viernes, 23 de mayo de 2025

CRECER EN LA PASIÓN POR CRISTO

Ser otro Cristo, llegar a ser otro Cristo

En el campo de la educación de uno mismo y de los demás ¿qué meta proponer para la vida y la educación de quien se está formando? Cristo es esa meta. Y Cristo tal cual vive en María santísima.

Hay una fuerza vital que nos ayudará a ser "alter Christus", otro Cristo; a ser imágenes del Señor, no sólo a plasmarlo en nuestro entorno sino a vivir en intimidad con él. Y esa fuerza vital es también Cristo, tal cual vive en su santísima Madre. ¿A qué estilo de vida aspirar de ahora en adelante? La respuesta es idéntica: Cristo. Cristo es a la vez puerto hacia donde ponemos proa y fuente de energías para la empresa; Cristo es la pauta de nuestro estilo de vida interior y exterior. Pero siempre desde el punto de vista de la experiencia crística que tuviera la santísima Virgen. Cristo tal como ha vivido en su bendita Madre, Esposa y Compañera. Se nos abre así un mundo extraordinariamente hermoso, un universo vasto y fecundo; una constelación que nos atrae, que nos ofrece su ayuda y que nos socorrerá efectivamente en la tarea de hacer realidad el gran programa del año, el programa de vida que nos hemos propuesto.

1. Cristo es la gran meta de nuestra vida

Revistámonos de Cristo; que él sea el único y gran objetivo de la educación. Sí, que el Señor sea la meta en el área de la educación del mundo, en la formación de nuestro pueblo y nuestra patria, en la modelación de nuestra gente, de nuestras familias.

Hablamos muy a menudo de la Virgen y destacamos su papel. Lo hacemos contemplándola en todo momento como la "pequeña María", conformada con Cristo. En su persona encontramos al Señor, que se refleja en el espejo de su Madre y Esposa. Es Cristo mismo quien resplandece en la faz de su divina Madre. No olvidemos nunca que la santísima Virgen es siempre la Esposa y Compañera de Cristo.

¿Qué significa que Cristo sea la meta de nuestra educación? Meditemos sobre este interrogante en el silencio del corazón, más allá de los distintos grados de compromiso que tengamos en lo pedagógico. Y espontáneamente nos detendremos en aquellas palabras del Credo: "Et Verbum caro factum est". Y la Palabra se hizo carne. La segunda persona de la santísima Trinidad asumió la naturaleza humana individual que te ofreció la bendita entre las Mujeres con una actitud maternal y esponsalicia. El Verbum Divinum se apropió de esa naturaleza y la Palabra se hizo carne, se hizo hombre. La Sagrada Escritura subraya que la Palabra no se hizo hombre (homo factum est) sino carne (caro factum est). Vale decir que el hombre, en cuanto ser dotado de un cuerpo de carne, celebra su desposorio con la Palabra Eterna en la medida en que ésta asume una naturaleza individual.

Ahora bien ¿qué se desprende de esta realidad? Recordemos el pensamiento que nos sirve continuamente de cimiento y base de nuestras reflexiones: las cosas creadas no sólo son pensamientos encarnados de Dios, sino también deseos encarnados de Dios. En el punto que estamos reflexionando, "cosa creada" es la naturaleza humana de la Palabra de Dios hecha carne. Y en cuanto al deseo divino que se encarna allí, podemos decir que Dios eleva la naturaleza humana por medio de la encarnación de la Palabra. La naturaleza humana divinizada de Cristo es la "causa exemplaris" (causa ejemplar), el modelo de humanidad grato a Dios, del ideal de hombre que Dios quiere encarnar a través de nosotros.

Rememoremos aquel versículo del Génesis: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (cf. Gen 1,26). Las palabras "imagen y semejanza" adquieren ahora una forma muy palpable y perceptible por los sentidos. ¿Cómo es esa semejanza divina? "Et Verbum caro factum est". La Palabra de Dios encarnada es imagen de Dios; es imagen hecha a semejanza del Dios Eterno. Esa es precisamente la imagen que debe encarnarse en nosotros mismos. De ahí que el objetivo de nuestra educación sea sólo uno: ser otro Cristo, revestirse de Cristo.

Adecuándonos a la situación que nos toca vivir en el mundo de hoy, ciertamente podríamos decir que el objetivo de la educación es formar un hombre perfecto. Pero esta meta sola no es suficiente. El objetivo es modelar en nosotros al Cristo perfecto. Por lo tanto nuestro objetivo es siempre un objetivo sobrenatural.

Apuntamos no sólo a un perfeccionamiento de la naturaleza en todos sus aspectos, sino también a una elevación de la misma.

He aquí, pues, nuestro anhelo: revestirnos de Cristo, ser como él, peregrinar por el mundo como otros cristos. Les repito que éste es el ideal a seguir.

¡Cuántos pensamientos vienen a nuestra mente en este campo! Examinemos lo que nos dice el Señor sobre nuestro anhelo de ser como él. Repasemos la hermosa parábola de la vid (Cf Jn 15,1-17). Jesús es la vid y nosotros sus sarmientos. Se nos invita pues a integrar una misteriosa biunidad con el Señor, a ir por la vida conformando una misteriosa biunidad con él. Y a hacerlo en profundidad. De ese modo se cumplirán las palabras del apóstol san Pablo sobre la cabeza y los miembros (Cf. 1Cor 10,14-17; 12,12-31; Rom 12,4-5). .......

En la sociedad actual detectamos la existencia de distintas imágenes y concepciones del hombre, incluso algunas muy nobles. Pero, meditando sobre ellas, advertimos que ninguna posee el grado de nobleza y dignidad de aquella que propone para el hombre "revestirse de Cristo, ser otro Cristo".

                               Tomado de: "Conferencia para las Hermanas de María", 6 de Abril de 1946.

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