Con Dios a través del día
Tengo que ir con Dios a través de la
labor diaria. Y ello a través de mi propia labor, no de la del religioso o de
la religiosa. Ellos tienen una labor diaria totalmente distinta que yo. De modo que tengo que ir con Dios, digamos, a las ollas.
Pero tengo que ir con él. O sea, no veo
solamente las ollas, sino que, junto a ellas, veo también a Dios. O bien, tengo
que ir ahora con Dios al trabajo. En eso tenemos muchas veces la preocupación
de no lograrlo. ¿Por qué no lo lograríamos? Porque temo que, entonces, mi
atención estará escindida. Si ahora he de encontrar a Dios en las ollas
olvidaré cómo tengo que salar bien en este caso. (….)
Ahora solo tienen que ver la
dificultad. Después tenemos que encontrar un método que nos ayude a no realizar
peor nuestro trabajo y a no enfermar interiormente por encontrar el trabajo por
un lado y a Dios por el otro. Es decir: tenemos que encontrar un método por el
cual la atención no se escinda, por el cual hasta realicemos un trabajo aún
mejor. ¡Ojalá comprendan qué significa ir con Dios a través del día, a través
de mi día! Ahora tienen que considerar las distintas partes de su labor diaria.
No perder la naturalidad
Tenemos que cuidar de que, por
(nuestra aspiración a) la santidad no perdamos la naturalidad, no nos volvamos
inútiles para la vida. (….) Enseguida le daré tres respuestas a la pregunta de
qué sistema se puede aplicar para aprender con el tiempo algo semejante.
Tengo que:
primero, contemplar muy a menudo a
Dios en la fe;
segundo, hablar con Dios muy a menudo
y de forma totalmente natural;
y, tercero, ofrecerle a Dios por amor
y espíritu de fe muchos sacrificios.
Encontrar a Dios en el
sagrario
Digo que tenemos
que contemplar muy a menudo a Dios en la fe. Pero ¿dónde encontramos a Dios?
Pienso que tendríamos que decir lo siguiente: lo encontramos en sí mismo y en
sus efectos. ¿Dónde y cómo lo encontramos en sí mismo? Por ejemplo, en la
iglesia. La fe me dice que allí delante, donde está la hostia, está Dios – pero
está realmente -. Es decir, si él está realmente allí, entonces tengo que
tenerlo frente a mí como un tú con el que me relaciono, como un tú viviente. Es
totalmente distinto decir “así lo creo” que decir “lo creo vivamente”. Un amigo
de Goethe solía decir: “si yo creyera lo que los católicos creen, cuando
estuviese en la iglesia no dejaría de estar todo el día de rodillas”. ¿Lo ven?
Tiene que ser la fe viva de que el Salvador está realmente allí delante. (….)
Rezar con espontaneidad y naturalidad
Me pregunto si me malentenderán. No quiero decir nada en contra del rosario, sino señalar de forma muy acentuada lo que significa hablar personalmente con Dios. Entonces ya saben lo que significa: contemplar a Dios tal como está en el sagrario y hablar con él. (….)
Encontrar a Dios en el corazón de los hombres
Me permitirán ahora que lo repita: contemplar a menudo a Dios. ¿Dónde lo encuentro? Acabo de decirles:
a) primero,
en el sagrario;
b) segundo,
en el corazón de los hombres.
Él está en mi corazón. Está en el corazón de mis hijos. No tengo que ver solamente lo exterior del hijo. Tengo que mirar a través de lo exterior y descubrir a Dios allá abajo, en el fondo del alma. Dios está siempre en el alma de la persona en gracia.
San Agustín sintió una vez de forma muy profunda que Dios está en el corazón del ser humano, pero que se lo olvida por completo. Entonces exclamó: “¡Oh Dios, tú estabas en mí, y yo fuera!” ¿Dónde he estado todo el día? ¿Dónde he estado? Por todas partes, en todas las ollas, ¿verdad? Haciendo cálculos: por ejemplo, aposté que este o aquel ganaría en el deporte, ¿no? Como ven he estado en todas partes, pero siempre fuera de mí, nunca dentro de mí. Tengo que mirar en mi interior y adorar allí a Dios (….)
J. Kentenich, 14 de
mayo de 1956, en Lunes por la tarde, tomo 2, 175 y ss
No hay comentarios:
Publicar un comentario