viernes, 18 de junio de 2021

El padre como educador del amor

Hoy paso a completar el mundo de ideas que venimos tratando en las últimas semanas con un texto correspondiente del ‘Estudio’ de 1964 sobre el principio paternal y la figura del padre. El Padre Kentenich nos plantea a los padres de familia una tarea importante y difícil, que sólo con la ayuda de la santísima Virgen en nuestros santuarios hogares podremos llevar a cabo: debemos volver a aprender a amar. Leemos:

 

“También al ‘Estudio’ le resulta difícil tener plenamente en cuenta a cada uno de los tipos. Por eso –sin considerar que es también lo que persigue– se ve obligado a limitarse a elaborar la actitud básica propia de la figura paternal que debería ser común a ambos tipos en sus rasgos esenciales; en cuanto ambos tipos tratan de escuchar las voces de Dios, en las voces del tiempo.

 

A cada uno de ellos en su idiosincrasia propia se le ha puesto como meta ver el ideal de la paternidad: alcanzar una indisoluble comunidad de vida y de amor con la esposa y los hijos partiendo de una profunda comunidad de vida y de amor con Dios.

 

De este modo el ‘Estudio’ retoma instintivamente su punto de partida: la importancia de (un vivir) uno en, con y para el otro entre el padre y los hijos como la solución más segura y eficaz a la creciente crisis de autoridad.

 

Dado el contexto general y en la meta general del ‘Estudio’ resulta conveniente detenerse un momento aquí.

 

También podríamos decir en lugar de la expresión escogida: El padre de mañana tiene que ser más y más conscientemente que ayer y antes de ayer, un educador educado en el amor, que jamás abandona su misión y su amor. Después que la vida laboral y profesional han separado tan completa y prolongadamente al padre del hogar y de la familia, ahora más que nunca interesa hacer de ambos una isla de paz y de amor celosamente custodiada y protegida, una floreciente Iglesia en pequeño y un lugar de educación bien construido, todo ello de primer rango. Cuanto más fracasen la escuela y las asociaciones u otras instituciones similares, tanto más perfecta debería volverse la célula de la sociedad. Según la voluntad de Dios, en virtud de su estructura de ser, debería haber sido siempre: el hogar y la universidad primera, más perfecta y permanente hogar de la auténtica educación cristiana. Y, en ellos, el padre del futuro, al lado de la madre, es la figura principal. Aquello que ambos hicieron y fueron funcionalmente en forma natural en tiempos del patriarcado, ahora debe presentarse mucho más aún en la conciencia reflexiva y ser visto y realizado como una tarea de vida claramente contemplada. Presupone en el padre futuro –lo mismo vale para la madre– un corazón que sea tan amplio como las arenas en las playas del mar. O usando otra imagen conocida: tan grande como el corazón de Pablo del cual se dice: ¡cor Pauli, cor mundi!

 

En la fiesta de Don Bosco –uno de los más grandes educadores paternales modernos– la Iglesia reza: “Dios le dio un corazón amplio como las arenas de las playas del mar.” Con ello se describe un ideal hacia el cual todo educador debería tender la mano. Nos encontraremos en camino de dominar la crisis de autoridad del tiempo actual en la medida en que Dios regale a nuestros padres un auténtico corazón paternal lleno de amor, lleno de paciencia, lleno de fuerza y de responsabilidad.

 

No es sencillo implorar y luchar por lograr un tal corazón paternal. Ante ello se pueden recordar las palabras: ¡Lo que no cuesta, no vale!

 

“¿Cuál es la causa de que en la actualidad haya tanta falta de alegría en el mundo?”, se preguntaba hace 15 años un exitoso General norteamericano ante un acantonamiento militar. Él mismo dio la respuesta: “Nosotros contamos con demasiados científicos y con pocos hombres de Dios. Hemos investigado el átomo y olvidado las bienaventuranzas y el corazón humano. Por eso, hoy sabemos más de matar que de la vida, más sobre el odio que del amor.”

 

Verdaderamente: ésta es una afirmación importante que testimonia un profundo conocimiento de las cosas y una vasta experiencia. En verdad: es así. Dios exige por los acontecimientos de la época, ante todo por la transformación que sufre la imagen de nuestras familias, que nuestros padres vuelvan a descubrir sus corazones y que graben en él las leyes básicas de las bienaventuranzas en forma indeleble. Su tarea principal consiste en volver a aprender a amar en forma auténticamente cristiana. Sus corazones deben volver a pertenecer indivisamente a Dios y a sus hijos; el corazón que, en una época materialista y hedonista, industrializada y secularizada, ha sido descuidado en forma lamentable; el corazón que se ha vuelto helado, frío, egoísta, insensible y salvaje o adicto en forma aterradora.

Con otras palabras: lo que interesa ante todo es la transformación del ser, la reforma y reconversión de la propia personalidad: sencillamente, una marcada paternidad. En la medida en que esta disposición y actitud se vuelvan realidad, se puede considerar como segura la reforma de la acción.”

1 comentario:

  1. La transformación del ser ante una sociedad que se ve continuamente atacada en el ser por el parecer y por el tener.
    Yo voto para que este Blog pueda ser un libro de consulta, Paco...

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