viernes, 12 de julio de 2024

EDUCACIÓN EN LA PUBERTAD

Superar primero las dificultades en el propio corazón.

Tienen que retener esto: el educador educado es la gran personalidad que obra milagros en la educación. Esto es muy esencial para la educación. Todo lo que les digo a los hijos tengo que hacerlo pasar antes por mi cabeza y mi corazón, lucharlo primero yo mismo interiormente antes de abrir la boca para hablar. Entonces tienen ustedes que ver lo eficaces que serán como educadores aun cuando no hayan estudiado.

Mi hija está flirteando constantemente.

Déjenme agregar un par de ejemplos. Supongamos que mi hija está atravesando justo ahora la adolescencia. Flirtea constantemente con distintos muchachos, y ello de una forma que me hace temer que, mañana o pasado mañana, pase alguna cosa. Ahora se lo quiero prohibir. Puedo hacerlo, pero ¿surtirá efecto?

Si me entienden ahora correctamente, tienen que decirse lo siguiente: primero tengo que arrojar una mirada a mi propio corazón. ¿No hay en mi corazón instintos semejantes a los que ahora están actuando en la jovencita? ¿No hay también carencia de dominio en lo sexual en mi naturaleza? ¿Qué tendré que hacer ahora? Primeramente, intentar superar de nuevo en mí mismo esa carencia de dominio. Cuando la haya superado interiormente, podré presentarme a la chica y decirle lo que tiene que hacer.

El muchacho no conoce la docilidad.

Otro ejemplo. Tomen a uno de sus muchachos. Está en la adolescencia y, evidentemente, es indisciplinado. No es dócil para nada, es incontrolable. Si esto fuese alegría juvenil, podría estar en orden. Pero no: el muchacho es rebelde hasta el extremo, no obedece para nada. Yo puedo decir, ahora: «Amiguito, voy a mostrarte cómo son las cosas, verás quien es el que manda en casa». Podrá ser correcto, pero lo importante es que yo mismo me discipline, que sea dueño de los instintos que están despiertos en mí. O sea, preguntarse con sinceridad: ¿No hay acaso también en mí mucho desenfreno, mucha indisciplina? Eso tengo que superarlo yo primero: «coger el toro por los cuernos». Cuando yo mismo haya cogido por los cuernos al toro que hay en mí, entonces podré coger por los cuernos al toro que hay en mi hijo adolescente; entonces se dejará controlar. De otro modo, a la larga conseguirán lo contrario. Podrán forzar al muchacho exteriormente, pero no se lo ganarán interiormente.

Los hijos tienen dificultades de fe.

Piensen, por ejemplo, que sus hijos tienen dificultades de fe o de índole moral. ¿Qué significa eso? Reflexionen primero: ¿no hay algo semejante en mí mismo? ¿Cómo puedo superarlo?

¿Comprenden de qué se trata? Es la secreta eficacia de una persona que está totalmente identificada con lo que dice. […] Entonces no seré solamente aquel que educa, sino que yo mismo seré educado por mis hijos.

J. Kentenich, 18.01.1953, en Familie - Dienst am Leben, 34 ss.

Aun con todas las malas costumbres, creer en lo bueno del hijo. Una comprensión enaltecedora puede ser especialmente difícil si nuestros hijos se encuentran en la adolescencia. […]

Si los hijos a esa edad permanecen abiertos, ustedes habrán ganado.

¿Qué preocupaciones tenemos cuando tenemos ante nosotros a nuestros hijos? Yo quisiera llevarlos a la santísima Virgen, pero ellos están más interesados en el fútbol. Es hermoso que papá y mamá se interesen también por ello. Pero más importante es no creer ahora que todo está perdido. Desde el punto de vista evolutivo, el muchacho en esa edad debe tener esos intereses. También la chica tiene sus pajaritos en la cabeza. Ustedes solamente tienen que lograr que sus hijos permanezcan abiertos a ustedes. Si sus hijos son abiertos frente a ustedes en esos tiempos, ustedes habrán ganado. Si a esa edad sus hijos acuden a ustedes con sus necesidades y preocupaciones y ustedes pueden participar en ellas sin asumir de inmediato una postura de jueces de vivos y muertos, entonces eso es también una comprensión enaltecedora.

¿Cuándo enaltece la comprensión? Cuando, a través de toda confusión y toda oscuridad, veo en el otro la luz; cuando, aun con todas las malas costumbres, sigo creyendo todavía en lo noble y bueno que hay en el otro. Creo que el muchacho que ahora se repanchinga podrá llegar a ser alguien de valía. No tacharlo de criminal. Tienen que creer en lo bueno que hay en él y, de ese modo, reforzar lo bueno que hay en él. Eso es comprensión enaltecedora.

J. Kentenich, 03.06.1950, en Familientagung, 31.05-04.06.1950, 63 s.

 

 

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