viernes, 21 de febrero de 2025

LIBERAR EL ALMA

Elaborar lo que hasta ahora hemos reprimido.

Me permitirán, tal vez, que reitere otro pensamiento que ya dije anteriormente. […] El suspirar a Dios, lanzar un suspiro. La psicología moderna nos dice que, a la larga, el ser humano no puede elaborar todas las impresiones que absorbe. […] La vida actual nos ha arrojado a los hombres de hoy enormes cantidades de impresiones al corazón, y, por lo común, no podemos con ellas. Y entonces, muchas veces hacemos de la necesidad virtud.

Permítanme que utilice una imagen. Entonces vamos y cerramos el grifo. ¿Comprenden lo que significa? Ya no puedo absorber más impresiones, cierro [el grifo]. Pero entonces me encrudezco. Y hoy en día es una prueba de maestría tanto en la autoeducación como en la educación ajena, procurar que las personas elaboren las impresiones interiores. […]

Patalear y quejarse.

Por eso es importante que aprendamos también a expresar en nuestra vida afectiva frente a Dios aquello que nos oprime el corazón. ¿No es acaso mucho mejor […], por ejemplo, plantarse frente a Dios y patalear? Él no lo toma a mal. Él mira el corazón. Eso produce un grito filial, y el grito filial es el acto más elevado de la filialidad. También [lo es] quejarse filialmente. […]

Si yo lograra distenderme frente a Dios también en mi vida afectiva no necesitaré reñir tanto a la gente. Entonces no sería el crítico empedernido [que soy]. En Dios todas esas cosas no son [tan] malas. Él detecta el ánimo noble que hay detrás.

Y, por el otro lado, no deben pensar que ustedes son todos de acero y hierro. Eso no funciona: no somos así. Durante un tiempo puedo tragarme las cosas, pero a todos nos llega alguna vez el momento en que decimos: o ahora me quiebro o abro de vuelta los grifos y dejo que corra. Solo tiene que haber alguien que recoja el líquido. Y Dios lo recibe gustoso. Solo debemos tener el coraje de volver a ser sencillos frente a Dios. Es decir: «Si no os hacéis como niños» (Mt 18,3).

J. Kentenich, 1952, en Ein Durchblick in Texten, t. 1, 194 s.

No matar las mociones sanas de los sentimientos.

Tenemos que aprender a ser hombres. Y podemos decir: primeramente hombre, luego cristiano, y luego hombre pleno. [Como hombres religiosos] nos educamos para no aplastar los afectos naturales sanos. Esto es lo más importante. Y al hombre actual, que es tan vulnerable, debemos protegerlo y preservarlo de innecesarios sentimientos de presión. Cuántos estados depresivos hay en la actualidad que provienen en gran parte de haber aplastado una condición humana que, en realidad, debe ser perfeccionada y ennoblecida, elevada por la gracia al orden sobrenatural. […]

[Tenemos que cuidarnos de no encrudecernos en nuestros sentimientos a fuerza de intelectualismo. […] Tienen que aceptar […] lo humano y no pensar, por ejemplo, que, cuando la naturaleza expresa su sufrimiento, es eso mismo lo que está queriendo la voluntad. […] Pueden muy bien coexistir ambas cosas: el grito de la naturaleza, por un lado, y un muy profundo anclaje en Dios [por el otro]. Ya lo han visto en el Señor. […] No fue como si el Señor se hubiese lamentado por largo tiempo, para decir, después: en fin, me rindo. Siempre se daban ambas cosas en forma simultánea: entrega a la voluntad del Padre, pero también el grito de la naturaleza.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 1, 190 ss.

 

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