Tarea y efectos de la educación de las mujeres adultas y de las jóvenes para la cultura.
Ustedes no saben qué servicio están prestando a la cultura actual, a la cultura en su conjunto, qué servicio están prestando al cristianismo, al catolicismo, si nuestras dirigentes logran cincelar, por decirlo así como por arte de magia, pequeñas marías a partir de cientos y cientos de miembros de la Familia, con la piedra, con el mármol que muchas veces representamos.
Aunque solo sea una pequeña fracción, ni se imaginan qué
bendición están haciendo descender del cielo para gran redención del mundo
actual, sobre todo del mundo masculino.
J. Kentenich, 29.05.1967, en Texte zum 31. Mai
1949, 190 s.
Elaboración de la consciencia del propio sexo y de la propia misión.
Hay que concebir al varón y la mujer como
diferentes en el modo de ser ‒y
muy diferentes‒
pero […] de igual valor. Ahora bien, nuestra
tarea es llevar esta concepción y
luchar por ella en todo el ámbito
público, [pero] no con mucho discurso,
sino educándonos
y educando a las que nos han sido confiadas según
esa misma concepción.
J. Kentenich, 21.05.1932, en
Marianisch-pädagogische Tagung (manuscrito), 300 s.
Tenemos que procurar que el modo de ser propio de la
mujer adquiera de nuevo una fuerte consciencia del propio sexo y de la propia
misión. O sea, elaborar fuertemente esa consciencia del propio sexo y de la
propia misión. Este tiene que ser el sentido de nuestra educación femenina.
J. Kentenich, 21.05.1932, en Marianisch-pädagogische
Tagung (manuscrito), 323
Nos hemos puesto terriblemente inseguras porque toda la
cultura ha tirado todo por la borda, porque nos enfrentamos aquí a
circunstancias nuevas. De ahí esa enorme inseguridad. ¡Qué grande es, por eso,
nuestra tarea como educadoras de las jóvenes! Si lográramos educar a una sola
de ellas para que fuese una auténtica chica, ¡qué gran acción cultural
habríamos realizado!
J. Kentenich, 28 al 31.05.1931, en Ethos und Ideal
in der Erziehung, 152
Cultivar los valores específicamente femeninos.
Si el mundo de las chicas en la actualidad se
caracteriza [, por un lado,] por la falta de hogar y la falta de sostén y, por
el otro, por una baja valoración personal, en nuestra educación tendremos que
poner especial énfasis en el cultivo del sentido de familia y de los valores
específicamente femeninos. Toda nuestra educación tiene que estar orientada a
que la joven moderna adquiera el orgullo de ser una chica, de encarnar en sí
valores específicamente femeninos. Y seguramente vislumbrarán ustedes qué
enorme importancia tiene la devoción mariana según estos dos aspectos.
J. Kentenich, 28 al 31.05.1931, en Ethos und Ideal
in der Erziehung, 57 s.
Cultivo de una sana sensibilidad y de un sano sentimiento de culpa.
Si quieren ustedes educar a una mujer,
sobre todo en el sentido del tiempo actual, tienen que descender hondo al
sótano del subconsciente y del preconsciente. Hablo intencionalmente de
«sentimiento» a fin de dar cuenta del carácter de impulso originario, un
impulso que puede atribuirse a dos o tres raicillas. Ya lo hemos dicho en otra
ocasión. Aquí se trata, [primero], de la percepción delicada de lo que
moralmente corresponde, [segundo], del sentimiento de culpa y, por último, de
la necesidad de castigo. Son cosas sencillas y tienen también su importancia
para la naturaleza masculina, aunque con otros matices. En general creo poder
decir que, hasta donde alcanza mi observación, la naturaleza del varón y de la
mujer se aproximan hoy en día mucho más de lo que ha sido nunca el caso en el
pasado. Esto no significa que hubiese que hacer de la mujer un varón y del
varón una mujer. Solo que hay que saber esto para no intervenir erróneamente y
poder formar y plasmar también algo originario, natural y propio, a saber, el
varón y la mujer enteros, de modo que más adelante se despierten y complementen
mutuamente en una recíproca relación de tensión.
J. Kentenich,
diciembre de 1965, en Rom-Vorträge, 158 s.
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