Ser otro Cristo, llegar a ser otro Cristo
En el campo de la educación de uno mismo y de los demás
¿qué meta proponer para la vida y la educación de quien se está formando?
Cristo es esa meta. Y Cristo tal cual vive en María santísima.
Hay una fuerza vital que nos ayudará a ser "alter
Christus", otro Cristo; a ser imágenes del Señor, no sólo a plasmarlo
en nuestro entorno sino a vivir en intimidad con él. Y esa fuerza vital es
también Cristo, tal cual vive en su santísima Madre. ¿A qué estilo de vida
aspirar de ahora en adelante? La respuesta es idéntica: Cristo. Cristo es a la
vez puerto hacia donde ponemos proa y fuente de energías para la empresa;
Cristo es la pauta de nuestro estilo de vida interior y exterior. Pero siempre
desde el punto de vista de la experiencia crística que tuviera la santísima
Virgen. Cristo tal como ha vivido en su bendita Madre, Esposa y Compañera. Se
nos abre así un mundo extraordinariamente hermoso, un universo vasto y fecundo;
una constelación que nos atrae, que nos ofrece su ayuda y que nos socorrerá
efectivamente en la tarea de hacer realidad el gran programa del año, el
programa de vida que nos hemos propuesto.
1. Cristo es la gran meta de nuestra vida
Revistámonos de Cristo; que él sea el único y gran
objetivo de la educación. Sí, que el Señor sea la meta en el área de la
educación del mundo, en la formación de nuestro pueblo y nuestra patria, en la
modelación de nuestra gente, de nuestras familias.
Hablamos muy a menudo de la Virgen y destacamos su papel.
Lo hacemos contemplándola en todo momento como la "pequeña María",
conformada con Cristo. En su persona encontramos al Señor, que se refleja en el
espejo de su Madre y Esposa. Es Cristo mismo quien resplandece en la faz de su
divina Madre. No olvidemos nunca que la santísima Virgen es siempre la Esposa y
Compañera de Cristo.
¿Qué significa que Cristo sea la meta de nuestra
educación? Meditemos sobre este interrogante en el silencio del corazón, más
allá de los distintos grados de compromiso que tengamos en lo pedagógico. Y
espontáneamente nos detendremos en aquellas palabras del Credo: "Et
Verbum caro factum est". Y la Palabra se hizo carne. La segunda
persona de la santísima Trinidad asumió la naturaleza humana individual que te
ofreció la bendita entre las Mujeres con una actitud maternal y esponsalicia.
El Verbum Divinum se apropió de esa naturaleza y la Palabra se hizo
carne, se hizo hombre. La Sagrada Escritura subraya que la Palabra no se hizo
hombre (homo factum est) sino carne (caro factum est). Vale decir
que el hombre, en cuanto ser dotado de un cuerpo de carne, celebra su
desposorio con la Palabra Eterna en la medida en que ésta asume una naturaleza
individual.
Ahora bien ¿qué se desprende de esta realidad? Recordemos
el pensamiento que nos sirve continuamente de cimiento y base de nuestras
reflexiones: las cosas creadas no sólo son pensamientos encarnados de Dios,
sino también deseos encarnados de Dios. En el punto que estamos reflexionando,
"cosa creada" es la naturaleza humana de la Palabra de Dios hecha
carne. Y en cuanto al deseo divino que se encarna allí, podemos decir que Dios
eleva la naturaleza humana por medio de la encarnación de la Palabra. La
naturaleza humana divinizada de Cristo es la "causa exemplaris"
(causa ejemplar), el modelo de humanidad grato a Dios, del ideal de hombre que
Dios quiere encarnar a través de nosotros.
Rememoremos aquel versículo del Génesis: «Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza» (cf. Gen 1,26). Las palabras "imagen
y semejanza" adquieren ahora una forma muy palpable y perceptible por los
sentidos. ¿Cómo es esa semejanza divina? "Et Verbum caro factum est".
La Palabra de Dios encarnada es imagen de Dios; es imagen hecha a semejanza del
Dios Eterno. Esa es precisamente la imagen que debe encarnarse en nosotros
mismos. De ahí que el objetivo de nuestra educación sea sólo uno: ser otro
Cristo, revestirse de Cristo.
Adecuándonos a la situación que nos toca vivir en el
mundo de hoy, ciertamente podríamos decir que el objetivo de la educación es
formar un hombre perfecto. Pero esta meta sola no es suficiente. El objetivo es
modelar en nosotros al Cristo perfecto. Por lo tanto nuestro objetivo es
siempre un objetivo sobrenatural.
Apuntamos no sólo a un perfeccionamiento de la naturaleza
en todos sus aspectos, sino también a una elevación de la misma.
He aquí, pues, nuestro anhelo: revestirnos de Cristo, ser
como él, peregrinar por el mundo como otros cristos. Les repito que éste es el
ideal a seguir.
¡Cuántos pensamientos vienen a nuestra mente en este campo! Examinemos lo que nos dice el Señor sobre nuestro anhelo de ser como él. Repasemos la hermosa parábola de la vid (Cf Jn 15,1-17). Jesús es la vid y nosotros sus sarmientos. Se nos invita pues a integrar una misteriosa biunidad con el Señor, a ir por la vida conformando una misteriosa biunidad con él. Y a hacerlo en profundidad. De ese modo se cumplirán las palabras del apóstol san Pablo sobre la cabeza y los miembros (Cf. 1Cor 10,14-17; 12,12-31; Rom 12,4-5). .......
En la sociedad actual detectamos la existencia de
distintas imágenes y concepciones del hombre, incluso algunas muy nobles. Pero,
meditando sobre ellas, advertimos que ninguna posee el grado de nobleza y
dignidad de aquella que propone para el hombre "revestirse de Cristo, ser
otro Cristo".
Tomado de: "Conferencia para las Hermanas de María",
6 de Abril de 1946.
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