Mirando de cerca a la próxima Navidad, queremos contemplar la imagen de nuestra Madre del cielo. Como escribe el Padre Ketenich en la jornada pedagógica de Santiago, “la Madre de Dios como la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt ….. es la gran misionera, obrará milagros de transformación en cada uno de nosotros y también en toda la sociedad humana. ¡Ella es la muestra más clásica del hombre providencialista, del hombre abierto al más allá! Le llamamos Tres Veces Admirable: admirable por tener una visión clara; admirable por ser audaz y finalmente admirable por estar alegre por su seguridad en la victoria.”
Ella es la gran señal en estos tiempos apocalípticos, también para nosotros. Recordamos lo que nos dice el libro de la Apocalipsis: "Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12,1).
En un libro de
aforismos tomados de escritos de nuestro fundador encontramos, entre otros, los
siguientes pensamientos al respecto:
1. Retrocedamos cientos de años, al cristianismo
primitivo. Encontramos a san Juan, el discípulo amado del Señor, el gran obispo
y confesor. Se halla desterrado, en la isla de Patmos. Su mirada aguda
escudriña la inmensidad del mar. Repentinamente ve un cuadro maravilloso.
Delante de él está una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una
corona de doce estrellas sobre su cabeza. Su alma es presa de silenciosa
admiración. Nos ponemos al lado del apóstol para acoger en nosotros cada uno de
los rasgos de la bendita entre las mujeres, de la Inmaculada Concepción, de la
Virgen de las vírgenes.
2. La santísima Virgen está vestida del sol. ¿Quién es
el sol? Es Cristo, el gran rey: la luz. Quien se expone mucho a la luz, se
transforma en luz. En cuanto Cristo es la luz, María santísima es,
legítimamente, la portadora de la luz, la reina de la luz.
3. Ella quisiera irradiar todo lo que el Dios infinito le
dio. Es hija del sol, es portadora de Cristo, porque de modo femenino, en
cuanto humanamente es posible, personificó a Cristo con todas sus
magnificencias.
4. Nosotros también debemos ser portadores del sol.
Llevamos el sol en nosotros. El sol es Cristo… Nuestro ideal es recorrer el
tiempo actual como portadores del sol.
5. La Inmaculada pisa la luna. La luna es signo de la
volubilidad, de la inconstancia. La Madre de Dios está por encima de esos
defectos, porque está arraigada y fundamentada en Dios, en las virtudes
teologales de la fe, la esperanza y la caridad.
6. "¡Con la luna bajo sus pies!" En María
santísima no se dio la inconstancia, la inseguridad de nuestro ser, que nos
provoca tanto sufrimiento… Ella es como una creatura de otro mundo. Es la
imagen ideal de nuestro ser humano. Personifica lo que anhelamos fervientemente
en momentos de silencio, tanto más cuanta más edad tenemos.
7. También en virtud de su vida de amor tan plena, María
la Inmaculada, se yergue, grande y noble, pisando la luna. Amó intensamente al
Redentor, hijo suyo, esposo también de su alma; lo amó no solo de palabra, no
sólo afectivamente, sino con obras. Lo siguió paso a paso en su peregrinar, lo
acompañó en todas las estaciones del Vía Crucis hasta el Calvario.
8. En su cabeza lleva una corona de estrellas. Son las
estrellas de sus virtudes, de las virtudes teologales y morales… Ella siempre
se orientó por las estrellas… Nosotros también debemos hacerlo, tenemos que
tener ideales, ideales grandes que iluminen nuestra vida.
Deseo a todos
los lectores del Blog una feliz y santa Navidad. Que la Santísima Virgen desde
el portal de Belén nos muestre y regale siempre a Cristo y nos haga portadores de
su luz.
Gracias, Paco, por este Blog. Está fenomenal. Un abrazo y besos de Teresa
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