimos el domingo(5). Ahora es preciso poner manos a la obra. En este sentido nos espera todavía una gran tarea. De acuerdo a nuestros estatutos debemos cultivar la devoción mariana en comunidad. Ya tenemos los distintivos exteriores: la hermosa bandera y la medalla(6). Pero aún falta lo principal: una organización interna acomodada a nuestras circunstancias, al modo de las Congregaciones Marianas existentes en diversos colegios y universidades.

21. Queremos crear esta organización. Nosotros, no yo. Porque en este sentido no haré nada, absolutamente nada, sin el pleno consentimiento de ustedes. No se trata aquí de un trabajo pasajero, sino de una estructura que sirva para todas las generaciones futuras. Los sucesores de ustedes. han de alimentarse del celo que ustedes muestren, del conocimiento de sus almas y de su prudencia. Estoy convencido de que si todos cooperan, haremos algo que valga la pena.

22. Pero todavía nos falta para eso. Antes que nada tenemos que ir conociéndonos y acostumbrándonos a un libre intercambio de acuerdo con nuestro grado de formación.

23. Con esto quisiera terminar mis palabras. Con seguridad me han comprendido. Ya saben el motivo de mi reserva con ustedes hasta ahora. También conocen mis planes para el futuro. Unidos querernos comenzar la gran obra, unidos terminarla. Queremos aprender a educarnos bajo la protección de María para llegar a ser personalidades recias, libres y sacerdotales.
Que el Buen Dios dé Su bendición para ello. Amén.

Notas
  1. La plática comienza con una introducción en la cual el Padre Kentenich, en broma y en serio, hace alusión a la sorpresa y desconcierto que había producido su nombramiento como director espiritual.
  2. Poema épico conocido por los jóvenes, que el padre aplica en forma jocosa para captar su interés.
  3. Theile era un alumno del cuarto curso, que tenía dificultades con esta parte de la gramática latina. Esta pequeña observación muestra el método del padre espiritual, que trata de captar todos los puntos de contacto de los alumnos para crear una atmósfera común. Durante un buen tiempo, Theile y sus compañeros de curso fueron los únicos que vencieron el miedo a hablar en público y participaron activamente en las discusiones.
  4. Término popular para designar a aquellos que después de mucho tiempo se confiesan en Pascua de Resurrección.
  5. El 20 de Octubre, fiesta de la “Mater Puritatis’ Madre de la pureza.
  6. La bandera que se menciona aquí -una donación de la señorita Ducheme de Limburgo- es la bandera que usará más tarde la Congregación Mariana para la promesa de fidelidad de los Congregantes: “Esta es la bandera que yo elegí, no la abandonaré jamás; esto se lo prometo a la Santísima Virgen”. La medalla entregada el 20 de Octubre se reemplazó por una más pequeña, que tenía a un lado la imagen de la Purísima y al otro la de san Luis Gonzaga.

miércoles, 10 de octubre de 2012

100 años del Acta de Prefundación


(El día 27 de Octubre de este año se cumplirán los 100 años de la fecha en que el Padre Kentenich diera su primera conferencia a los alumnos que le habían sido confiados como Director Espiritual. La importancia de esta charla ha trascendido las décadas y ha pasado a ser en el Movimiento de Schoenstatt lo que conocemos como Acta de Prefundación, y como tal, la base del camino que los miembros de la Familia de Schoenstatt recorren en su vida espiritual.
Por este motivo publicaremos en este BLOG tanto la "Introducción" a la conferencia (en esta semana) como el texto completo de la misma (la semana que viene), tal como lo publica el libro de los "Documentos de Schoenstatt".)

Introducción

En 1911 el Padre Kentenich fue nombrado profesor de latín y alemán en el Seminario Menor de los padres palotinos en Ehrenbreitstein, un villorrio a orillas del Rin, frente a Coblenza, a pocos kilómetros de distancia de Schoenstatt. Comenzó sus clases con una frase que permaneció grabada en la mente de sus alumnos:

“Ahora queremos trabajar juntos. Les voy a exigir mucho, pero también ustedes pueden exigir de mí el máximo. Así vamos a hacernos buenos amigos este año”.

Esta frase es símbolo de una actitud y también de un método nuevo en la educación. En aquel entonces reinaba la distancia entre profesor y alumno, el aprendizaje era estático y de memorización. El modo de hacer las clases del padre fue, en cambio, dinámico. Las materias de suyo no eran las más amenas, pero lograron captar a los alumnos, pues había diálogo y participación activa.

En Septiembre de 1912 se trasladaron los cursos superiores de humanidades de Ehrenbreitstein a Schoenstatt, donde hasta el presente sólo estaban los cursos inferiores. Este suceso trajo una pequeña revolución. En Ehrenbreitstein había más libertad en la disciplina y el lugar era más amplio, casi romántico, pues la casa tenía apariencia de castillo y miraba al Rin. Con el traslado se impuso una disciplina más rígida. La nueva casa no tenía ningún encanto para ellos, era un edificio donde no se sentían a sus anchas. Todo esto produjo una ruptura en las relaciones de confianza entre profesores y alumnos.

En estas circunstancias se creó el puesto de director espiritual para los jóvenes. El padre provincial, Kolb, pensó en el Padre Kentenich, pero no se decidió a nombrarlo por no quitarlo de su puesto como profesor donde desarrollaba una valiosa labor. El Padre Kolb nombró sucesivamente a dos padres pero ambos debieron abandonar sus puestos a causa de enfermedad. De este modo la divina Providencia hizo que se pensara nuevamente en el Padre Kentenich, quien fue designado en Octubre del año 1912 definitivamente para el cargo. Así el Padre, al llegar a Schoenstatt, asume su nueva tarea.

Con este hecho se inicia propiamente la etapa en que Dios va a colocar al Padre Kentenich en el camino directo hacia la fundación del Movimiento.

El domingo 27 de Octubre de 1912 el nuevo director espiritual dio su primera conferencia a los alumnos. A la luz del desarrollo posterior se ha visto esta plática como el primer esbozo y anuncio de lo que luego tomará forma plena en Schoenstatt, por eso se le ha llamado Acta de Prefundación. El mismo Padre Kentenich la tituló "Programa".

(Texto tomado del libro "Documentos de Schoenstatt", publicado en Santiago de Chile el 31 de diciembre de 1970

miércoles, 3 de octubre de 2012

Quien encuentra a María, encuentra la vida



No hay que engañarse en el juicio acerca del tiempo y de las grandes potencias que actúan en el presente. Y tampoco hay que engañarse acerca de lo que se puede esperar de esa lucha. ¿Han percibido lo que quiere decir no engañarse en el significado de la devoción mariana, el significado de la Santísima Virgen? En el tiempo apocalíptico, María es la gran señal apocalíptica por antonomasia. En el trasfondo, ella es la potencia que, en unión con Cristo, es atacada por la potencia diabólica. Y ella es la que, como la gran Señal, llama poderosamente la atención sobre sí misma y va en busca de instrumentos. No; no se trata aquí de cosas secundarias, marginales. Lo mariano no es el centro, pero forma parte del centro; no está al margen, a no ser que utilicemos la imagen del círculo: en tal caso, la línea del círculo pertenece al círculo en igual medida que el centro. En estos días queremos desechar también toda reserva; queremos trazar con inexorable claridad lo que la imagen de María tiene que decir al tiempo actual. (…)

Luchamos para llevar la Iglesia a la otra ribera. Y ahora se plantea la pregunta: ¿cuáles son aquellas cosas esenciales que, en cualquier caso, deben rescatarse, que para el tiempo venidero deben acentuarse con mayor fuerza aún que hasta el presente? Entre estas cosas esenciales está la imagen de María. Por esa razón, es traición a la Iglesia, traición al pueblo, traición al mundo entero, si consideramos y tratamos lo mariano y, con ello, la declaración dogmatica de la Asunción, como algo meramente secundario. (…)

La Santísima Virgen se yergue hoy en el ámbito de la Iglesia católica, como signo de contradicción. Este signo despierta o bien una respuesta afirmativa, o bien una negativa. Ante él se dividen los espíritus. La figura de María es, por consiguiente, el signo en el que se dividen los espíritus. Por tanto, ¡acabemos con toda indiferencia! Y si no podemos superar esas indiferencias —superación que, ciertamente, es y debe ser cada vez más nuestra tarea— queremos, entonces, suplicar humildemente: hazme digno de alabarte, de ensalzarte; hazme digno de llevarte al mundo. Hazme digno de tomar nuevamente sobre mis débiles hombros y en mis débiles manos la gran misión que Schoenstatt tuvo desde el comienzo:

Madre tres veces Admirable,
enséñanos a combatir como luchadores tuyos.

¿Perciben el significado? Ésta es sabiduría antigua, espíritu del espíritu de los primeros:

Madre tres veces Admirable,
enséñanos a combatir como luchadores tuyos,
y que, a pesar de la multitud
de poderosos enemigos,
en nuevos confines
los pueblos se pongan a tu servicio

Esta es nuestra gran tarea:

para que el mundo por ti renovado
glorifique a tu Hijo Jesús.

Mientras procuramos realizar esta tarea, se yerguen ante nuestra mirada espiritual las grandes promesas que con tanto gusto escuchamos: "El que me halla, ha hallado la vida, ha logrado el favor de Yahveh" (Pr 8,35). Los que me sacan a la luz debidamente, los que son apóstoles míos, los apóstoles de la devoción mariana, de la devoción mariana integral, poseerán la vida eterna.

Permítanme interpretar, de modo diferente, la palabra "vida". Sabemos lo que ella tiene que decirnos; conocemos la antigua tradición. ¿De qué vida se trata? La vida es Cristo. "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). El que halla a María, llega a Cristo. La relación de María con Cristo es lo más central de su vida. El que la halla, poseerá la vida. 

Permítanme interpretar "vida" aún de otra manera, a fin de que no pierda nunca la idea central que quiero sostener firmemente en estos días. La "vida" puede significar también algo diferente. Puede significar un vivir natural y un pensar sano, natural, lo que aquí, en Alemania, sobre todo en los círculos académicos, ha desaparecido. "El que me halla, ha hallado la vida": un vivir sano, natural, y también un pensar sano, natural. Porque hemos perdido este modo de pensar y vivir sanos, no poseemos el correspondiente órgano para captar la imagen de María, la correspondiente facultad para captar la relación de las diferentes verdades entre sí.


(Texto tomado de
: "Jornada de delegados de la Familia de Schoenstatt", 16 al 20 de Octubre de 1950 / «Semana de Octubre 1950» - Publicado en “Mit Maria ins neue Jahrtausend”, Schoenstatt-Verlag  2000 – Ver „La actualidad de María“).