La oración en familia es la llave para el día y el candado para la noche. Para la noche necesitamos un candado, pues, de otro modo, tenemos miedo: si no cerramos, ¡podría entrar alguien en la casa! Pero también necesitamos una llave para el día.
En toda vida de familia hay tensiones.
Para referirnos a ellas solemos decir que tales cosas pasan en las mejores familias.
Y así es: dondequiera que haya seres humanos se manifiesta la humana fragilidad.
Lo mismo sucede también en la familia religiosa. La oración en común en la familia
alivia las tensiones, y de forma totalmente natural, espontánea; alivia tensiones
a mi izquierda y a mi derecha. Supónganse que, con mi hijo, mi hija, mi esposo,
con quienquiera que sea, hemos tenido un altercado —¡y prolongado!—. De ese modo,
la atmósfera de la familia se purifica gracias a la oración.
J. Kentenich, 25 de agosto de 1963, en
Aus dem Glauben
leben, t. 9, 75
Un tú grande y concreto
se encuentra en mí y a mi alrededor
Tengo que esforzarme por mantenerme siempre
de forma muy sencilla y serena en relación con el gran Dios que está presente a
mi alrededor. Procuren responder a todo lo que Dios les envíe con un acto correspondiente.
Conversarlo todo con el Dios que está presente no significa
fantasear en el aire, en un espacio vacío: es darme cuenta de que mi yo concreto
se encuentra frente al Dios grande y concreto. Un tú grande y concreto se encuentra
en mí y a mi alrededor. De forma sencilla, simple,
casi infantil tienen que comentar con Dios todo lo que llegue a su vida. En todas partes tienen que ver su mano, su mano
bondadosa, su mano de Padre.
J. Kentenich, 4 de noviembre de 1934, en Friedrichroda, Turingia
No hay comentarios:
Publicar un comentario