viernes, 14 de enero de 2022

ACEPTAR EL AMOR QUE SE RECIBE


El Padre H. King al presentar estos textos cortos sobre el tema en el libro ‘El poder del amor’ hace el siguiente comentario: Ser desinteresado no significa rechazar todo lo que puedo recibir en el amor. No sólo se trata de que yo mismo ame. Aprenderé a amar en la medida en que sea amado, y no solamente por Dios. Debo tomar conciencia de que hay también personas humanas que me aman. Y he de poder aceptar ese amor, cuando se me brinda, y aceptarlo adecuadamente. En este punto, el padre Kentenich constata una gran frialdad, torpeza, aspereza e inhibición. Una y otra vez vuelve sobre el tema, a menudo y en particular frente a sacerdotes. Pero es también aquí donde reside el problema de muchos matrimonios, padres e hijos. Y de los seres humanos en general.

De: Carta del 08.09.1954, 4

Pero dese usted cuenta de que, por lo común, al teólogo católico de hoy le resulta significativamente más difícil aceptar adecuadamente el amor que se le ofrece y que él mismo ha despertado, como también traspasarlo en forma intacta, que dar amor. Y esto sin considerar que nos estamos moviendo en un terreno que resulta bastante sospechoso de acuerdo a la concepción corriente que rige en ciertos círculos. Sin embargo, como a la larga es imposible negar la naturaleza, pero, por otra parte, no se quiere caer en descrédito, se produce una peculiar escisión en la vida interior y exterior. Se ocultan cuidadosamente ante ojos ajenos los afectos más nobles y las fuerzas creadoras, preparando así trastornos obsesivo-compulsivos en la propia vida y disponiendo el alma, aun sin quererlo ni saberlo propiamente, para fuertes descarríos. Es obvio que la regula tactus desempeña aquí un papel especial […]. Consideramos que la misma se cuenta […] entre los medios que garantizan la función de traspaso.

De: Conferencias 1963, 10, 192

Ahora bien, este es el misterio del amor. El mismo Señor nos lo dice: el que quiera ganar su alma, o sea, ganarse a sí mismo, la perderá (cf. Mc 8,35 par). Si me quiero regalar a un tú en el amor, entonces me obtengo nuevamente. ¿Qué significa esta afirmación? Este es el gran misterio: regalarme en el amor significa reencontrarme, es decir, encontrarme de manera más plena en el tú. Y cuando yo mismo recibo amor, y no debemos perder de vista que aceptar amor es a menudo más difícil que darlo, cuando se me regala amor, debo cuidar atentamente de aceptar ese amor de forma correspondiente. Si fulano, mengano o zutano, a través de su entrega a mí, no se realizan en su modo original de ser, es que no he recibido su amor de la forma que corresponde.

De: Conferencias 1963, 9, 20

Esta es asimismo la gran tragedia para muchas mujeres en la actualidad: no pueden dar a nadie su corazón, nadie acepta el corazón. O bien, si se lo acepta, la aceptación se sexualiza enseguida por completo. […] No queremos repetir ahora estas cosas, ya que las hemos comentado anteriormente de forma más extensa: recibir adecuadamente el amor es a menudo mucho más difícil que dar amor. Pero hay que aprenderlo.

 

Sobre la expresión “regula tactus” escribí en mi Blog de la “Ternura” ( https://escueladeternura.blogspot.com ) el 22 de junio de 2018, bajo el título “¡Noli me tangere! El célibe y la ternura”, lo siguiente:

‘No soy célibe, pero sí puedo referirme a mis experiencias con muchas de estas personas: tanto en mi familia como fuera de ella he tenido la gran suerte de relacionarme con muchos sacerdotes y personas de vida consagrada que han sido para mí un ejemplo de vida, también un ejemplo de vida plena de amor por los demás, por las personas que Dios les había encomendado. Uno de los agraciados soy yo mismo (valga citar a mis párrocos y confesores, así como a los padres asistentes espirituales de mi comunidad en Schoenstatt).

Ya en mis educadores, los padres escolapios, pude experimentar lo que caracteriza esencialmente a la ternura, es decir el amor y el deseo de comunión, de preocupación, de entrega al otro. Estoy convencido que ellos fueron también para mí los portavoces de la ternura de Dios con los hombres.

Es evidente que la vivencia de la sexualidad en las personas célibes tiene sus propias reglas. De ello soy también testigo y me permito dar un testimonio personal de lo visto. Los sacerdotes y mujeres consagradas que he conocido han vivido su celibato de forma ejemplar. Recuerdo haber oído de alguno de ellos (fue un escolapio) algo sobre la 'regula tactus’; esta expresión la encontré después en las charlas del Padre Kentenich. La tal norma se refería al contacto físico, es decir: yo como célibe limito mi contacto físico con otras personas a las convenciones de la cultura (como, por ejemplo, dar la mano al saludar) y lo que me exija mi estado de vida (en el caso de los sacerdotes, administrar los sacramentos).’

  

2 comentarios:

  1. Qué textos potentes. Hay mucho para reflexionar sobre el celibato y la regula tactus... porque es regla también sirve para los no célibes. Gracias Paco!

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  2. Qué textos potentes. Hay mucho para reflexionar sobre el celibato y la regula tactus... porque es regla también sirve para los no célibes. Gracias Paco!

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