Pasadas las fiestas de Navidad seguimos con el tema abordado en las últimas semanas del año pasado. Se trata de diversas reflexiones sobre el AMOR que nos regala el Padre Kentenich en sus charlas, escritos y conferencias.
Hoy quiero presentar dos
textos referidos al amor humano y al amor a Dios y a la relación mutua que une
a ambos amores. El primer texto está tomado de una plática del 31 de mayo de
1945 en el acto de toma de hábito de un grupo de Hermanas de María de
Schoenstatt. En el libro que venimos leyendo (El poder del amor) el Padre King
lo titula: QUERERSE HUMANAMENTE Y QUERER A DIOS. Dice así:
“Hay que despertar en nosotros el órgano del amor. Por esa razón impera en
nuestra familia la gran idea, la gran visión de que podemos y debemos querernos
unos a otros también humanamente. Si sólo fuese un amor absoluto a Dios el que
debiese sostenernos, sabemos que no sería sólido para afrontar la vida. El
corazón debe encenderse también para querer humanamente. Entonces tendremos un
órgano preparado para abrazar al Amor eterno. Y la prueba de la intimidad, la
fuerza, la profundidad y la durabilidad del amor a Dios reside en un amor
profundo, auténtico y sano entre hermanas y al prójimo.”
De: Plática para la Vestición de Hermanas de María del 31.05.1945
Traigo también
al Blog de hoy un pasaje muy interesante, y que ya hemos comentado en otras
ocasiones, en el que el Padre Kentenich afirma que el ideal de la relación
entre amor a Dios y amor a los hombres es el de ser prácticamente una única
gran bi-unidad. Leemos:
“Se trata de un conocido filósofo francés. En sus años mozos, había tenido
una relación de amor con una joven danesa, de confesión protestante. Ambos se
querían. El francés amaba apasionadamente a la muchacha. Destaco especialmente
el ejemplo porque hemos elegido ya previamente esta base: vivencias de amor
natural.
La muchacha le respondió, con un poco de temor pues el amor era demasiado
íntimo y fuerte: “También yo te amo, pero amo a Dios mucho más que a ti”.
¿Entendemos lo que quiere decir? Temor de que el amor humano pudiese no
desembocar como corresponde en el amor a Dios.
¿Qué responde con gran simpleza el destinatario, llamado Bloy? “No puedo
entenderlo. No puedo entender en absoluto lo que escribes. Para mí, el amor
nunca está desmembrado. Para mí, el amor, amor a ti, amor a Dios, es siempre
una unidad absolutamente consistente. Te amo, sí, te amo en Dios”, y quiero
decirlo a propósito lentamente, “te amo en Dios, te amo a través de Dios, o amo
a Dios a través tuyo y te amo por Dios. Más aún: te amo plenamente y amo a Dios
plenamente. En ti amo plenamente a Dios y amo plenamente a Dios en ti. Esta
disociación entre amor a Dios y a los hombres me resulta absolutamente
inconcebible. Hagámoslo sencillo nuevamente: ¡amemos, sin más! ¡Verdaderamente,
Dios no nos ha llamado de la nada para que nos atormentemos y torturemos
mutuamente, para que tengamos miedo del amor! ¡Él nos ha creado para que lo
glorifiquemos por el amor, por un auténtico amor mutuo!” […]
El amor a los hombres es presupuesto y hasta coronación de un auténtico y
profundo amor a Dios; bi-unidad entre amor a Dios y amor a los hombres. Donde
falta el amor a los hombres, ¡qué difícil será percibir en sí un verdadero amor
a Dios, un amor profundo, entrañable y sincero a Dios! Es posible, pero difícil,
extraordinariamente difícil.”
De: Vivir de la fe, tomo 9, 163-165
Magnífico, maestro. Una joya nos muestra Ud. Saludos y Feliz Año bajo la protección de nuestro Dios Padre.
ResponderEliminar