viernes, 15 de abril de 2022

En la intimidad con Cristo

En este viernes tan señalado del año sentimos la necesidad de estar un tiempo de forma especial en la intimidad con Cristo. En aquellos momentos de la víspera de su pasión se retiró a orar y llevó consigo a Pedro y a los hijos del Zebedeo, comenzando a sentir tristeza y angustia (Mateo 26, 37). Nosotros queremos estar a su lado, no sólo en este día, sino que anhelamos vivir siempre en esta cercanía e intimidad con Él. El Padre Kentenich nos anima a que Cristo sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestro corazón y de nuestra vida.

“Esta intimidad con Cristo acompaña al santo de la vida diaria en todos sus senderos, en todos los planos de la vida espiritual. «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), dice Jesús de sí mismo. «Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn 14,6). «Yo soy el camino». El Señor no sólo es el guía en el camino, sino que él mismo es el camino. «Yo soy la verdad». El Señor es la verdad misma, y no sólo quien nos guía hacia la verdad. «Yo soy la vida». Él no es sólo el guía que nos conduce hacia la vida, sino la vida misma. No podemos ir hacia el Dios Trino sino por una comunión muy íntima con Jesús. …..

Por eso, en todas las circunstancias de nuestra vida espiritual, incluso cuando nos dirijamos al Dios Trino espiritual, mantengamos fielmente el contacto con Cristo, con el Dios hecho hombre. Más aún, podemos decir que el Dios encarnado es siempre el eje de la lucha, de las aspiraciones y del amor del santo de la vida diaria. Él es el centro de sus pensamientos, de su corazón y de su vida.

Cristo está en el centro de sus pensamientos. El Dios hecho hombre es el gran pensamiento del santo de la vida diaria. Por eso medita con gusto la Sagrada Escritura, valiéndose ora de una edición de la Biblia, ora de la escucha atenta en la liturgia. Porque el eje de la Sagrada Escritura es siempre la grandiosa personalidad del Dios hecho hombre.

Por este camino el santo de la vida diaria va creciendo en el amor al Dios encarnado. De tal forma que cuando quiera ejercitarse en alguna virtud, buscará primero el ejemplo del Dios hecho hombre; examinará cómo éste vivió esa virtud. Cristo es el continuo pensamiento de su vida. Todo estará ligado y vinculado a él. Aun cuando lea otros libros y escritos, con el paso del tiempo irá haciendo suya aquella expresión de san Bernardo: "Jesum quaerere in libris", buscar a Jesús en los libros. En todas partes irá tras él. Así le ocurre a toda alma ligada hondamente al Señor: es una "vincta Christi", está encadenada a Cristo. Así debe ser. …….

«Yo soy el camino, la verdad y la vida». Cristo es el camino y no un hombre cualquiera. Es cierto que tenemos a personas humanas como modelos, pero éstas tienen que ir gradualmente cediendo paso a quien es el modelo original. Podemos apoyarnos en quienes son reflejos de Cristo para abrirnos camino hacia la imagen original. Es correcto y sano hacerlo así. Pero en el centro tiene que estar, cada vez más y de manera principalísima, Cristo, el Dios hecho hombre. Y en Cristo, en el Dios encarnado, contemplaremos más y más la faz del Dios espiritual. De ese modo estaremos captando la totalidad orgánica de la realidad.

Si Cristo es el eje de nuestros pensamientos, tiene que ser también el centro de nuestro corazón. Que toda nuestra capacidad de amar esté ligada a él. Todo lo que hemos dicho sobre el Dios vivo y espiritual puede aplicarse a la persona del Dios humanado. A él le pertenece mi amor filial, esponsalicio, fraternal y maternal. Que él esté, en toda su grandeza, en el centro de mi corazón; vinculémonos a él con alma y vida.

Lacordaire dijo en cierta oportunidad que luego de haber experimentado el amor del Dios encarnado, todo otro amor le parecía como una carga, todos los demás amores puramente humanos se desvanecían ante la majestad de la dulce persona de Cristo.

¿No debería ocurrirnos algo similar? ¿No debería ser el amor a Cristo el distintivo de nuestra lucha, amor y aspiraciones?”

Tomado de: "Retiro para las Hermanas de María", 4 al 11 de Marzo de 1933.

3 comentarios:

  1. El P. Kentenich siempre me ayuda a encontrarme con Cristo, tiene ese don. Gracias por esta publicación, me ha gustado mucho.

    ResponderEliminar
  2. El amor a Dios me hace crecer en el amor a los míos. No hay posible oposición entre ellos.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias por este blog. El amor a Dios hace crecer el amor a los míos

    ResponderEliminar