Siguiendo a León
Tolstói, el P. Kentenich ilustra la libertad individual del psiquismo humano
recurriendo a la imagen del mecanismo de relojería. Esa libertad debe ser
tenida en cuenta no solamente en el acompañamiento de otras personas, sino
también y especialmente en la autoeducación.
La interioridad humana puede compararse con un
reloj. Según ello, nosotros mismos somos nuestros relojeros, nosotros mismos
somos los que reparamos su mecanismo interior, hábilmente realizado. Tolstói (….)
nos expone ese trabajo de reparación en su símil “El relojero”. Primero se
investiga concienzudamente la causa del desperfecto; después hay que volver a
poner las piezas torcidas en su posición correcta, hasta que cada engranaje
encaja con el otro y se acaban los chirridos y zumbidos. Pero todo eso ocurre
con una suave delicadeza. ¿Qué objeto tendría comenzar a los martillazos tan
pronto como algo se detiene o va demasiado de prisa? De ese modo, el reloj
quedaría pronto hecho pedazos. Poco a poco adquirimos la convicción de que el
alma humana es una realidad mucho más fina y delicada que el mecanismo de un
reloj. Por eso se desordena tan fácilmente; por eso suele ser tan difícil
descubrir la verdadera causa de ese desorden, sobre todo porque cada alma
individual es de índole distinta, no en esencia, sino solo en su estado. Los
responsables de ello son la herencia, la educación y las circunstancias en las
que vivimos y, sobre todo, la postura que hemos asumido con respecto a la
importante labor de nuestra autoeducación.
J. Kentenich, diciembre de 1912, en Unter dem
Schutze Mariens, 91 s.
Imitar a otros es un trabajo de pacotilla
En el contacto con los
jóvenes y en diferentes pláticas el P. Kentenich se preocupó por despertar en
ellos la consciencia de su valor individual, de su originalidad, de su carácter
único e irrepetible.
No queremos quitar nuestra naturaleza, no queremos
abandonar nuestra individualidad, el cuño del ser y actuar que nos es propio
por naturaleza. Por eso no debemos medir a todos con la misma vara, no debemos
ser simplemente la imitación de un modelo, no debemos ser una copia, sino que
cada uno de nosotros tiene que ser un original. Yo no poseo las mismas
capacidades y disposiciones que tú, ni las mismas pasiones y dificultades, ni
el mismo interés por esto o aquello. Por eso no debo aplicar tampoco las mismas
maniobras que aplicas tú para reparar tu reloj.
Justamente mi reloj, mi reloj interior es
totalmente distinto del tuyo. Yo tengo mi individualidad. Justamente, mi reloj,
mi reloj interior, es totalmente distinto del tuyo. Yo tengo mi individualidad
y tú tienes la tuya. Cada uno de nosotros tiene que formar su individualidad.
Entonces cada uno llegará a ser humano completo, a pesar de que todos somos
diferentes y tenemos que seguir siéndolo. Solo entonces se suscita una
verdadera disposición al trabajo que no deja que disminuya nunca nuestro
imp0ulso. Querer imitar a otro sin tener en cuenta la propia individualidad es
un trabajo de pacotilla, es mera apariencia exterior que deja el interior
completamente insatisfecho, lo que en consecuencia, no nos deja nunca llegar a
ser personalidades unificadas interior y exteriormente, personalidades fuertes
e íntegras.
No sé si se habrá entendido este pensamiento. Más
tarde volveremos a tratarlo extensamente. Hoy solo quería insinuarlo a fin de
advertir de un precipicio que, tal vez, amenaza a algunos. Pero todos queremos
que nos digan que cada cual tiene que estudiar y reparar su propio interior.
Por eso tenemos que preguntarnos siempre: ¿se da lo dicho también en mi caso?
¿Qué experiencias he hecho hasta ahora en ese punto? ¿Qué medios tengo que
aplicar para poner totalmente en condiciones el mecanismo de mi reloj? Lo que
aquí decimos no siempre se aplica a todos, pero algo habrá siempre en ello para
cada uno. Y cada uno debe encontrar ese algo y hacerlo fructificar para sí
mismo.
J.
Kentenich, diciembre de 1912, en Unter dem Schutze Mariens, 92 s
El alma humana no sólo es frágil y delicada, sino también sagrada... cada historia es una historia sagrada... por eso no podemos invadir. Sólo quitarnos el calzado ante esa tierra santa...
ResponderEliminarDescubrir que no soy la única que siente que su reloj interior se estropea a menudo me da la alegría de saber que soy una persona normal
ResponderEliminarMe ha gustado mucho! Muchas gracias
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