En este viernes tan señalado del año sentimos la necesidad de estar un tiempo de forma especial en la intimidad con Cristo. En aquellos momentos de la víspera de su pasión se retiró a orar y llevó consigo a Pedro y a los hijos del Zebedeo, comenzando a sentir tristeza y angustia (Mateo 26, 37). Nosotros queremos estar a su lado, no sólo en este día, sino que anhelamos vivir siempre en esta cercanía e intimidad con Él. El Padre Kentenich nos anima a que Cristo sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestro corazón y de nuestra vida.
“Esta intimidad con Cristo acompaña al santo de la vida diaria en todos sus
senderos, en todos los planos de la vida espiritual. «Yo soy el camino, la
verdad y la vida» (Jn 14,6), dice Jesús de sí mismo. «Nadie viene al Padre sino
por mí» (Jn 14,6). «Yo soy el camino». El Señor no sólo es el guía en el camino,
sino que él mismo es el camino. «Yo soy la verdad». El Señor es la verdad
misma, y no sólo quien nos guía hacia la verdad. «Yo soy la vida». Él no es
sólo el guía que nos conduce hacia la vida, sino la vida misma. No podemos ir
hacia el Dios Trino sino por una comunión muy íntima con Jesús. …..
Por eso, en todas las circunstancias de nuestra vida espiritual, incluso
cuando nos dirijamos al Dios Trino espiritual, mantengamos fielmente el contacto
con Cristo, con el Dios hecho hombre. Más aún, podemos decir que el Dios
encarnado es siempre el eje de la lucha, de las aspiraciones y del amor del
santo de la vida diaria. Él es el centro de sus pensamientos, de su corazón y
de su vida.
Cristo está en el centro de sus pensamientos. El Dios hecho hombre es el
gran pensamiento del santo de la vida diaria. Por eso medita con gusto la
Sagrada Escritura, valiéndose ora de una edición de la Biblia, ora de la
escucha atenta en la liturgia. Porque el eje de la Sagrada Escritura es siempre
la grandiosa personalidad del Dios hecho hombre.
Por este camino el santo de la vida diaria va creciendo en el amor al Dios
encarnado. De tal forma que cuando quiera ejercitarse en alguna virtud, buscará
primero el ejemplo del Dios hecho hombre; examinará cómo éste vivió esa virtud.
Cristo es el continuo pensamiento de su vida. Todo estará ligado y vinculado a
él. Aun cuando lea otros libros y escritos, con el paso del tiempo irá haciendo
suya aquella expresión de san Bernardo: "Jesum quaerere in libris",
buscar a Jesús en los libros. En todas partes irá tras él. Así le ocurre a toda
alma ligada hondamente al Señor: es una "vincta Christi", está
encadenada a Cristo. Así debe ser. …….
«Yo soy el camino, la verdad y la vida». Cristo es el camino y no un hombre
cualquiera. Es cierto que tenemos a personas humanas como modelos, pero éstas
tienen que ir gradualmente cediendo paso a quien es el modelo original. Podemos
apoyarnos en quienes son reflejos de Cristo para abrirnos camino hacia la
imagen original. Es correcto y sano hacerlo así. Pero en el centro tiene que
estar, cada vez más y de manera principalísima, Cristo, el Dios hecho hombre. Y
en Cristo, en el Dios encarnado, contemplaremos más y más la faz del Dios
espiritual. De ese modo estaremos captando la totalidad orgánica de la
realidad.
Si Cristo es el eje de nuestros pensamientos, tiene que ser también el
centro de nuestro corazón. Que toda nuestra capacidad de amar esté ligada a él.
Todo lo que hemos dicho sobre el Dios vivo y espiritual puede aplicarse a la
persona del Dios humanado. A él le pertenece mi amor filial, esponsalicio,
fraternal y maternal. Que él esté, en toda su grandeza, en el centro de mi
corazón; vinculémonos a él con alma y vida.
Lacordaire dijo en cierta oportunidad que luego de haber
experimentado el amor del Dios encarnado, todo otro amor le parecía como una
carga, todos los demás amores puramente humanos se desvanecían ante la majestad
de la dulce persona de Cristo.
¿No debería ocurrirnos algo similar? ¿No debería ser el amor a Cristo el
distintivo de nuestra lucha, amor y aspiraciones?”
Tomado de:
"Retiro para las Hermanas de María", 4 al 11 de Marzo de 1933.
El P. Kentenich siempre me ayuda a encontrarme con Cristo, tiene ese don. Gracias por esta publicación, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarEl amor a Dios me hace crecer en el amor a los míos. No hay posible oposición entre ellos.
ResponderEliminarMuchas gracias por este blog. El amor a Dios hace crecer el amor a los míos
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